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Benito Quinquela Martín: los ojos de La Boca

La vida de Benito Quinquela Martín, uno de los artistas plásticos más importantes de nuestro país, parece una novela. Entrá a la nota y conocé los detalles.

La vida de Benito Quinquela Martín, uno de los artistas plásticos más importantes que dio nuestro país, es una novela en sí misma. Desde el vamos, se desconoce su fecha de nacimiento, lo único que se sabe con certeza es que el 20 de marzo de 1890 fue abandonado en un orfanato con una nota que decía “Este niño ha sido bautizado con el nombre de Benito Juan Martín”. Se dedujo que tendría unos 20 días, por lo que estableció como fecha de nacimiento el 1 de marzo. El bebé estaba envuelto en un pañuelo cortado por la mitad, con una flor bordada como adorno. Quienes lo conocieron afirman que toda su vida estuvo esperando que aparezca su madre biológica con la otra mitad del pañuelo, cosa que nunca ocurrió.

Hasta los siete años vivió en un asilo de San Isidro, momento de su vida al que siempre refirió como nebuloso, sin tener recuerdos claros. Tuvo una infancia triste y solitaria, sin figura paterna y rodeado de monjas. De grande, siempre se preocupó por aclarar que el asilo era limpio y espacioso y que nunca le faltó la comida. Estaba agradecido.

A los siete años lo adoptó la famila Chinchella, quienes eran dueños de una carbonería. Desde muy chico trabajó en el negocio familiar, experiencia que lo influenció de por vida: sus pinturas portuarias, por las que se hizo internacionalmente conocido, muestran la dureza de la actividad del barrio de La Boca.

Benito se transforma en Quinquela Martín

Benito nunca estudió pintura de manera formal. El hecho de ser autodidacta hizo que en muchísimas oportunidades sus colegas lo menospreciaran, evitándole el ingreso a la elite artística. La crítica, embelesada por su talento, no sabía en qué lugar colocarlo. Se ganó el espacio a fuerza de trabajo y disciplina, pero también se encargó de marcar la diferencia en cada oportunidad que tuvo. Un claro ejemplo de esto es su decisión de usar como principal instrumento de trabajo la espátula en lugar del pincel.

Ya grande, se contagió una gripe que derivó en una hemiplejía. Con mucho esfuerzo recuperó parte de la movilidad de su cuerpo, pero nunca recuperó su fuerza y su vigor. Soltero y sin herederos, convencido de que ya no podía vivir solo, se casó a los 84 años con su secretaria de toda la vida: Alejandra Marta Cerruti.

El martes 28 de enero de 1977 falleció por una complicación cardíaca. Tenía 86 años. Luego del velorio en su casa y taller, fue enterrado en un ataúd que él mismo había fabricado años atrás: “quien vivió rodeado de color no puede ser enterrado en una caja lisa”. En la tapa del ataúd había pintado una escena del puerto de La Boca. No es posible encontrar un descanso más apropiado.

Estampilla argentina, año 1977.

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