¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónBuenos Aires - - Sábado 25 De Marzo
Carlos Alonso (Tunuyán, Mendoza, 1929) es un pintor, muralista, dibujante y grabador argentino que descendió a los infiernos latinoamericanos con sus acrílicos, sacó las vendas a los genios de las artes con sus lápices, y compuso collage y murales que son carne viva de la historia de los pueblos. Sus temas son universales y argentinos a la vez, la violencia, las víctimas de todas las épocas, las ideologías, la sexualidad y las representaciones hegemónicas, “una vez que el tema está dentro de mí -sostenía el artista a Tomás Eloy Martínez en 1974- trato de demorarme en él, para ir depositando la multitud de sensaciones que me asaltan mientras pinto. Sé que el tiempo que yo permanezco trabajando en el cuadro es el que necesita el espectador para descubrir todo lo que yo puse en él. Sí, es verdad. Parece que al pintar estuviera escribiendo una novela”
Hijo de un despachante de aduanas y una ama de casa, abandona los estudios secundario e ingresa a la Academia de Bellas Artes de la Universidad de Cuyo, donde tiene de profesores a Sergio Sergi, Ramón Gómez Cornet y Víctor Delhez. A varios de ellos acompaña a Tucumán cuando entran en conflicto con las autoridades peronistas en 1949, él también mirado con malos ojos por su militancia comunista “Fue mi maestro, pero más en lo personal que en lo pictórico – remarcaba la figura de Spilimbergo, quien conoció en 1951 en la universidad tucumana, y de quien dedicaría conmovedores retratos mientras era su vecino en Córdoba- Fundamentalmente, él era un hombre libre: libre de las convenciones comerciales, de las especulaciones, del éxito, de la fortuna y de las modas; la de él era una libertad llena de rigor”, sostenía Alonso, que también recibe allí la influencia de Lajos Szalay en el dibujo, y aprende a dinamitar los trazos en métodos innovadores. Tempranamente encara la deshumanización de los hombres en el mundo contemporáneo, en un realismo-expresionismo no exento de ironía. Expone en 1953 en Buenos Aires, “Alonso siente con hondura los temas humildes y dramáticos…penetra en la órbita del arte con los sentidos alertas”, serían sus primeras críticas, y consigue una beca por Europa que impacta en el joven pintor con los grandes artistas, en especial dos a los cuales volvería una y otra vez en disparadores y citas, van Gogh, “a través de él aprendimos (redescubrimos) a la pintura como una fuerza que pone claridad en nuestra vida” y Rembrandt, “el tema de este pintor holandés es la carne…el mismo movimiento que las ciudades: su floración y su decadencia”
En Italia incorpora el grabado, que trabajará en un taller propio a su regreso en Esmeralda y Paraguay, y que alterna con tertulias interminables en los bares Moderno y el Floridita, que lo cruzan insospechadamente con los artistas de la Manzana Loca di Tella (Alonso no concordaba con la “muerte de la pintura de caballete” declamada por Jorge Romero Brest, el pope de la movida artística de los sesenta, pero admiraba a pintores cercanos como Rómulo Macció y Ernesto Deira). En los años sesenta Alonso desarrolla una perspectiva fracturada y discontínua que explotan en “Blanco y Negro” (1963), conjunto sobre miedos y recuerdos infantiles, “la pintura de Carlos Alonso nos intranquiliza”, acotaba David Viñas. Y que tiene en 1965 un giro testimonial con los dibujos sobre “El Matadero” de Esteban Echeverría, plenas de metáforas sobre la carne, el poder y la violencia “La preocupación por las constantes de violencia que envuelven la historia argentina es en mí un sentimiento visceral” admitía Alonso, que a fin de esa década sufrió por primera vez la censura por los obras de la “Lección de anatomía”, una osada reinterpretación de la famosa obra de Rembrandt con las personajes, y contextos políticos, que intervinieron en el asesinato del Che Guevara en Bolivia. Todo en clave pop y neoexpresionista. La pintura como una herramienta ética frente a la historia y, que contribuya a la construcción de un revolucionario significado histórico, serán una constante de su trabajo; en un anticipo de su adhesión al Nuevo Realismo italiano -y que era fundamentalmente un arte politizado pero no panfletario. Alonso ya se había adelantado a estos lineamientos en las célebres exposiciones colectivas en la SAAP - Sociedad Argentina de Artistas Plásticos- contra la represión en Tucumán por la dictadura de Onganía, o el imperialismo norteamericano.
“También aprendí mucho con la ilustración; siempre estuvo en el centro de mi taller, nunca fue la hermanita pobre. Ilustré treinta libros. Me permitió un contacto muy cercano con los poetas: Dante, Lorca, Neruda, Maupassant…”enumeraba Alonso, que inició sus labores gráficas con El Quijote (1957) y que tiene joyas en sus versiones del Martín Fierro (1959), “El juguete rabioso” de Roberto Arlt (1967), y La Divina Comedia (1969), todas donde al artista “sigue cumpliendo con el carácter crítico y contestario que atraviesa la totalidad de la obra”, señalaba el crítico Raúl Santana, “Cuándo entrás a esos poetas, no salís indenme. Algunos los ilustré a la acuarela, otros con monocopia o collage. Me gustaba mucho buscar y encontrar el material que sustentara esos textos. Esas técnicas era experiencias que se quedaban en mi taller, que se hacían definitivas. Además, la ilustración me dio la independencia económica que necesitaba para hacer la pintura que quería” Con Alonso, no se sabe quién ilustra a quién.
