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Año del libro argentino: 2022 en Lemuria

Como la tierra fantástica de promesas y temores, la industria editorial argentina transitó algarabía y desesperación en dosis iguales. Una realidad incierta, como el continente de Lemuria, con grandes títulos para recomendar.

A poco de terminar la edición 2022 de la Feria del Libro de Buenos Aires, los organizadores anunciaban un récord 1.324.500 de asistentes y el incremento del 61% en las ventas. Varios sitios de venta electrónica de libros informaban que la Argentina era el país más lector de América Latina, unos cinco libros por año, y sus lectores gastaban un promedio de 45 dólares. Sin embargo otras veces difieren de estos números, sostenidos en la Encuesta Nacional de Consumos Culturales del Ministerio de Educación de 2021, señalan que en verdad se debería ubicar el dato real en 1.6 libro por año, mientras Chile ronda en 5.3 y Canadá los 17 por año, y que la caída desde 2013 es del 187.5%. Una incalculable catástrofe cultural que hunde el continente de letras que supo darnos orgullo en el mundo hispanoparlante, exportando millones de publicaciones, millones de mundos.     

“Esto  no responde a una única y definitiva causalidad”, comenta Carlos Gazzera, director de la Editorial Universitaria de Villa María, Córdoba, en diarionorte.com, “Se trata de una escala piramidal de responsabilidades y de una ausencia de medidas gubernamentales y empresariales que se entretejen construyendo una trama que debilita, día a día, al ecosistema del libro argentino. Entre todos los sectores: empresariales, cámaras, institutos, universidades, escuela, bibliotecas, editores, imprenteros, startup pequeñas o medianas de estructura nacional y autores: es urgente pactar que "nación de lectores" no puede hacerse con noticias berretas, falsas, con contenidos de mala calidad impulsada por trolls que propician ventas de libros chatarras. Una "nación de lectores" sólo puede ser posible con contenidos de calidad, con lectores/clientes/usuarios capaces de navegar en las profundidades del conocimiento diversificado y enriquecido”, finaliza.

Si en España el mercado ha crecido en 2021 un 44% respecto a 2020, en Francia lo ha hecho un 43,4%, en Italia un 36,9%, en Bélgica un 25% y en Portugal un 18,8%. Números que se han mantenido en 2022 con más de 30 mil títulos nuevos editados en España frente a los poco más de diez mil en nuestro país, aún recuperándose de la brutal caída de la pandemia. Y de 2015-2019, que con la apertura de las importaciones, redujo a la mitad los libros impresos y liquidó a numerosas editoriales pequeñas e chicas.  

"No llegamos a tener un campo totalmente saludable"

Otro impacto negativo ha sido el explosivo aumento de los costos de impresión, "La situación económica general es brava y no te permite prever, cuando voy a reimprimir, los costos volvieron a subir. Siempre estás corriendo la coneja", apuntaba Luciana Kahn de Limonero, exquisito sello de literatura ilustrada para grandes y chicos, a Sebastián de Toma, de cronista.com. A la dificultad global de la provisión de papel, que hizo incluso que algunas grandes firmas impriman localmente para el mercado nacional, se sumaron el desquicio de las cotizaciones del dólar, la sabida concentración –y escasa variedad- de los proveedores de papel argentinos,  y situaciones insólitas como las semanas previas a la renuncia del último ministro de economía, donde las imprentas se detuvieron. Un panorama que explica en parte la caída de las tiradas, apenas 600 en promedio para cada nuevo título, de casi la mitad de las novedades, pese a que hubo un crecimiento del 25% en nuevos títulos en 2022. Responsabilidad de las editoriales chicas y pequeñas en todo el país, más las editoriales universitarias, casi el 60 por ciento de la industria frente a las cinco majors. Y, en particular fuerte, en el sector infantil y juvenil, que viene escalando de manera sostenida un 25% en el último lustro. Tampoco deben obviarse el dato positivo de los cada vez más estudiantes y profesionales que siguen las carreras universitarias de Edición. “La mayor profesionalización, las posibilidades de herramientas digitales innovadoras, el nuevo camino de la autopublicación y los mayores intercambios globales entre editores y lectores constituyen tendencias que hablan de un mercado y una actividad saludable y en crecimiento”, indica la Cámara Argentina de Publicaciones.  

