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Ir a la secciónBuenos Aires - - Miércoles 31 De Mayo
“Un buen retrato es algo más que una foto carné. Una cara debe expresar todo lo que un ser humano tiene dentro de sí, y eso lleva tiempo” repetía en las entrevistas Annemarie Heinrich, quien esculpió un instante de los famosos y no tanto, la mayor retratista argentina del siglo XX. Especie de sacerdotisa del tiempo, en sus manos la fugacidad de la belleza devenía en inmortalidad y quien entraba en su estudio se volvía un ícono, sea Mirtha Legrand o la vecina de la avenida Callao. Pasaron la mirada rea de Tita Merello, la pose de la bomba rubia Tilda Thamar, el flequillo de Berta Singerman, la mirada de futuro de Eva Perón, la ceguera de Jorge Luis Borges, y tantísimos, a los que recibía en pantalones, escandalizados clientes en los treinta; pionera no solamente del arte de la luz. También en la profesionalización de la fotografía argentina y en una concepción de su arte como arte, ya sean retratos o las innumerables manos que registró propias y ajenas. “Tuvo una sutil capacidad de observación para extraer de cada retratado una mirada profunda o chispeante, un gesto único, mágico –señaló el fotógrafo Juan Travnik, curador de la muestra retrospectiva “Un cuerpo, una luz, un reflejo” en 2005–. Como una ilusionista, consiguió que sus retratos se convirtieran en imágenes que siempre están en tiempo presente. Sus personajes permanecen allí, emergiendo de las sombras o bañados por la luz, pero nunca indiferentes” Nadie permanece indiferente al ojo de Annemarie.
Annemarie Heinrich nació en Darmstadt el 9 de enero de 1912 y vivió en Berlín con su madre, hija de una familia acomodada, y su padre, Walter Heinrich, violinista de la Ópera de Berlín y de cruceros de bandera alemana. Es uno de estos viajes el que le lleva a Argentina en 1909, destino que luego elegiría la familia para emigrar cuando el padre regresa de la contienda con una herida que no le permite seguir tocando el violín. Annemarie era una adolescente de 14 años cuando se instalaron en Entre Ríos, Larroque, donde vivían dos hermanos de su madre. Un tío enseña los primeros rudimentos de la fotografía, “cuando llegamos a la Argentina, como no hablaba castellano, lo único que podía hacer era buscarme un oficio que no necesitara del idioma”, y Annemarie fue la fotógrafa de pueblo, como repetiría en la plaza de Villa Ballester. Después de pasar miseria, junto al padre emigran a Buenos Aires –a ellos se unirán al poco tiempo la madre y la hermana menor, Úrsula–, y allí empiezan a surgir los primeros trabajos fotográficos. Tiene ocasión de trabajar con Rita Branger, quien tenía su estudio en Belgrano, y Melitta Lange, la fotógrafa austríaca, conocida retratista. De esta última aprendería el arte de retratar, el uso de las luces y los espacios –Heinrich los dominó como pocos en Latinoamérica–, a la vez que perfeccionaría las técnicas del retoque que ella solía hacer sobre el propio negativo, según Estrella de Diego para el diario El País. En un improvisado estudio del conurbano comienza las sesiones iluminándose con tachos de querosene, manufacturados por papá Walter, aquella luz tenue que sería una marca de estilo. Ingresa de aprendiz del fotógrafo Sivul Wilenski, quien la recomendaría en su primer trabajo para la revista Mundo Social.
