¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónBuenos Aires - - Domingo 26 De Junio
“En el fondo de todo hay un jardín. Ahí está tu jardín” dedicaba Olga Orozco a su amiga, a su amante, Alejandra Pizarnik. En busca de ese mundo oculto a plena luz del día deriva el primer libro de poemas de Diego A. Fleischer, “Esplendor”, editado por su propio sello, Gombos. Amores, sexo, derramar sobre la heteronorma, relaciones de carne y vidrio, espantos y miedos al filo del milenio, “déjame verte,/ bella pieza de alma azul” convergen en “Flores turquesas” del 2000, un poema embrague del también escritor y guionista. "La sabiduría”, “Mariel espera”, y “Matar al Dragón”, algunos filmes, que podrían dialogar con los poemas que reunió en treinta años, digamos el adolescente “Fuego” o el maduro “Miedo”. La misma habilidad de raspar los límites que proyectaba en la pantalla grande, o en las novelas “La codicia celeste” y “Corfirias”, que estallaban los límites zurciendo los géneros de lo fantástico y el realismo afiebrado, lo épico y lo íntimo, llega a estos jardines a la medida de poemas, de las delicias, y no tanto. “Quiero encontrar el pasaje del recuerdo./En mí. En él. En ella. En vos. En todos./ Pero no puedo a nadie, porque puedo a todos./ Sólo necesito verificar la clave del juego./ Adiós. Adiós. Voy. Voy./ Me despido una vez más de mis propios versos.../ A Dios./ Al Diablo”
“Desde la búsqueda a través de lo terrenal y lo místico, los sentidos, la percepción, el sexo, el lenguaje, la muerte, la droga, lo trágico del desencuentro, y a la vez la dicha en el afán por encontrarse y encontrar un otro, es que se llega al “Esplendor”. Un viaje sin destino aparente, a través del día y la noche, repleto de respuestas a preguntas nunca hechas. D. A. Fleischer nos habla como estando en un sueño, o en una pesadilla quizás, densa y elucubrada. Siempre con un tono verdadero y único, que busca experimentar no solo desde la palabra, con adjetivaciones peculiares y vocablos inventados, sino también con la forma, la disposición en la página, y con el tiempo. ¿Quién se atreve a encontrarse, 30 años atrás?”, pregunta Ignacio Zubillaga, quien tuvo a su cargo la edición que reúne la fotografía de Joe Bonomo e ilustraciones de Gabba Salinas. Hace unos días se presentó el libro en Miranda Bosch Gallery de Retiro con una performance actoral, en un travelling de sentimientos y pasiones recitados.
Diego A. Fleischer: A “Esplendor” lo considero una autobiografía contada a través de la poesía. No es una antología porque no son poemas sueltos reunidos para este volumen, ni tampoco una retrospectiva, ya que no fueron antes publicados. Es una biografía con poemas, digo, que fui escribiendo a lo largo de mi vida, y que forman una estructura dramática recorriendo mis experiencias amorosas. Y a través de ellas, cuento mi vida. No se trata de un libro que se armó a partir de lo que soy hoy sino que son poemas escritos en cada etapa de mi vida. Es una biografía en verso que se fue escribiendo con el eje central de lo amoroso, lo sexual, lo tecnológico.
DAF: Lo pusimos el principio porque funciona de manera de prólogo, o si querés de manifiesto, del concepto de todo el libro. En un momento dice “yo, literatura, me interpongo en tu pasaje para que me encuentres”. Con esa frase puedo definir los vínculos que me van marcando y mis relaciones con las otras personas. Y cómo estas relaciones amorosas se terminan ficcionalizando, se terminan convirtiendo en personajes. Entonces la manera de poder reconocerme, y reconocer al otro, es a través de la literatura. Cuando se cruzan estos caminos, la ficción y la realidad, es cuando yo puedo encontrarme y definir lo que es “Esplendor”.
DAF: Se podría pensar como una novela en verso. Se construye un personaje que empieza en la actualidad y va hacia su pasado. Tiene una estructura dramática bien marcada. Está ordenada en tres bloques, de acuerdo a las décadas que fueron escritos, y se ordenaron de manera tal que el lector pueda seguir una historia de vida. Si bien es un libro de poemas, también es un libro narrativo. Están todas las armas aprendidas como guionista en “Esplendor”. Uno puede retroceder como una película a los orígenes de este personaje e imaginar cómo empezó todo. Se trabajó mucho con el suspenso narrativo en el ordenamiento de los poemas, y una tensión dramática, más propia de la novela.
DAF: Puedo y no puedo dividir al poeta del guionista. Cuando ordené el libro me salió el guionista que pone esa ganas en el lector de seguir leyendo para saber lo que sucede. Incluso busqué que lector se sienta identificado, como en las películas, y que no sea un libro abstracto de poemas. Aparecen personajes como Alejo, Sebastián, situaciones como las adicciones a la cocaína, espacios temporales y escenarios naturales. Hay giros narrativos como que el personaje se enamora, luego se desenamora, luego se frustra, y arranca una nueva etapa de oscuridad vinculado a lo religioso.
