¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónDifícil resulta para la crítica políticamente correcta el genio y obra de Dante Quinterno. Poco afecto a las entrevistas, una de las últimas en 1931, ni a las fotos, retirado los últimos veinte años de vida, los paparazis sólo obtenían fotos borrosas en las puertas de la editorial, Quinterno no posee el encanto de un Manuel García Ferré, ni la épica de Héctor Oesterheld. Tampoco el arte vanguardista de Alberto Breccia, el talento narrativo de Carlos Trillo, ni el olfato popular de Roberto Fontanarrosa. Sin embargo Quinterno, con sus empresas y sus revistas, hogar de grandes historietistas y artistas, y la visión de imponer una industria cultural basada en la historieta nacional, influyó decisivamente en ellos en la denominada Edad de Oro de los cuarenta, cuando las viñetas nacionales eran tesoros. Y no sólo por la cantidad, sino por la calidad de una imaginación desbordada, que estaba reescribiendo las reglas a la altura de sus colegas norteamericanos o europeos. Patoruzú antes que Superman o Asterix. El encasillamiento de conservador para Quinterno, en las amables definiciones, encierra grandes verdades, y deja fuera de campo otras más simples para el lector ¿O no significaba una pequeña revancha que Isidoro engañe a la oligarquía, semana a semana, para un muchacho de extramuros? En el afán de cerrar el caso Quinterno, dictamen reaccionario, quedan las grietas que volaban en varias direcciones en sus colaboradores, los imprescindibles Eduardo Ferro o Roberto Battaglia, o en sus mismas tiras o editoriales, ejemplos de contradicciones de alguien que revaloriza la argentinidad, y en ello, virtudes y defectos.
En la revista Páginas de Columba, medio precursor de las tiras locales junto a la revista Caras y Caretas y el diario Crítica, en 1924 aparece “Jimmy y su pupilo”, inaugural tira cómica deportiva, obra de un adolescente Néstor René González Fossat, uno de los más prolíficos dibujantes de la primera mitad del siglo pasado -creador del famoso “Aventuras de Nenucho” (1928), tal vez la primera historieta argentina con protagonista infantil- Su estilo redondeado y los globitos deben haber impresionado mucho a un niño de diez años, que se animó a mandar un dibujo del ídolo del boxeo del momento Ángel Firpo, inspiración de González Fossat. El niño era Dante Quinterno. "Primero ensuciaba con grafito cuanta superficie pulida se presentara a mi vista. Después, en los recreos de la escuela primaria, garabateaba retratos de próceres argentinos en los pizarrones", comentaba en la entrevista citada al diario Mundo Argentino.Por entonces era un veterano que había arrancado a los 15 años a publicar sus dibujos en los periódicos El Mundo, Crítica y La Razón. En 1928 incluyó al indio Curugua Curiguagüigua en su tira “Las aventuras de don Gil Contento”. Dice la leyenda que el jefe de redacción de Crítica convenció de cambiarle el nombre. En esa época se vendían las pastillas Oruzu y de allí surgió el nombre de Patoruzú.
En 1932, a pedido de una revista, escribió un breve y raro autorretrato: "Aprendí tarde a leer (a escribir no aprenderé nunca). No tengo virtudes. ¿Acaso existen hoy en alguien? Si me preguntan por mis defectos: tengo pies planos, uso bigotitos y fui tartamudo hasta promediar la adolescencia. Mi aspiración es llegar a ser un buen dibujante". Y vaya que lo logró. Fundó un imperio editorial a partir de 1936 con la revista Patoruzú que se extendió con éxito al menos hasta fines de los setenta, admirado por Walt Disney y los sindicatos del cómic estadounidenses, y que cobijó grandes artistas como José Luis Salinas, Tulio Lovato -co-realizador junto a Quinterno del primer corto animado argentino en color, “Upa en apuros” (1942) -, Divito, Carlos Clemen, Ferro, Breccia, Battaglia, Raúl Roux y Oscar Blotta, y plumas inspiradas en Abel Santa Cruz, Gius y Billy Kerosene, entre tantos.
En los 40 y los 50, las Revistas de Patoruzú (Patoruzito (1945), Andanzas de Patoruzú (1956), Correrías de Patoruzito (1958) y Pepín Cascarón(1960)) llegaron a vender de 200.000 a 400.000 ejemplares. Incluso en los tardíos sesenta, con descoloridas reediciones, aggiornamientos forzados y achicamiento de formatos, época de nacimiento de Locuras de Isidoro (1968) y Patoruzito Escolar (1971), las publicaciones de Quinterno rozaban el millón mensual. Además, para muchas familias el "Libro de Oro de Patoruzú" venía con la sidra y el pan dulce de las fiestas de fin de año. Durante los primeros cincuenta, años que residió Quinterno en América del Norte, “The Adventures of Patoruzú” se podía leer en diarios, y en formato revista, en los quioscos yanquis. Nada mal para un nieto de verdulero nacido el 26 de octubre de 1909 que aspiraba, nomás, a ser un buen dibujante.
