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Feria del Libro por Demitrópulos y Gambaro

Libertad Demitrópulos y Griselda Gambaro, escritora y dramaturga, comparten sus recuerdos y dudas. Entre la anécdota, la literatura y la editorial, dos rescates en las semanas de la 47 Feria del Libro.

Arte y Literatura
Griselda Gambaro

Que la Feria del Libro motiva una magia única en el mundo nadie duda, ni en Buenos Aires ni en Frankfurt. La pasión lectora que se enciende en la Rural de Palermo atrae a lectores fervorosos hacia el encuentro, sin medias tintas, con los escritores.  Miles de anécdotas  del autor al lector se sucederán nuevamente en la nueva edición, que promete grandes atracciones con el masivo Encuentro Internacional de Bookfluencers y el prestigioso Festival Internacional de Poesía.  Algunas divertidas como las miles que acumulan los escritores que firman libros de otros. O quienes se sorprenden con seguidores que recitan de memoria, y revelan nuevas motivaciones para los autores. O las firmas que se acumulan en jornadas agotadoras y que hizo que Jorge Luis Borges confiese a Adolfo Bioy Casares que, con la cantidad de ejemplares que rubricaron entre 1975 y 1985, la primera década de la Feria del Libro, serían más codiciados las ediciones sin sus dedicatorias.   

Justamente de Borges habrá tres charlas magistrales para celebrar la obra juvenil, a raíz del centenario de “Fervor de Buenos Aires”. Annick Louis, Valerie Miles, Juan Cruz Ruiz, Razu Alauddin, María Rosa Lojo, Patricia Kolesnicov, Verónica Abdala y Alejandro Vaccaro disertarán sobre el opus borgeano y el criollismo en la estela  vanguardista –moderada y en las orillas- martinfierrista. Para conocer más sobre esta propuesta de la nueva edición, y otras atracciones, chequear del 28 de abril al 15 de mayo www.el-libro.org.ar.

Griselda Gambaro

“Leídos y analfabetos en el Feria del Libro”

Y después, qué.  La duda que planteaba Griselda Gambaro en 1986 continúa siendo la pregunta central que preocupa a los protagonistas de la industria cultural. Escritores, libreros y editores bosquejan los mismos panoramas sombríos que motivaban las reflexiones de la nota aparecida en la revista Crisis nro. 41 de 1986. Claro no hablamos del mismo contexto, las posibilidades de lecturas y consumo en cambiado en el mundo digital, pero aún persisten las mismas condiciones  que inspiraron aquel artículo, “Leídos y analfabetos en el Feria del Libro”

Allí se hablaba de un 37.5% y 70% de deserción escolar en el área urbana y rural, respectivamente. También se registraba que existían casi 7 millones de analfabetos funcionales, o sea que instrucción incompleta.  En la era del conocimiento, siglo XXI, el 95% de los adolescentes y jóvenes de entre 12 y 17 años asisten a la escuela, pero solo 7 de cada 10 jóvenes de los grandes centros urbanos finalizan la educación secundaria. Y se estima que durante la pandemia la deserción escolar ascendió a casi un millón. Que jamás volvieron. Quizá este año, de similares nubarrones sociales y económicos, con políticos de peluquín que gritan dolarización o muerte, quienes toman decisiones en políticas culturales apuntaron estos números. Porque si no, los números millonarios en ventas y asistentes son meros espejismos en el desierto.   

La escritora y la guayaba

En 2022 se cumplió el centenario del nacimiento de Libertad Demitrópulos. Algo que debió ser una serie de celebraciones por una escritora tan actual, quien discutió los mandatos patriarcales en su literatura, allí su María Muratore, la protagonista de “Río de las congojas” (1981), o la Mataca de “Sabotaje en el álbum familiar” (1984), pasó desapercibida en los radares feministas, salvo alguna jornada en el CCK o un escueto homenaje en su Jujuy natal. Fallecida en 1998, de fuerte militancia peronista, autora de una de las mejores biografías de Eva Perón,  contó la historia de los derrotados y las minorías hasta el final; olvidada en los noventa, siendo crítica literaria en el humilde diario puneño “El pregón”. Demitrópulos presidió el Primer Encuentro Nacional de Escritoras Argentinas, que se realizó en la Casa de San Luis en Buenos Aires, en mayo de 1985, y al año siguiente regalaba este cruce maravilloso, nada macondiano, a la revista Crisis citada:

“Se dice que la Feria del Libro es una fiesta para los escritores: mi opinión es que se trata más bien de un festín de vanidades. Ahí el principiante se siente un genio y el consagrado tiene experiencias insólitas con el éxito como terrible desastre. A mí, que no soy lo uno ni lo otro, y que trato de ser humilde, me ocurrieron cosas que hicieron trastabillar y tirar por la borda mi trabajosa humildad.  Un día (era por los años 81 o 82) que me tocaba realizar la sospechosa ceremonia de firmar ejemplares (sospechosa porque de un libro se firman diez papeles sueltos que sólo Dios conoce su destino), instalada en el stand de Sudamericana junto a una alarmante pila de mi “Río de las congojas”, se me acerca una mujer que sin más me mete ante mi nariz una fruta –Qué es- me  dice. De inmediato mi olfato reconoce el olor de la guayaba y ahí nomás entré en trance.  Porque la guayaba era uno de los árboles que había en casa de mis padres y, junto con otros olores tropicales, educaron mi pituitaria. La señora, como si hubiera descubierto una contraseña, se despachó de memoria un pasaje de mi novela donde la protagonista es comparada con una guayaba. Finalmente dijo: “me gustó su novela porque usted conoce este olor”. Y se fue dejándome la guayaba.”

Demitrópulos

La pregunta sin respuestas hace 47 años

La escena teatral tiene en Griselda Gambaro una revolucionaria.  Si bien empezó como narradora,  y  nunca dejó de escribir cuentos y noveles, con “El desatino” (1965) obtuvo el Premio Emecé, y  fue precisamente la adaptación teatral de esa novela corta, en el mítico Di Tella, que abrió el telón.  Exiliada y prohibida por las dictaduras de Onganía y Videla, Griselda colaboró activa con el retorno de la Democracia,  y participó de Teatro Abierto con “Decir que sí” (1981). Con un centenar de piezas, entre las que se destacan “El campo” (1967),  “Nada que ver” (1972), “La mala sangre” (1982) y “La señora Macbeth” (2003), define la misión Griselda de su obra iluminadora, contra la opresión y la injusticia, “Cuando el teatro rompe esquemas y proporciona al espectador datos tremendos sobre su condición humana, ‘le mueve el piso’ o trata de integrarlo a un mundo que no le ofrece ya seguridad. La actitud lógica, entonces, es de rechazo. Salvo que uno sea bastante joven como para sentirse capaz de modificar ese mundo", en cultura.gob.ar. La primera autora que abrió la Feria del Libro y La Pregunta que hacía a los periodistas de Crisis de Vicente Zito Lima, Osvaldo Soriano y Eduardo Galeano:

“Durante la época de la dictadura, tuve mis reservas sobre la Feria del Libro, y así los manifesté en una nota publicada en abril de 1981, donde señalaba que “para que el libro sea motivo de celebración no debe haber gestos en la sociedad que signifiquen renunciar a las expectativas de la Feria, no solo en el ámbito propio del libro sino en el ámbito total de lo que se entiende por cultura”. Entendía que la Feria difícilmente podía cumplir su cometido omitiendo referirse a los libros prohibidos, los editores presos, los escritores desaparecidos.

El año anterior participé en el Encuentro Internacional de Escritores y presenté en la Feria mi último libro de teatro. Anécdotas tengo pocas, el encuentro afortunado con mi compañera de primaria, y a la que reconocí instantáneamente por la “misma sonrisa”. Después, charlando en un café, me confesó que había leído todos mis libros y guardado todos los recortes que hablaban de mí. Elsa Cunietti se llama esta amiga reencontrada que me contó anécdotas de mi paso por la escuela que yo misma había olvidado. De todas las devociones posibles que puede tener un escritor, creo que ésta es una de las más conmovedoras, y gratificantes porque me mostró que ningún hilo se había cortado entre la niña que fui y la mujer que soy ahora.

La Feria del Libro sirve, entre otras cosas, para producir un anecdotario quizá mucho más frondoso que el mío. Las multitudes que la visitan me producen alegría por un fenómeno que puede ser posible: la lectura como hábito y goce para todos. Pero a esta alegría, sumo una pregunta: después, qué.

En las épocas de la dictadura empeñaba la Feria del Libro la censura y la represión; en esta democracia la empaña el costo del libro y la penuria económica. Bienvenidas las ferias pero el “¿después, qué?” continúa sin respuesta”.

 

Imágenes: Télam / Ministerio de Cultura

Fecha de Publicación: 02/05/2023

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