En 1933 surge la oportunidad de retratar en el Teatro Colón, el sueño de niña era ser bailarina o escenógrafa, y rápidamente se destaca la precisa captura del movimiento con un halo de belleza plástica sin par. A partir del éxito de sus producciones, en una época que no existía ese término en el medio local, ni siquiera la fotografía argentina, Heinrich se impone en la masiva revista “La novela semanal”, donde se encargaba de las producciones de moda, y en las populares “El Hogar”, “Sintonía” y “Radiolandia”. Será la retratista de la star system criollo durante casi cuarenta años. En 1938 Annemarie realizaría la primera muestra individual en Chile, casi el inicio de la fotografía artística en el país transandino. Sería de las primeras internacionales, innumerables exposiciones nacionales como los premios, entre otros el Premio Alicia Moreau de Justo a las Cien Mujeres Sobresalientes del siglo XX – a quien no quiso retratar en la vejez centenaria de la política, a fin de preservar la imagen de la luchadora-, y que fue tempranamente reconocida Heinrich en los salones de la Federación Internacional del Arte Fotográfico en Suiza.
La fotógrafa usaba cambios de luz, solarización en las imágenes y retocaba los defectos de sus personajes; logrando un efecto flou, un aura de idilio, glamour y, por qué no, cierto dramatismo cinematográfico. “Seguramente no voy a ir al cielo porque durante la mayor parte de mi carrera se utilizaba mucho el retoque y no llevé la cuenta del número de mujeres gordas que retraté como flacas”, confesaba la fotógrafa. Lo que seguramente no recurrió en la pieza patrimonio del Museo Nacional Bellas Artes, “Desnudo” (1946), en la cual posa una bella bailarina, un audaz escorzo, aparentemente clásico, pero en una sutil interpretación de las ideas de las vanguardias del siglo XX. La pieza que en un cercano 1991 causó revuelo judicial, exhibida en el estudio de la calle Callao, con la sonrisa de Annemarie que seguía sacudiendo el avispero de la moralista Buenos Aires.
Las imágenes creadas por Heinrich son parte de la memoria colectiva argentina. Algunas abrasadoras: las realizadas a Eva Duarte, luego Eva Perón. En 1939 hizo las primeras fotografías de la entonces desconocida Duarte, en ese momento de veinte años, y que recorría redacciones persiguiendo el sueño de actriz. Recordando esa sesión Heinrich dijo, "La primera vez que la retraté fue para la revista Sintonía. Me pidieron que le hiciera 'buenas fotos y un poco sexy, si es posible' algo que no pude hacer porque Eva no era sexy. Era una piba del interior, muy modesta y simple". Algo que cambió con el tiempo y el compromiso con Juan Perón. Pocos años después Evita quiso que la amiga Annemarie retrate al presidente Perón, la fotógrafa pidió como a todos que se acerquen al estudio, a unas pocas cuadras de la residencia presidencial – de la cual sólo se conserva un edificio secundario en el Museo Perón de la calle Austria-, y, a partir de eso, Evita nunca más volvió a hablar con Heinrich. Es de destacar que a través del marido Álvaro Sol, la artista comparte círculos de izquierda y diferentes asociaciones antifascistas, enfrentadas algunas con Perón.
Una faceta poco conocida de Heinrich es la preocupación por fortalecer y jerarquizar la actividad fotográfica en la Argentina, que la llevó a participar de la creación del Foto Club Buenos Aires, de la Cooperativa de Fotógrafos profesionales, luego desaparecida, y del Consejo Argentino de Fotografía. Fue de las fundadores en 1953, única mujer, de la Carpeta de los Diez, un colectivo pionero con el fin de analizar el trabajo fotográfico local y realizar exposiciones –pasarían casi 50 años para que los museos argentinos acepten a la fotografía-.
