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Almafuerte: no te des por vencido, ni aun vencido

Una rareza el poeta, maestro y orador Pedro Bonifacio Palacios, Almafuerte. Olvidado por las modas literarias, sus versos resuenan en la mente de los argentinos. Piu Avanti con el primer poeta de los pobres.

Arte y Literatura
Pedro Bonifacio Palacios

A principios de los setenta consultan a Jorge Luis Borges, entonces director de la Biblioteca Nacional, qué cinco nombres no pueden faltar en una historia de la literatura argentina. El escritor responde en una oficinita atestada de libros a Fernando Sorrentino: “Caramba, qué pregunta difícil… En primer término: Sarmiento; luego, Ascasubi; luego, Hernández; luego, Lugones, y luego… estamos ya bastante cerca de nuestra época,  y voy a quedar mal con algún contemporáneo… Pero, digamos…Podría ser Almafuerte”, enumeraba nuestro mayor escritor, que publicaba contemporáneo “El Informe de Brodie” y “El libro de arena”. El mismo Borges había realizado una breve biografía de Almafuerte en un prólogo para Eudeba, la editorial universitaria, en 1962, otro ensayo más bien en la línea de aquel de Evaristo Carriego, discípulo del poeta “Llagas proféticas”. Allí señala el genio de “Ficciones” que el principal mérito de la poesía de Palacios, “retórica y efectista, llena de engolamiento bíblico”, es que posee una virtud que la destaca sobre el resto de sus compañeros de ruta de la Generación del Ochenta, los gentleman de Cané y Mansilla. Es la necesidad de donde surgen los martillazos en verso de Almafuerte. Es la pobreza y la marginaciónSi te postran diez veces, te levantas otras diez, otras cien, otras quinientas: no han de ser tus caídas tan violentas ni tampoco, por ley, han de ser tantas”, sostenía el irrompible Almafuerte.

Pedro Bonifacio Palacios nació en La Matanza, actual partido de San Justo, el 13 de mayo de 1854. Huérfano de madre y abandonado por su padre, a los cinco años queda al cuidado de unos parientes como cuenta él mismo en “La hora trágica” Realiza estudios en Buenos Aires y, a los 16 años, está al frente de un aula en la Parroquia de la Piedad de Balvanera. Su real pasión era el dibujo, dicen que tenía un talento extraordinario para copiar modelos reales, y solicitó una beca a la legislatura bonaerense en 1875 para estudiar pintura en Europa, que le fue negada, siendo el primer encontronazo con los poderes de turno –recordemos que fue usual hasta fin entrado el siglo XX que el Estado subvencione a los artistas por viajes de estudios, aunque en las primeras décadas recaía generalmente en miembros de la elite.  A partir de ese momento su vida se construye en la docencia, en la cual fue director de una escuela de Mercedes, y preceptor en Chacabuco, enseñando a niños y adultos, a veces en cursos nocturnos.  Será en este pueblo  del noroeste de Buenos Aires que ocurre el mítico encuentro con su admirado Sarmiento. El prócer queda impresionado en 1884 porque Palacios había construído con su manos pizarrón, mesas y sillas. Allí también acontecería una constante en su trayecto vital, marcado  por su rebeldía innata a la autoridad y las formalidades, porque sería despedido por la falta de título habilitante. Almafuerte fue un maestro que no necesitó títulos.

Comienza una prolífica acción en los medios periodísticos, el Oeste de Mercedes, en el Buenos Aires y El Pueblo de La Plata, y funda un periódico en Chacabuco, El Progreso. Platón, Juvenal, Isaías y Job eran algunos de las seudónimos que utilizaba para atacar al gobierno de Juárez Celman, que aceleró la primera crisis del modelo agroexportador,  en 1890. Como varios de los opositores al roquismo que constituirían la Unión Cívica de Leando N. Alem, Hipólito Yrigoyen y Bartolomé Mitre, Palacios se acerca a ellos pero con un ideario cercano al socialismo romántico. El fracaso de la  Revolución del Parque, y la represión posterior, empuja a que Palacios se llame a silencio públicamente,  y se dedique a la docencia en una escuela rural de Salto. Ya tenía fama de fogoso orador en plazas, pulperías y calles bonaerenses.

Desde esta zona norte de la provincia de Buenos Aires comienza a publicar literatura  con más asiduidad bajo el seudónimo definitivo de Almafuerte, a partir de un poema aparecido en 1892 en el diario La Nación. También deja atrás sus primeros versos,  en el candor del romanticismo tardío de “Pasión” o “Olvídate de mí” y se adentra en una poesía épica-social, con la primera entrega en “Canto al progreso” (1879) A medida que radicaliza sus posiciones políticas, su obra adquiere menor vuelo poético pero gana en ideas y apóstrofes, “Les hablo de las penas sin nombre,/ de las hondas miserias humanas,/ del esclavo de la era moderna/que nunca sonríe, que nunca descansa”, en “Antífona roja”, tras la derrota de los revolucionarios del Noventa  “”Vejez mendicante después de una vida de yunque y fragua”, “noches sin lumbre, sin abrigo, sin pan, sin almohada”, “al amparo de las leyes humanas, libertad y voluntad y conciencia, se anula y deforma, se estruja y arranca”…En la literatura argentina –afirma Marita Minellono en “Historia de la Literatura de La Plata”- se había registrado un solo antecedente de poesía de este tipo…se trata de una obra de la gauchesca, el Martín Fierro de José Hernández”, se analiza del poeta de “La sombra de la Patria”, que llega increpar allí a Dios por la falta de justicia en Argentina.

