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Beatriz Sarlo: escenas de la vida intelectual argentina

Figura insoslayable del pensamiento nacional, revolucionaria en el crítica literaria y el estudio de las ideas en Latinoamérica, Sarlo es una rara avis que no escapa del lodo mediático. Caiga quien Caiga.

Arte y Literatura
Beatriz Sarlo

Que Sarlo opinó sobre tal o cual tema candente. Que Sarlo habla sobre el Poder en tiempos de pandemia. Como la última de una especie en extención, los intelectuales en el debate público, una tradición perdida nacional, e iniciada por Moreno, Alberdi y Sarmiento, Beatriz Sarlo encarna la agudeza intelectual, sin jactancias académicas, y que busca en el llano nuevos horizontes, nuevas preguntas. La larga trayectoria inmersa en los dilemas argentinos autorizan a Sarlo a diseccionar la realidad con una suma de saberes que parten de las humanísticas al periodismo, y viceversa. Sarlo intelectual es tan urgente como Sarlo periodista: “La teoría de la cultura nacional no se desarrolla al margen de una concepción de la Argentina”, escribía Sarlo en 1974 con respecto a Juan José Hernández Arregui, un intelectual neoperonista que la influyó en su etapa universitaria, “de la historia de sus luchas sociales, de sus políticas y sus ideologías”. En libros de ensayos y crítica,  artículos y entrevistas, Sarlo narra hoy la más ajustada teoría de la cultura y sociedad del nuevo milenio.

Beatriz Sarlo nació en Buenos Aires el 29 de marzo de 1942. Nieta de inmigrantes gallegos, crece entre los barrios Belgrano y Villa Urquiza, en un zona que se llamaba Villa Mazzini en los cuarenta. En la formación de la futura intelectual es decisiva la influencia de un tío Fernando, que ella define “anarquista liberal, con rasgos populistas”, “en aquellas tardes de campo -con él- aprendía muchas cosas: por ejemplo, de dónde salía el asado; o que alguien podía no sentirse ni blanco ni negro, ni peronista ni antiperonista, aunque al mismo tiempo se ubicara más cerca de unos que de otros”, recordaría en la revista Ñ. También impactaría en Sarlo una casa donde “se hablaba mucho de política, aprendí algunos apellidos antes que los de los actores de radioteatro y los cantores de tango”, diría quien a lo largo de los años, nunca abandonaría la arena política.

Beatriz Sarlo

“A comienzos de los sesenta, yo pensaba que la política se actuaba”, afirmaba Sarlo al diario español El País, que en aquellos tiempos alternaba el modernizador Instituto Di Tella, y grupos ligados al peronismo de la combativa CGT Colón. “Los políticos eran egresados de Derecho. De ahí salía la política en Argentina, como quienes daban golpes de Estado salían de las Fuerzas Armadas. No era una alternativa en mi cabeza. Hubiera deseado estudiar Antropología, pero cuando llegué a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires me dijeron que era una carrera muy de derechas, casi una Paleología. Elegí Literatura porque ya era una lectora voraz”, afirmaba Sarlo, que creció además rodeada de maestras públicas por vía materna. Esa experiencia peronista tendrá su apogeo una vez egresada, fundando un línea de la Juventud Peronista en Trelew, Chubut, y en un viaje posterior por Latinoamérica, “Quién era la chica de jeans, borceguíes y remera roja” escribiría en “Viajes. De la Amazonia a las Malvinas” (2014), de aquel trayecto donde se acercaría a los movimientos tercermundistas, y posiciones de la izquierda, maoísta.

