¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónBuenos Aires - - Viernes 02 De Junio
La memoria argentina de los últimos cuarenta años se construyó en la fotografía documental. Fueron los fotoperiodistas, los reporteros gráficos, quienes mejor registraron y entendieron la lucha por el retorno de la democracia, las emblemática fotos de Ana Lestido y Eduardo Longoni de las primeras marchas por los derechos humanos, las vaivenes de las instituciones y la sociedad, el estallido del 2001 en la lente de Rosana Schoijett, y la marea verde en la mirada de Eva Cabrera. Algunos nombres que estarán presentes con sus masterpiece, enseñanzas y legados en la Bienal Argentina de Fotografía Documental. Décima edición, en Tucumán del 5 al 8 de octubre 2022. El mayor encuentro de la luz de la Argentina con veinte años de rica historia compartiendo las imágenes que enraizan el calidoscopio nacional.
Y una de las más icónicas es sin dudas aquella de Julio López, desaparecido en 2006, tras denunciar el horror y el calvario que vivió en la dictadura. Sus ojos cerrados, el cuerpo despojado, siguen siendo un llamador de mirarnos con los ojos del alma. La autora de esta imagen que recorrió el mundo es la fotógrafa Helen Zout, la invitada de honor de la feria donde se despliegan talleres, acciones performáticas, visionado de portfolios, feria de libros relacionados con la materia y conferencias totalmente gratis, en distintos puntos de San Miguel de Tucumán.
“Se corresponde con mi modo de trabajo”, comenta la artista de esta toma que integra “Desapariciones”, que se podrá visitar en el Centro Cultural Eugenio F. Virla, “Yo entrevisto a quienes fotografío de manera individual y privada, sin asistentes. Es la persona y yo. Antes de llegar a la entrevista hago una profunda investigación para interpretar las clave de su imaginario. Dolores, dudas y proyecciones. Julio cuando hablaba tenía muchos recuerdos, tenía una memoria enorme, pero temía perder estas por la edad. Entonces López cerraba mucho los ojos cuando quería contar algo. Y en la sesión retomé esa actitud para que sea un hecho simbólico de su reconexión, la nuestra, con el pasado. Esta reconexión que hizo él en vida permanentemente, tanto en los juicios, como contactando a las familias de las personas que vio morir en su encierro. Porque era un sobreviviente”, remata la ganadora de la Beca John Simon Guggenheim, actualmente curadora en el Museo de Arte y Memoria de la Provincia de Buenos Aires. Helen, también una sobreviviente.
Helen Zout: Yo participé desde las primeras ediciones con un trabajo sobre niños con SIDA y sus familias. Es un trabajo de los ochenta que tuvo un interesante recorrido y muestra a los pequeños con máscaras. Sinceramente quiero felicitar a Julio Pantoja y el equipo porque es una tarea ciclópea organizar la Bienal. Porque es por puro amor a la fotografía. Convocar a los fotógrafos del país y del extranjero es un esfuerzo que en este contexto no puede pasar desapercibido.
HZ: Cobró mucha envergadura por los acontecimientos históricos que vivimos. Y que tienen implicancias hasta el día de hoy. No es una historia pasada y cerrada. Es una historia que se reactualiza constantemente. Claro que todos los hechos históricos no se construyen de un día para otro, ni quedan cerrados, y es una construcción permanente por décadas.
La fotografía argentina documental ha logrado un nivel de excelencia que es reconocido en el mundo. Y creo que se vincula, en mi caso particular, en ser fiel a la vivencia de un pueblo. Alcanzó un alto nivel porque en muchos trabajos posibilitó un gran acercamiento a los problemas sociales; algo que se logró con el compromiso de los fotógrafos argentinos con su realidad.
HZ: Inauguro la muestra “Desapariciones” con la foto de Julio, en marzo de 2006 en Recoleta, y él fue secuestrado, tal vez desaparecido, por segunda vez, quizá fallecido por la edad cronológica, pocos meses más tarde, el 18 de septiembre. No sé si llegó a visitar la exposición pero conoció la repercusión mundial de esa foto.
HZ: Elegí a Julio porque es un sobreviviente. Yo retraté a muchos sobrevivientes, como a Víctor Basterra, bastante conocido porque trabajó de fotógrafo esclavo cuando estuvo en la ESMA -Centro Clandestino de Extermino y Tortura en avenida Libertador al 8500, ex Escuela de la Armada-, y que integraron “Desapariciones” junto a la foto de López. En esa camino retraté a hijos de desaparecidos, a madres y abuelas de desaparecidos, y también los espacios, como los centros clandestinos y el río, el destino final de muchas personas. Investigué en lo que era la Dirección de Inteligencia de la Provincia de Buenos Aires y comisarías –aún existentes-, en un momento que quedaban muchos signos de la represión. Imagínate que en esas comisarías todavía no se había comprobado la participación en el exterminio porque los Juicios de la Memoria fueron posteriores. Cuando arranqué hice una exploración inaugural que sirvió en parte en la condena a los genocidas. No era nada sencillo. Y Julio fue de los primeros que se abrió conmigo, incluso compartiendo sus dibujos para no olvidar. Todo quedó en la serie que reconstruye un imposible: fotografiar las desapariciones.
HZ: Para mí es documentar un hecho desde convicciones artísticas y éticas. Y tiene una vuelta más, que es comprometerse con una problemática y realizar la documentación en tiempos largos. Cuando más conozco y paso tiempo con mi tema de fotografía, mejor será la serie.
Es hacer sentir que estás en la escena. Ese salto se da cuando el comunicador interpreta la escena de manera cabal. Puede suceder o no. El secreto es saber qué querés representar del mundo. Qué te inquieta. Qué mejorarías.
HZ: En la Argentina se perdió mucho de los grandes fotógrafos que estaban en los medios. Antes era esperar que arriben los diarios para sorprenderse con la calidad de los compañeros. Había muy buenos reporteros. Después se empezó a contratar a agencias, o recargar a pocos, y se diluyó la relevancia de la imagen. Y esa idea que “todos somos fotógrafos”, porque los celulares permiten una muy buena foto en tamaños pequeños, que impera en algunos medios, y que devaluó la calidad y el trabajo de los fotoperiodistas profesionales.
Y, además, en las bienales y festivales se suele ver que hay mucho y te quedás con poco. Lo positivo es que veo un renovado interés por cuestiones teóricas que mejoran el desempeño profesional. Es que se expone gran cantidad, grandes tamaños, como si eso fuera garantía de algo. Un metro por setenta no me garantiza que la fotografía sea buena. Yo voy por otro lado, rescatar los pequeños y valiosos mundos privados, íntimos, esenciales.
Fecha de Publicación: 05/10/2022
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