Un 17 de junio de 1925 aparece en la revista El Suplemento la tira del niño bien llamado Panitruco Peñaloza. Con guiones de Carlos Leroy tenía un debut que sería histórico en el trazo, Dante Quinterno. Como el primer personaje propio que Quinterno crearía poco después para la revista La Novela Semanal, Manolo Quaranta, este personaje trataba de vivir sin trabajar. Panitruco tenía la ventaja además que venía de una familia pudiente, y que por eso, era aceptado en los círculos aristocráticos. Pero no de la manera que él se imaginaba. Porque una barra, más bien aquellas patotas de hijos de los clases altas que pululaban en los veinte, liderada por Agamenón Ventolino, se mofaba una y otra vez del cándido Panitruco. Y cada vez que era estafado debía escuchar los rezongos de su padre, que lo calificaba de “corrompido y pelandrún”, algo que perfectamente podría haberle espetado el Coronel Cañones a su incorregible sobrino Isidoro. También como este playboy, Panitruco casi siempre intentaba negocios fallidos o terminaba engatusado por sus amistades “¡Yo me voy a enfermar!” remataba Peñaloza en un anticipo de los miles de ¡plop! de Isidoro ante el fracaso.
Una historieta posterior de Quinterno de 1931, Julián de Montepío, retomaría el estereotipo del “vivillo porteño y playboy, con aires de millonario industrial y comercial", que transitaba historias vinculadas con la timba, las mujeres, y la noche de Buenos Aires. Vivía endeudado y frecuentaba a las damas de la alta sociedad. Otro ensayo del Isidoro que conocemos que quedaría pronto en las gateras porque un actor de reparto se terminó adueñando de la serie, Patoruzú. Recién el Isidoro Cañones que conocemos volvería a mediados de los treinta, y sería una mirada sin tapujos, aunque tierna, de la malas costumbres porteñas. Es notable que ya existía en Quinterno esa crítica llena de prejuicios en Don Gil Contento, personaje publicado a partir del 24 de Agosto de 1927 en el diario Crítica, y que era el “porteño pícaro”, infiltrado en los lujosos salones de la Buenos Aires de los años veinte.
Todos conocemos a Patoruzú e Isidoro. Pocos recuerdan a Don Fierro, que durante décadas era éxito la revista Patoruzú, incluso con merchandising propio. Nacido en 1926 para Mundo Argentino bajo el nombre de Don Fermín, Quinterno experimenta -y agota- las variantes de la relación paternalista que tanto resultado -y agotamiento- darían en la dupla Patoruzú/Isidoro. Porque por un lado Fierro sufría el “chupasangre” del Jefe, e intentaba a toda costa humillarlo en módicas venganzas -tan humanas para cualquiera que haya sido alguna vez empleado-, pero por otro lado, tenía una actitud comprensiva con sus incobrables inquilinos, el Ñato Crosta y Costantino. Había algo de solidarizarse en la desgracia, no exenta de cierta ostentación de poder sobre el otro, que emparentan a Don Fermín Fierro con Patoruzú, “La bondad de este indio noble puede alcanzar limites insospechados, pero no confundamos su credulidad y su ingenuidad con la necedad del lelo. Generoso hasta el asombro, su inmensa fortuna es, antes que suya, de todo aquel que la necesite. Patoruzú sale invariablemente en defensa del débil y por una causa noble se juega integro, sin retaceos. Impulsivo y arrollador, no mide los riesgos que pueda correr su integridad física, como tampoco repara en las trampas que puedan tenderle la serie de truhanes que le salen al paso”, lo definía estrictamente Quinterno, y los guionistas no se apartaban un renglón, so pena de despido. Hilando más fino no sería casual que las tiras de Don Fierro, por momentos conservadoras en la parodia del sometido, vayan en la misma publicación de la revulsiva “Motín a bordo” de Battaglia, con oficinistas con reclamos insólitos -y no tanto- a sus jefes definidos como “imbéciles”. Lo que por abajo decía Don Fierro a su jefe, páginas mediante, los empleados del señor Mordancio se lo gritan en la cara, “usted es un monstruo”
Panitruco Peñaloza estaba ambientado en la Buenos Aires de las primeras presidencias democráticas, luego de la Ley Sáenz Peña de 1912, y se notaba cierta tensión en dibujos y diálogos, ciertos prejuicios raciales e ideológicos. Primeros taxativas viñetas de cómo en las supuestamente inodoras tiras de Quinterno se bajaba línea, algo que el mismo autor claramente solicitaba evitar a sus talentos en los posteriores medios que fundaría, incluso en aquellos exitosos que nada tenían que ver con su métier, “Dinámica Rural”. Aparece en el fatídico 1930 en Julián de Montepío, “Todo argentino que lleve sangre de patriotismo en la venas no debe faltar a la magna cita; hoy, todo argentino debe concurrir a presenciar el desfile de los ínclitos milicos que nos salvaron de la tiranía oficialista”, en apoyo el golpe de Uriburu contra la presidencia de Yrigoyen, en el rescate de Fernando García y Hernán Ostuni en la revista Comiqueando. Este ideario conservador se haría extensivo a pintar a las colectividades de las peores maneras, en particular los judíos. Pero este nacionalismo a la argentina, uno que niega al racismo y pone a un indio como rico terrateniente mientras solapa el exterminio de la tehuelches, mapuches y araucanos en la autodenominada Conquista del Desierto, puede escribir “ya me tenís, chei, jineteando una revista, crioya hasta los caracuses, como ansina han di ser los que se priendan e eya en el pueblerío”, en la primera editorial de la revista Patoruzú en 1936, un clásico que escribiría Quinterno en la primera página, un pacto con el lector que mantendrá casi treinta años.