En el campo intelectual, desde una posición periférica a la universidad, una vez egresada regresó recién en 1983 para reorganizar la Carrera de Letras de la UBA, en 1967 publica se primer trabajo de crítica literaria,  “Juan María Guitérrez: historiador y crítico de nuestra literatura”, en donde anticipa un método de trabajo en que las herramientas de la literatura desbordan hacia la realidad. Las trilogía de los ochenta, “El imperio de los sentimientos” -un homenaje a su mentor Roland Barthes-, “Una modernidad periférica”,  y “La imaginación técnica” -otro homenaje, ahora a Walter Benjamin- completarían la Operación Sarlo que constituye en tomar políticamente los objetos y discursos de la cotidineidad, pueden ser revistas populares o celebreties, y  proponer un “salto de programa”, diría Daniel Link, una ruta emancipada del populismo, y los claustros,para reformular las mismas preguntas de siempre, Civilización o Barbarie, Peronismo o Antiperonismo, Borges o Arlt, etc etc. La Operación Sarlo propone otro punto de vista del pensamiento nacional. 

En 1971 ingresa al consejo editor de la revista Los Libros, una publicación que empieza siendo de crítica moderna de novedades editoriales, y se radicaliza políticamente como toda la sociedad, una intervención profesional que marcaría en Sarlo su condición de sagaz editora. También aparece en esta publicación la cuestión del intelectual frente a la sociedad (y el qué hacer), una de las preocupaciones a lo largo de su producción teórica, “¿La crítica cultural seria por fin un discurso de los intelectuales?... El lugar puede construirse, los problemas provocan la intervención, y además, la realidad permite pocas alternativas. Imposible encontrar argumentos nuevos y mejores para criticar el conformismo frente a lo realmente existente como si fuera lo único posible… el pensamiento crítico no es una solución a este nudo. Es, solamente, una perspectiva: la puerta estrecha todavía no se ha cerrado”, anotaba en “Escenas de la vida posmoderna. Intelectuales, arte y videocultura en la Argentina” en 1993.  

 

Punto de Vista: Treinta años del giro cultural

El siguiente proyecto editorial de Sarlo tendrá una injerencia duradera en la cultura nacional, alejada de la radicalización política anterior, antes en pos “de la lucha por la independencia argentina y la liberación nacional”, firmaba el ensayista en 1975 en una polémica con Ricardo Piglia, y que quedó silenciada por obvias razones, acontecido el golpe del 24 de marzo de 1976. En este pasaje a la clandestinidad, incluso usaba el seudónimo de Silvia Nicolini para firmar artículos, alumbra la revista Punto de Vista en 1978. Hasta 2008 representó una mirada cultural a los problemas argentinos, con foco en los procesos de modernización auscultados en libros, el arte y la política, y un real puente entre los intelectuales a partir del horror de la dictadura “Cuando empezamos a hacer Punto de Vista (acotaba Sarlo en varias entrevistas sobre un proyecto asentado en los Grupos de Estudios, que funcionaron secretos en los peores momentos de persecusiones, secuestros y desapariciones, entre 1976 y 1980. Vale recordar que los comunistas que financiaban el proyecto de su revista fueron detenidos-desaparecieron en agosto de 1978. Todos) fue como los ejercicios físicos que hacen los presos. Eso que cuenta gente que estuvo mucho tiempo presa, que todos los días tenés que levantarte y darle como si estuvieras en un gimnasio, es parte de tu rutina.  Punto de Vista era para nosotros eso, era el ejercicio del preso. El preso que se fija por dónde entra el sol para ponerse ahí, los 40 minutos que el sol entra porque tiene que hacer ejercicios de brazos, piernas, abdominales, colgarse. Tiene que mantenerse perfecto, porque las condiciones de privación de libertad son tan extremas. Eso fue para nosotros Punto de Vista. Era más una salvación de ese núcleo de personas, y de quienes lo rodeaban, una apuesta para que en ese núcleo pudiera seguir subsistiendo  la cultura en Argentina”, cierra la editora de la revista de resistencia intelectual que, entre otras cosas, reconfiguró el canon literarario en Sarmiento-Borges-Saer, éste último escritor santafesino sustentando en la mirada de Sarlo por una escritura contemporánea. Una que mejor suturaba una constante preocupación por el presente desde posiciones éticas, estéticas y, al fin,  políticas. Punto de Vista inventó una manera de leer la literatura argentina -y a su público, que continúa en su etapa virtual desde los dos mil con su compañera de ruta, Bazar Americano, www.bazaramericano.com.