DAF: Fue el momento intermedio entre esa escritura de exploración juvenil y la escritura adulta. Hay un cambio marcado. Teniendo en cuenta que los anteriores fueron escritos en el umbral de la vida universitaria, y allí lo gai, lo homosexual, estaba fuertemente reprimido. A partir de “Flores turquesas” esa represión desaparece, me abro como gai al mundo, y la escritura refleja otra perspectiva de lo amoroso y sexual. Surge una visión más existencial y no me quedo solamente con lo anecdótico del acto sexual, o el detalle de enamorarme de alguien.
Y me encuentro con un nuevo mundo atravesado por lo digital, y la posibilidad de encontrar múltiples amantes por redes sociales. Empiezo a alejarme de las personas reales de nuevo porque esta era hace que te vayas alejando de lo corporal. Como dice el poema “Piel”, antes el amor era tu madre, era tu esperma, y ahora es tu vidrio. Y aparece un punto clave de lectura del libro, destacado en el prólogo de Ignacio, y que es la separación de lo corporal y lo espiritual. Es el poder amar ya sin cuerpos. Como dice el poema, dado vuelta como una sepultura, sin la necesidad del tacto. Volviendo a “Flores Turquesas” es relevante, además, porque lo seleccionó Gabba para la tapa.
DF: Toda mi escritura está atravesado por lo fantástico. En mis películas se nota claramente. En “Corfirias” (Editorial Catálogos), la novela de 2001 que me trajo a Buenos Aires desde mi Santa Fe natal, se fusiona lo que es la mitología griega con el ciberpunk. A mí lo que me inquieta es lo que no hay. Siempre voy por ese camino. Son las puertas que encuentro abiertas. No de una manera intencional. Mi libido, mi energía creativa, va por esos lugares. Espacios que no tienen que ver con lo efectista.
En el epílogo de “Esplendor” hablo del concepto de mediocridad, que es lo contrario de la poesía o la naturaleza, y allí considero que la mediocridad es lo efímero. Que puede ser un premio literario, un boom de taquilla, o una serie de tevé de mucho rating y que nadie se acuerda el día siguiente. A mí en cambio me llama la atención lo único, lo que no hay, lo permanente. Pero no de una manera de estrategia. Son esos espacios que nos están rondando y que no están siendo ocupados. No creo que sea el único. Hay artistas plásticos que están por fuera del arte decorativo, y que hacen un arte conceptual de mucha profundidad, lejos del circuito comercial. Es mi interés por estos intersticios, o desvíos, lo que me llenan el alma. Agradezco a los artistas que están por fuera de ciertos circuitos de premiación, de la fama; que yo considero otra de las aristas de la mediocridad. Yo quiero, y busco, un arte que dentro de treinta años siga vigente.
DF: Tiberio Gombos era el padre de mi madre. En honor a él llamé así a la editora. Fue un soldado del Imperio Austro-Húngaro durante la Gran Guerra y, en una trinchera, rubricó el primer poema. Se llama “1917”. A partir de ese momento, él escribió poesía durante toda su vida en paralelo al trabajo de ingeniero hidráulico. Tiberio terminó publicando un libro en los setenta en Santa Fe, muy parecido a mí “Esplendor”, contando su vida en verso. Le puso “Balance geohistórico final”. Entonces cuando empiezo a cranear mi libro, y veo las opciones de editoriales, me doy cuenta recordando a mi abuelo, que es el punto de partida para una línea editorial propia, con mi propia estética. Así puedo publicar cosas como las de Tiberio, a Nicolás Pinkus, que tiene ya un gran recorrido como poeta y lanzar en un solo volumen su producción, y a Fernando Callero, un poeta litoraleño que falleció hace poco. Incluso publicar libros de arte como el de Bonomo de fotografía, que no tiene ninguna edición de su trabajo completo. O un libro de Julián Gorodischer que es un cómic. Entrar en esos lugares donde las editoriales, o las productoras, no entran, y que me parecen de alto valor artístico.
DF: Es el mismo que hoy te habla. Es aquel que en los espacios en los cuales trabaja aporta su granito de arena. Entonces en mi actual cargo de Head Writer de Disney, si bien hay una bajada corporativa, o un interés de marca, lo que están buscando ellos de mí es la mirada propia filtrada. El “anarquista plurisingular” es aquel que tiene la cintura de estar en el mainstream y en el under, que para mí no existe, y hoy es más bien lo alternativo. Puede ir poniendo en los huecos del sistema, algo que para mí marca una diferencia, otras voces, lo que no hay. Siempre creo hay un lugar donde uno puede explotar su expresividad distintiva. Yo creo que lo plurisingular es amplificar tus ideas, tus sentimientos, y llegar al alma de los demás.
Imágenes: Patricio Toscano
Fecha de Publicación: 28/05/2022
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