"No llegamos a tener un campo totalmente saludable", señalaba en off  un editor del segmento chico al periodista del Cronista, en la última Feria de Editores en Chacarita. Más de 20 mil personas en agosto pasado, muy compradores, muy de nicho. Voz esta fuente del esfuerzo de los editores independientes, verdaderos y sacrificados sostenedores de los brotes verdes de la industria editorial argentina, casi en solitario, sin red, salvo alguna que otra compra rimbombástica del Estado. Tallos saludables como los que Mansalva, con un catálogo que incluye de lo ineludible de la literatura contemporánea, entre ellos César Aira, María Gainza y Sergio Bizzio, y que publicó en 2022 “Lemuria” de Beatriz Vignoli. Va como un bonus track de nuestros tres del año pasado, tres para la cartera de la dama y el bolsillo del caballero, que se leen y se releen en 2023. Vignoli, poeta, traductora y periodista rosarina, con “cada letra es un disparo en la noche”, nos entrega las desventuras de Colo y su pandilla gatuna. Y un mundo oscuro y hostil, ajeno de humanidad, medianera mediante, que se resiste en Lemuria.     

Fuera de sektor

“¿Qué es lo que es –qué es lo que está- “fuera de serie” en “Fuera de serie” de Gabriel Lerman (Ediciones Hasta Trilce.2022)?” se pregunta en el posfacio Eduardo Rinesi. Y es la pregunta que quema y enlaza la historia de amor y detectives del profesor Atilio Díaz, quien sigue los rastros del cuadro “San Martín, Rosas, Perón” de Alfredo Bettanin. Y de su vida. Salteando fechas y escenarios, personajes y situaciones dramáticas de los argentinos, el libro funciona a nivel de educación sentimental –y política- de los personajes –y lectores-,  y como muestra de la batalla cultural surgida a partir de 2003. Pocas novelas del milenio captan acabadamente el actual zeitgeist. Con mucha influencia borgeana, pero además del pensamiento del intelectual comprometido de Sartre, el docente, escritor y editor Lerman reconstruye el derrotero del tríptico que parece estar cifrado, no para sus primeros espectadores de 1974, sino para las generaciones del mañana. “Allí estaba, el cuadro de nuestras vidas”, suspira Díaz cuando encuentra la –real- locación actual de la pintura, “el espejo donde siempre nos vimos. El testigo de nuestro amor”.

Fantasmas que no paran de volver

Nada podía resultar bien en el viaje que emprenden Fernanda y Mariano a New York, junto a la pequeña Rosa en “Para que sepan que venimos” de Marina Yuszczuk (Blatt & Ríos.2022). Luego del fallecimiento de la omnipresente abuela Bea, la pareja decide quemar ahorros y esperanzas a fin de amarrarse algún símbolo de paz. Pero a la manera del Cornelius Christian de la novela de James Patrick Donleavy, que utiliza el mismo telón de fondo, el maquinal way of life norteamericano, el paseo de Fernanda por cementerios pedregosos y torres desangeladas no tendrá remedio ni final feliz. En varios pasajes de la novela de Yuszczuk, la voraz megaciudad constituye un personaje más. Y retroalimenta la descolocación de una mujer que batalla con sus propios demonios, en situaciones domésticas. Acá lo que asusta son los vínculos familiares que hunden.  

En las cuales lo inapresable de la infancia resulta la real amenaza del orden establecido de las cosas, a la manera del terror cinematográfico, con niños que ven y sienten gente muerta. Nueva incursión en el terror de la autora de la aclamada “La Sed”, literatura fantástica donde Argentina empieza a tener un peso internacional con Mariana Enríquez y Samanta Schweblin.    

Teoría del complot, industria argentina

La novela de Juan Mattio “Materiales para una pesadilla” apareció en verdad en 2021, editado por Aquilina, pero el Premio de la Fundación Medifé Filba 2022, quizá el más importante vernáculo, logró que vuelva a la consideración en la temporada pasada. Este relato está armado como un sistema de atribuciones y resignificaciones, no siempre lineales. En el erotismo de la cita, diría Beatriz Sarlo, acompañamos a un hombre roto que continúa la pesquisa de una novia que trabajaba en la Biblioteca Nacional. Ella a mediados del siglo XXI descubre un aparato utilizado para reconocer el lenguaje disidente durante el Terrorismo de Estado, diseñado por lógicos y lingüistas. Desentrañar esta conspiración, y sus hacedores, registrada en casette TDK, obligará a cruzarla con citas de la cibercultura y las neurociencias, más manuales de guerra contra la insurgencia. Fuentes de una Escuela Argentina que conecta con Haruka en un Berlín conjetural, una programadora japonesa trotskista que diseñó un espacio subversivo, en un mundo dominado por la realidad virtual corporativa.

Un entorno real y digital en ruinas, a la manera de los clásicos del ciberpunk, trazan esta trayectoria movida por el dolor y la obsesión. Digna de la tradición de Ricardo Piglia, la novela es una carta del porvenir en cómo se construye identidad en la selva implotada de la hipercomunicación y la hiperconexión. Un complot contra el complot.

 

Imagen: Freepik

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