Durante los años ochenta publica la trilogía fundamental mencionada, instaura conceptos originales de análisis como “modernidad perífica” u “orillas” -a Borges a dedicado el esencial estudio “Borges, un escritor en las orillas”, 1995-, y se vincula nuevamente a la política con el retorno a la democracia, aunque no en el alfonsinismo ni tampoco en el Grupo Esmeralda, el conjunto de intelectuales que asesoraba al presidente Alfonsín, entre ellos, Juan Carlos Portantiero y Emilio de Ípola. Mantiene una actitud de independencia, al igual que la revista, “la trayectoria de la revista se puede asumir a la mía propia”, aseguraba en aquel momento, y que le permite adoptar una fuerte posición crítica durante la presidencia de Menem, “las identidades, se dice, han estallado. Ese lugar no está el vacío sino el mercado… la ciudadanía también se ejerce en el mercado, y  que quien no puede realizar allí sus transacciones, queda fuera del mundo… el mercado unifica, selecciona, y produce la ilusión de la diferencia… El mercado es en lenguaje”, escribía Sarlo de los años de la “economía social de mercado” y la globalización menemista “Instantáneas: Medios, ciudad y costumbres en el fin de siglo” de 1996 profundiza el giro etnográfico que los escritos de Sarlo tomarán en los dos mil, clave en su último libro “La intimidad pública” (2018)

Beatriz Sarlo

Alejada de la universidad en 2003, en la cual Sarlo tuvo reconocimiento pero ostentó una posición inestable por su programa modernizador y polémico, consolida su figura mediática iniciada en la década anterior. Colaboraciones en multimedios exponen su figura al límite del escarnio, quedando solapada su estatura intelectual en mapear la máquina cultural, pese a que publica fundamentales estudios sobre Walter Benjamin, Susan Sontag y Saer. Más enfrascada en los debates del tiempo presente, otra vez crítica de los oficialismo luego de un breve paso por el Frepaso -que integró la Alianza ganadora de la elecciones presidenciales de 1999. Quedaron célebres su aparición en el programa oficialista “6,7,8” en 2011, o su postura contraria a la celebración del “Día del Veterano y los Caídos en la guerra en Malvinas” el día 2 de abril, fecha de la invasión a las islas argentinas por un gobierno de facto genocida, “Elegir la posición que adoptaremos en la cuestión Malvinas (...) es elegir el país que queremos, la Argentina del futuro. Una Argentina cerrada y ensimismada en el victimismo y sus propias razones o una Argentina abierta al mundo y capaz de articular sus intereses y aspiraciones con las de todos los seres humanos", señalaba el texto de varios intelectuales, que Sarlo rubrica, y concluía, "La dolorosa tragedia provocada en 1982 por una dictadura sin escrúpulos y exaltada aún hoy por un nacionalismo retrógrado convoca nuestra responsabilidad y la de todos los argentinos" Una posición  coherente a su postura vital, expresada en una columna del diario La Nación cuando viajó a Malvinas en 2012, “yo no estoy segura de que quería conocer más las islas. Y tampoco las quiero, porque quererlas más acerca peligrosamente al nacionalismo del que he tratado de apartarme” La última polémica en el ámbito cultural, sin mencionar la habituales mediáticas, queda reflejada en “La lengua en disputa. Un debate sobre el lenguaje inclusivo” (con Santiago Kalinowski. Ediciones Godot. 2019), “ Es difícil que el voluntarismo se imponga sobre el uso lingüístico. La escuela primaria argentina en lo años veinte le pedía a las maestras que usaran el tú en el aula. Y lo usaban. Cuando salían al recreo les decían a los chicos “vos no corrás, vos portate bien”. Fue un fracaso. Los usos lingüísticos están ligados a los grupos en los cuales se expanden. No tengo dudas de que en los colegios de élite porteños se usa les chiques ¿Qué pasa en las periferias? Son procesos de larga duración”, remataba Sarlo, experta declarante, en una nota de Pablo Díaz Marenghi en www.artezeta.com.ar.