“La muestra “El ganado y lo perdido”, que de alguna manera anuncia todo el resto, fue antes del Proceso. No era una premonición, las señales estaban ahí -Isabel Perón y los militares, la Triple A-, solo que muchos no querían verlas y miraban para otro lado. Ya había sucedido la -Masacre- de Trelew. Son cosas que no pasan desapercibidas aunque pasen en silencio. En ese momento no pensaba vender esas obras, las hacía para mí. Igual nadie quería comprarlas”, comentaba Alonso a los curadores de la exposición “Pintura y memoria” en el Museo Nacional de Bellas Artes en 2019, una de las más concurridas del milenio. Esa era una serie que venía trabajando desde 1971 y que se expuso en Art Gallery, junto a otra de aguafuertes y serigrafías “Mal de amores”, unos meses antes del golpe de 1976 “Un poder -sobre los cuerpos- que se ha desorbitado y no pone límites a sus transgresiones, considera y trata al cuerpo humano como si fuera una vaca…se trataba pues de ir tirando de esa pequeña cuerda para que apareciera esa madeja siniestra que después vimos en su verdadera dimensión” señalaba a la distancia el pintor, que tuvo que exiliarse en Roma y Madrid con su esposa e hijo, y que sintió la real y cruenta envergadura del Terrorismo de Estado en carne propia: su hija Paloma se halla detenida-desaparecida desde 1977.
“Manos anónimas” fue la serie que iniciada en Europa, similar el título de la instalación abortada de 1976 en el Museo de Bellas Artes (militares, reses y cuerpos mutilados que fueron recreadas en 2019), y expresaba la herida infinita del artista, la ironía se funde con una realidad dolorosa, y mujeres y niños sufren del horror. El Horror. No hay más espacios para metáforas sarcásticas en las realizaciones del artista “Se me había quebrado el mundo” rememoraba su regreso al país en 1981, y la búsqueda infructuosa de su hjja secuestrada en San Telmo. Vuelve a la casa de Unquillo en Córdoba, el hogar de Alonso desde 1982. Allí comienza a pintar paisajes, “una forma de poder elaborar el duelo…quería recomponer mi propia memoria…era preciso encontrar la belleza y la potencia dentro”, cerraba el artista, una figura central en museos y bienales del mundo, perseguido en su patria.
Figura periférica del mundo del arte nacional, “trabajar haciendo un cuadro que irremediablemente se convierte en mercancía es intolerable”, enfatizaba Alonso en 1969, las últimas décadas lo transformaron en un artista canonizado de los museos y galerías, con antológicas y retrospectivas que se alternan con producciones nuevas, “El pintor caminante” (1990) o “Sean eternos los pinceles” (2015) con Guillermo Roux, y murales, entre ellos “Con los pies en la tierra” (1993) para los lunetos de la cúpula de las Galerías Pacífico, o “La Inauguración” (2004), en la Cámara de Senadores de la Provincia de Buenos Aires. Recientemente se distinguió al artista con el Premio a la Trayectoria del Salón Nacional “Pinto -sostuvo Alonso en los dos mil, un artista que rehuye de los halagos fáciles y las tapas de revistas- Vivo y trato de enfrentar la crisis pintando. No hay otra manera de resolverlas. Una vez le preguntaron a Picasso que haría encerrado en una celda y sin materiales para trabajar. El contestó con una frase muy bella a la que adhiero totalmente, porque expresa la convicción de que siempre se puede intentar algo: “Yo dibujaría con la húmeda lengua sobre el piso seco””
“Entre la gente y las calles de mi pueblo/y descubro que vuelvo alucinado/porque éste es el espacio exacto que me/Corresponde” en palabras del poeta Hamlet Lima Quintana que ilustró Alonso en 1989, como antes había hecho con su gran amigo, otro gran poeta, Armando Tejada Gómez. En las calles de tu pueblo, te encontraremos, Pintor.
“Hubo hábitos que se perdieron del todo o que se redujeron al máximo, sobre todo en las ciudades como Buenos Aires: el encuentro en los bares, la fascinación del diálogo, las relaciones de fraternidad entre las personas, los gestos solidarios. La dictadura se planteó como un proyecto para transformar la sociedad y lo logró. Se pasó de aquella mentalidad romántica, que era capaz de dar la vida por lograr una sociedad más justa, a la especulación con la tablita del dólar, donde hasta las amas de casa seguían la cotización de la moneda norteamericana. Fue un huracán que arrasó aquella cultura, que no sé si recuperará pero que es indispensable para la vida. En la Argentina de este comienzo de siglo, el huracán es el plan económico. No está dejando nada en pie. Y la gente vive la situación como una catástrofe…en esa circunstancia se hace difícil concentrarse en el trabajo. Para aquellos que lo tienen, porque hay cientos de miles de desocupados. Cuando hay que pensar todo el tiempo en la situación del país, la energía creativa se retira. Es como estar atrapado en lo inmediato y no poder escabullirse de eso” en Puertas Entreabiertas. Charlas con doce grandes artistas argentinos. Buenos Aires: Ediciones del IMFC. 2009
“Vos tenés una línea mucho más firme. Responde a un impulso interno, que no te la da nadie, te lo da la naturaleza. Una precisión en lo que querés decir que es inapelable. El signo tuyo. Eso es lo que tenés de extraordinario. Se ve en tu pintura. Dibujás como un chico…en sintonía con tu pensamiento” Charla con Guillermo Roux, recogido por María Paula Zacharías. Ro Galería de Arte. 2014.
Fecha de Publicación: 04/02/2021
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