“Yo algunas vez alguna vez lo hice a Patoruzito derrotando a dictadores como Batista -contaba Mirco Repetto a Leila Guerrero en la revista La Nación- e hice Chei Patoruzito en 1960, cuando la figura del Che Guevara era romántica. Hasta que Quinterno me dijo: basta de dictadores latinoamericanos”, recordando el férreo control -conservador- del historietista sobre su producción, no tan lejano al que Disney imponía en sus empleados. En ambos se traslucía, más allá de una preferencia ideológica, la máxima neutralidad política manifiesta para no ofender grandes públicos, ni clientes, que prefieren el status quo, claro. Sin embargo, a mediados de los sesenta, Isidoro/Quinterno vuelve a poner las cosas en su lugar, a la derecha, y ridiculiza a la guerrilla cubana en “El Che Isidoro”, por lo que la redacción recibió dos atentados con bombas, que no causaron mayores daños ni desgracias, en 1968. Y por esos años renueva el nacionalismo Quinterno, una indudable clave del suceso popular prolongado, en la tira donde aparece una “belleza británica” que ofrece unas vacaciones -gratis- en la estancia del padre en las “Falkland” A lo que Isidoro retruca, en la cita de Judith Gociol, “¡Querrás decir las Malvinas! ¡Eso es patrimonio nacional como el mate, las boleadoras y Atahualpa Yupanqui!”
Antes habíamos mencionado las editoriales de Quinterno, quien en las primeras épocas de la revista Patoruzú no solamente dibujaba la historieta principal sino también los avisos, que en su mayoría ofrece cursos “de rápida salida laboral”, un signo aspiracional para los sectores populares lectores. Si bien las últimas postales de las revistas del indio tehuelche, grande o niño, o del playboy porteño, es que presentaban exclusivamente tiras cómicas, en verdad la histórica publicación, de miles de ejemplares, solamente tenía la mitad de viñetas. El resto eran secciones en clave humorísticas que podían tocar desde el cine a la vida cotidiana, algunas con las grandes firmas de Mirco o Santa Cruz, pero las demás con seudónimos, de ignotos o famosos colaboradores que quedaron en el anonimato, o del mismo Quinterno. En marzo de 1958, el número 1056, en el editorial “Visto, chei”, el Indio/Dante comentaba, “que los vecinos é Mataderos y Floresta al Sur andan contentos porque parece que ¡al fin, chei! van a ver rialuzada una è las principales aspiraciones è la zona…el entubamiento èl arroyo Cildañez…una comisión de vecinos estuvo con è el presidente è la República…pa darle una sacudida el proyecto…salió ´el despacho con seguridad”, destacando la ejecutividad de un gobierno de facto, a pocos meses de la asunción del presidente Frondizi. La obra, “necesaria para la seguridad pública” por tratarse de uno de los mayores vertederos de residuos desde el siglo XIX, recién se finalizaría con la presidencia de Illia en 1965.
Precisamente el 14 de agosto de 1965, en el número 1444, arranca la editorial, sin el lenguaje de Patoruzú, más la voz de Quinterno, con el título catástrofe “Atracos a Granel”, acompañados de dos viñetas de humor gráfico que “juega” a fingir un asalto, parecira la situación normal que soportaban los argentinos. Empieza con el tranquilizador, recordemos que se define como un “Semanario Humorístico para Toda la Familia”, “Todos los días es asaltado un camión pagador (la incitación el golpe de estado de 1966 estaba en el aire, en los lugares más insospechados) -y poniéndose del lado de “caballero que le birlaron jornales y sueldos”, reclama- ¿no se le prendió la lamparita de algún funcionario? ¿-por qué- no se le abre un crédito o se le prorroga una deuda, hasta externa (sic)? ¿Y qué acreedor, ya sea empleado, jubilado, maestro o pensionista, se animaría a patalear ante la falta de pago tan justificada…” Puntos suspensivos del artista más empresario más conservador Quinterno ¿Qué hubiese contestado el adalid de los pobres, el bueno y noble Patoruzú?
Fuentes: Muzio Sáenz-Peña, S. Releyendo Patoruzú. Buenos Aires: Editorial Espasa. 1994; Steimberg, O. Leyendo historietas. Buenos Aires: Nueva Visión. 1977; Cáceres, G. Así se lee la historieta. Los héroes del cómic hasta nuestros días. Buenos Aires: Beas Ediciones. 1994; Rivera, J. B. Panorama de la historieta en Argentina. Buenos Aires: Libros del Quirquincho. 1992; elpais.com
Imágenes: Buenos Aires.gob / Facebook Patoruzú / Patoruzu.com
Fecha de Publicación: 26/10/2021
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