Sarlo recibió la Pluma de Honor de la Academia Nacional de Periodismo de la Argentina, Orden do Merito Cultural, grado Gran Cruz, de la República de Brasil, y el Premio Internacional Pedro Henríquez Ureña 2015. Además dictó cursos en las universidades de Columbia, Berkeley, Maryland y Minnesota, fue fellow del Wilson Center en Washington, y "Simón Bolívar Professor of Latin American Studies", en la Universidad de Cambridge.

“ La última persona que dijo que quería hacer un partido socialdemócrata fue Alfonsín, que dejó la presidencia en 1989”, consultada por Raquel Garzón en 2015 sobre qué significa ser progresista en Argentina, “Desde 1945 ha sido difícil definir el progresismo porque el peronismo compite por ese espacio como un movimiento que se autodefine como populismo. Creo que el horizonte de un progresista es la igualdad. No la igualdad de oportunidades, que puede ser un instrumento, pero que por sí sola deja a los más desposeídos, a los más jóvenes, en el mismo lugar donde los encuentra porque no tienen recursos para aprovecharla. Esa diferencia es lo primero que hay que explicar”, y reflexionando sobre nuestras carencias, “-Nos falta- Algo que existe en Uruguay y en Chile. Un sentido más fuerte de la legalidad, ausente en los políticos y en los ciudadanos. Es algo que el país tiene que construir. Quizá la carencia se relacione con los periodos de golpes militares o con otras cuestiones culturales. La transgresión es permanente en Argentina: desde no pagar los impuestos hasta cruzar semáforos en rojo”, sentenciaba Beatriz Sarlo, una intelectual comprometida que brinda herramientas para la “gran tarea inconclusa” de construir una Nación.

 

Dice Beatriz Sarlo

“La estratificación de la sociedad es bestial. Entonces cuando hablamos de los intelectuales estamos hablando de la equivocación que tuvieron los intelectuales, que en un momento subieron a un púlpito y pensaron que su voz iba a ser tan poderosa que iba a llegar hasta el último recinto de la sociedad. Y no es así. Podés llegar ahí nomás, yo creo que a gente que casi podrías conocerla. Cuando hacíamos Punto de Vista yo decía “esta es una revista que casi puede ser escrita por los que la leen”, no empíricamente, pero sí sociológicamente. Los que la leen podrían o podrán escribirla. De hecho, muchos pudieron escribirla. Es decir, se formaron en Punto de Vista y terminaron en el consejo de dirección de Punto de Vista o escribiendo en Punto de Vista. Esto quiere decir que nuestro mundo es muy chico. El mundo del diario La Nación es un poco más grande, el del diario Clarín es un poco más grande aún, pero no es tanto más grande. Comparado con -Marcelo- Tinelli, esos mundos no son tanto más que el de Punto de Vista. Nuestra equivocación fue pensar que esa voz era universal, que era una voz que llegaba a todos lados y no llega a todos lados, y cuando llega, llega mal”. Entrevista de Sofía Mercader y Diego García en www.artepolitica.com

 

Dicen de Beatriz Sarlo

“El fragmento, dice Sarlo, es el representante de aquello que nunca podrá ser captado como totalidad orgánica, porque esa totalidad se ha perdido…buscar -la totalidad- en los detalles casi invisibles… -esta es- la clave que permite relacionar a…Sarlo en una figura coherente: ya que interpela  a la literatura argentina, interpela a las políticas culturales e interroga a la teoría para encontrar en ella las herramientas metodológicas que garanticen la eficacia y la consistencia de ese rompecabezas. No es que haya que renunciar a la totalidad, sino que hay que pensarla en modo radicalmente nuevo”. Daniel Link en “Suturas. Imágenes, escritura, vida”. Buenos Aires: Editorial Entropía.  2015

 

 

Fecha de Publicación: 29/03/2021

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