¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónLa nueva edición de la Feria de Editores llega repleta de buenos augurios. El gran encuentro de la edición independiente argentina agrega una fecha más para visitar a los 320 expositores, más de 40 que la pasada vuelta, trae a rutilantes nombres extranjeros como Peter Rock y Djamila Ribeiro; más los nacionales de Liniers y Martín Kohan, en catorce charlas que prometen encender las tardes de la avenida Corrientes hasta el 6 de agosto. Una feria diferente, donde los editores y autores hablan mesa por medio, libro en mano, con los lectores; y no se cobra entrada. Y donde ningún banner, globo o gigante stand institucional tapa lo más importante, los libros.
En esta sumatoria horizontal que huele a papel para iluminar, entre los varios títulos a estrenar, emerge el suceso contemporáneo de los libros de correspondencias. Crece la oferta del género epistolar, nacido a fines del siglo XVIII en los salones europeos, y que fue una escuela de escritura para la sociedad occidental, modelo además de diversas ficciones. En el Río de la Plata se lucen las novelas de Juan Carlos Onetti, “Los adioses”, Manuel Puig “Boquitas pintadas” y Alan Pauls, “El pudor del pornógrafo”, que ficcionalizan esa ventana a la intimidad y la autobiografía, que son las cartas.
Y que no se acabaron con la disminución del correo en papel y “Las poseídas” de Esther Díaz y Lucrecia Martel de 2021, intercambio electrónico en pandemia editado por Caja Negra, comprueba ese campo donde lo cotidiano se transforma en posteridad, en las manos maestras. Este es el caso de “Victoria Ocampo. Virginia Woolf. Correspondencia” (2020) de Rara Avis, que va por la tercera impresión. Realizado en colaboración de la Fundación Victoria Ocampo, reproduce el intercambio entre las dos titanes de las letras en Argentina e Inglaterra. Temas como el feminismo, las tareas del escritor ante su época y las afectividades de dos mujeres apasionadas se hilvanan en este trabajo con una fuerte impronta política: “Los hombres juzgan a una mujer siempre (o casi siempre) según ellos mismos, según las reacciones que experimentan en su contacto (espiritual, también)”. Sobre todo si no es contrahecha y no tiene una cara desagradable”, remata una iracunda Victoria a Virginia hace casi cien años.
“El trabajo de compilación tuvo varias etapas: primero estuvo la idea de reunir material disperso, porque las cartas de Woolf a Ocampo habían sido publicadas en inglés, en los años setenta, en “The Letters of Virginia Woolf” y después aparecieron en una bella edición española que compiló Nora Catelli para Lumen, llamada “Cartas a mujeres” (y que recientemente se volvió a editar por Waldhuter); pero las cartas de Ocampo a Woolf estaban inéditas y tampoco era tan claro en qué repositorio internacional estaban”, comenta Manuela Barral, quien tuvo el trabajo de compilar y prologar este libro muy significativo para el mundo literario latinoamericano, por los nombres e ideas involucradas," Y ahí viene lo difícil de armar un epistolario, porque supone lidiar con lo detectivesco de encontrar lo que estás buscando, pero también con la falta, porque hay zonas que se pierden, o que son inhallables. De hecho la Correspondencia reúne solo tres cartas de Ocampo a Woolf. Esos originales están actualmente en Inglaterra, en la Universidad de Sussex, pero en la Academia Argentina de Letras había un material complementario: una carta de Ocampo a Woolf mecanografiada, en español, y con correcciones manuscritas hechas por la propia Ocampo. Entonces, una vez que se recuperaron las cartas originales que Ocampo le había enviado a Woolf y que estaban en Sussex, advertí que en realidad esa carta mecanografiada que había en la Argentina era una traducción posterior, que data de finales de los años setenta. Es una pieza extraña, en la que Ocampo tradujo al español conjuntamente dos cartas distintas y sucesivas, que habían sido enviadas a Woolf en diciembre de 1934 y además, corrigió algunas palabras. Entonces ¿por qué Ocampo hizo eso? ¿Para quién tradujo? ¿Porque las transformó en un texto único? Por este hallazgo terminó siendo una decisión incorporar los manuscritos inéditos de Ocampo en versión facsimilar. No solo fue por el fetiche de mostrar el archivo (que por supuesto también está) sino porque da cuenta de una Victoria Ocampo editora y traductora de sí misma. Y me parece que tiene valor crítico para una investigación, precisamente, porque evidencia que para Ocampo las cartas no eran solo del orden de lo privado; les daba otro tipo de funcionalidad: ¿sino por qué traduciría al español tanto tiempo después cartas que ya habían sido recibidas hace más de cuarenta años por Woolf?”, reflexiona la especialista editora de Rara Avis.
Manuela Barral: A mí me gustan sus cartas porque la muestran trabajando, en acción. A Ocampo todavía se la llama mecenas en lugar de pensarla como trabajadora de la cultura: era alguien que dirigía una revista, una editorial, escribía artículos para La Prensa, La Nación, Primera Plana. La elección de enfatizar su capital económico antes que su capital intelectual es ideológico y parcial. Por eso me gustan sus cartas, y por eso creo que las legó para la posteridad: para que viéramos cuán ocupada estaba, cuánto hacía y gestionaba, cómo ponía cuerpo y cabeza para sostener sus proyectos de difusión culturales.
MB: Me parece que la Correspondencia Ocampo Woolf por un lado permite asomarse y ver el desarrollo en el plano íntimo de esa conexión entre dos mujeres escritoras y editoras del siglo XX y por otro lado, invita a pensar esta relación en el campo intelectual internacional: ver cómo funcionan Virginia y Victoria como agentes culturales, porque las primeras traducciones de Woolf en Latinoamérica se originaron en estas cartas.
Y esto me parece que muestra cómo el vínculo fue importante para las dos en varios niveles: para Ocampo, porque logró los derechos de traducción de una de las autoras que la marcó fuertemente para pensar su lugar como mujer en un mundo patriarcal; y para Woolf, Ocampo también fue importante, porque gracias a ella “Un cuarto propio” (1929) se traduce al español muy tempranamente, en 1935.
En cuanto a los feminismos, las cartas ayudan a seguir historizando, a pensar en una red de mujeres que buscaban estimularse y acompañarse en un terreno que no las favorecía. Woolf cumple un rol habilitador en Ocampo para animarla a escribir su autobiografía, y Ocampo vuelve sobre esto en varias oportunidades. Y hay más, Victoria Ocampo es una lúcida lectora de Woolf y la lee en clave feminista ya en 1954, por eso en la compilación de cartas también decidí reeditar su ensayo Virginia Woolf en su diario y mostrar también este punto de vista. O sea, tanto Woolf como Ocampo fueron feministas pioneras y referentes porque han reflexionado en sus obras sobre los problemas del patriarcado, y exhibieron sus luchas.
MB: Me parece que tiene que ver con una valorización de las cartas en tanto también forman parte de la obra literaria de lxs escritores; es decir, ya no se trata de pensar a la carta en tanto complemento biográfico o clave de lectura de la obra literaria, sino más bien la posibilidad de que se encuentre en la lectura epistolar el placer del texto. Puede ser que ahora haya un auge y que se explique con que hay mayor disponibilidad y acceso a archivos y manuscritos; pero en verdad se publican epistolarios hace años. De hecho, Victoria Ocampo siempre fue lectora de cartas e incluso su editorial Sur publicó las Cartas de T.E. Lawrence en 1944.
Feria de Editores 23´
Entrada libre y gratuita.
C Complejo Art Media, Av. Corrientes 6271. CABA.
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Fecha de Publicación: 02/08/2023
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