Otro ítem poco abordado es el intenso trabajo de registro que realizaba fuera del estudio, siempre cámara en mano la artista, “podríamos arrojar como un futuro tema a investigar la mirada y la construcción de Annemarie Heinrich sobre América Latina como una puerta de entrada para analizar otros problemas de la sociedad y de la cultura como, por ejemplo, las desigualdades regionales o la revisión en torno al binomio campo-ciudad…en varias de las subseries, como “Hombres en la calle”, se encuentran numerosas imágenes en las cuales se destaca la presencia de trabajadores, ya sean urbanos o rurales, y de los excluidos que duermen en las calles. En un breve recorrido por esas fotografías se podría reflexionar sobre algunas aristas del mundo del trabajo en el ámbito local y de otras latitudes. De esta manera, se descubre una faceta de Heinrich como repórter que se distancia de su perfil más reconocido como fotógrafa de celebridades… es evidente que la práctica de salir a la calle en busca de personas corrientes y en situaciones cotidianas era una constante de su producción”, reflexionaba Magalí Andrea Devés en “El fondo Annemarie Heinrich y sus potencialidades historiográficas”, Revista Electrónica de Fuentes y Archivos (REFA.2017). Estas tomas de la fotógrafa a descubrir son parte del Fondo de Annemarie Heinrich que custodia la Universidad Tres de Febrero, miles de negativos, diapositivas, fotografías, contactos, álbumes, carpetas, revistas, recortes hemerográficos y correspondencia, y que tiene joyas nunca vista como las 5 mil placas de 6x6 que cubren un periodo profundamente experimental entre 1930 y 1950 –una selección contenidas en la publicación y muestra, “Estrategias de la mirada: Annemarie Heinrich inédita” (UNTREF. 2015)
“Dentro de la historia local y latinoamericana, la producción de Annemarie Heinrich ha sido estudiado casi exclusivamente desde la perspectiva de la técnica y del medio, y no tanto por su construcción de imágenes como creadora femenina. Esta exposición plantea una hipótesis a la hora de analizar su trabajo desde la teoría feminista: ¿Es posible entender el trabajo de Heinrich como una aproximación a la liberación de la mujer que vendrá en años posteriores? ¿Son sus imágenes una construcción proto-feminista? Parte de su obra y de su vida así lo atestiguan”, resulta otra aproximación, alejada a la casilla de retratistas de famosos, y la afirma Agustín Pérez Rubio, uno de los curadores “Annemarie Heinrich: Intenciones secretas. Génesis de la liberación femenina en sus fotografías vintage” (MALBA.2013).
Hacia los ochenta se fue alejando del ruedo, ya el estudio manejado por los hijos Alicia y Ricardo Sanguinetti, aunque seguiría produciendo esporádicamente hasta 1995; año que realiza la última obra, un collage que sintetizaba su vida. Annemarie Heinrich fallece el 22 de septiembre de 2005 y sus herederos declararon, "Con la llegada de la primavera, ella decidió partir. Aún así, es capaz de habitarnos con sus imágenes, aquellas que fueron surgiendo como resultado de una estricta conjunción de vida, ética y arte, base de su concepción estética, dónde el compromiso asumido fue lo humano en toda su dimensión" "La belleza se aprende mirando. Trabajé toda mi vida mirando un cuerpo, una luz, un reflejo", resumía la artista. Un ardor reflejado tan argentino.
"Cuando llegué de Santa Fe a principios de los años ochenta, la visité en su estudio de la avenida Callao. Fue una de las primeras en apoyarme por mi trabajo. Yo respetaba profundamente su oficio: sus copias eran admirables, la manera en que ponía la luz, cómo se ponía a la orden del retratado. Hoy que es tan común eso de ser fotógrafo-artista, la carrera de Annemarie es todo un ejemplo" Marcos López al diario Clarín, septiembre de 2005.
“Podemos afirmar que Annemarie Heinrich es la mayor retratista argentina del siglo XX. Creó una forma de presentar a los ídolos del cine, el teatro, la radio o la danza, idealizándolos al punto de hacer creer que eran perfectos. Desde 1930 y sin interrupción durante cincuenta años, sus fotos fueron la carátula de toda publicación dedicada al espectáculo. Experimentó, además, en montajes con cámara o en laboratorio con similar perfección que las actuales manipulaciones digitales. Annemarie Heinrich es un permanente ejemplo de amor a su profesión, al trabajo y siempre estuvo presente en todo movimiento que aportara al desarrollo y dignidad de la profesión de fotógrafo". Sara Facio en Cultura.gob.ar.
Imágenes: Ministerio de Cultura
Fecha de Publicación: 09/01/2022
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