Pedro Bonifacio Palacios

 

 La pobreza de Almafuerte

En 1887 decide el poeta instalarse en La Plata, más después que en 1895 la Dirección General de Escuelas lo deja cesante del cargo de director de escuela en Trenque-Lauquen. Claro, por no contar el título. En la Ciudad de las Diagonales encontraría trabajo de bibliotecario, y prosecretario de los diputados provinciales, hasta que en 1898 se suprime el cargo. Le ofrecen ganarse la vida de cartero pero su espíritu altivo rechaza el puesto,  y vive de manera penosa entre los rancheríos del conurbano, y las cercanías platenses. Folletines para las publicaciones La Argentina y Sud América, y una columna en el diario La Nación, son sus únicos ingresos, lo que no impide que acoja, y eduque, a niños de la calle en sus humildes moradas –los hermanos Gismano lo acompañaron hasta el fin de sus días.  Publica en cuartetas las “Evangélicas” y “El Misionero”, un álter ego, que desnuda las miserias humanas, y su propia caída en el alcohol, “Soy el que puso paz en la discordia,/pan en el hambre, alivio en las pasiones/y en la obsesión  tenaz, más que razones/puso sin razonar, misericordia”  Almafuerte regresa  a la arena política en el Partido Provincialista de Buenos Aires en 1905, pero sería nuevamente apartado por el carácter belicoso de sus arengas. En 1913 comienza a revalorizarse su obra,  y organiza una serie de conferencias en el Teatro Odeón,  y distintas ciudades del Interior. Unos años después accede a una pensión  vitalicia del Congreso de la Nación, a instancias de los socialistas, en los tiempos que su figura de “viejo poeta” era casi una leyenda en La Plata, en la humilde casa de la Avenida 66 N°530, que en la actualidad alberga el museo del poeta “Y a pesar de ser bálsamo y ser puerto,/de ser lumbre, ser manto, ser comida…/¡A mí nadie me amó sobre la vida/ni nadie me honrará después de muerto!”, cerraba a modo de epitafio el misionero Almafuerte, el Apóstol de la Poesía, que fallecería el 28 de febrero de 1917. Sus obras en vida se reunieron en dos volúmenes, “Lamentaciones” en 1906, que contiene “El Misionero” y otros poemas; y “Almafuerte y la guerra (prosa y verso)” en 1913. Recién en 1930 se completaron con las Obras Completas a cargo del gobierno provincial, el último gran proyecto  en el que se encontraba trabajando Almafuerte.

“La poesía de Almafuerte me ha impresionado mucho”, decía Borges a Sorrentino en “Siete conversaciones con Jorge Luis Borges”, “creo que ha escrito –acaso- los mejores y los peores versos de la lengua castellana. Y creo además que en Almafuerte se da algo que es muy raro aquí y –quizá- en todos los demás países: la presencia de un hombre singular. Es una lástima que las circunstancias de su vida no le permitieran realizarse…Uno de los proyectos que me han acompañado siempre…es extraer una filosofía del confuso conjunto de Almafuerte…un filosofía y sobre todo una ética”, refería el cuentista de “Historia Universal de la Infamia”,  que lamentaba no haberlo conocido personalmente, en una línea parecida a un escritor en sus antípodas, Ricardo Rojas, “Almafuerte admite mejores y peores poesías pero nunca iguales…más que un orador o un filósofo, había en él un lírico profundamente humano por sus dolores y sus sueños…amó al pueblo como a una fuerza fecunda…un hombre que desahoga su angustia en el verso, y hace del grito un canto”, remataba en su fundante “Historia de la literatura argentina” Almafuerte, que sigue inspirando a los rebeldes e inconformistas de todas las épocas, desde el Grupo Boedo a la banda de rock pesado Almafuerte, a quienes desafían a las injusticias diarias, tenía un solo público, el pueblo, “Yo voy  a cantarte a ti/¡oh mi chusmaje querido!/porque lo vil y caído/me llena de amor a mí”

 

Dice Almafuerte en “Piu Avanti –Más allá-“ . “Siete sonetos medicinales” (1907)

No te des por vencido, ni aun vencido,

no te sientas esclavo, ni aun esclavo;

trémulo de pavor, piénsate bravo,

y arremete feroz, ya mal herido.

Ten el tesón del clavo enmohecido

que ya viejo y ruin, vuelve a ser clavo;

no la cobarde intrepidez del pavo

que amaina su plumaje al primer ruido.

Procede como Dios que nunca llora;

o como Lucifer, que nunca reza;

o como el robledal, cuya grandeza

necesita del agua y no la implora…

¡Que muerda y vocifere vengadora,

ya rodando en el polvo, tu cabeza!

 

Dice Almafuerte en “Sin Tregua”. “Milongas clásicas, sonetos medicinales y Dios te salve. Discursos” (1919)

Yantar bien, dormir bien, es lo de menos;

pero soñar lo menos es afrenta;

no es digno del dolor romper los frenos

tan solo por la vianda suculenta;

delante de un redil de vientres llenos

¡prefiero yo la humanidad hambrienta!…

sueñan los grandes monstruos directrices

en un mundo bestial…¡sin infelices!

 

Genios de la igualdad, por cobardía,

o piratas protervos de alto bordo,

que quisieran un mundo sin porfía,

sin el pater familia, como el tordo;

mundo como el edén, pura ambrosía

hombre cual un rufián, feliz y gordo…

…..

Odio por lo tranquilo y uniforme,

y ansia de otro nivel y de otro aspecto;

fiebre de perfección en lo deforme,

y hambre de superluz en lo perfecto;

soberbias de Luzbel; vacío enorme

en el alma sombría del insecto…

eso requiere Dios, para sus planes:

angustias de Satán…¡somos satanes!

 

Dicen de Almafuerte

“La leyenda de Almafuerte ha desviado la atención, en general afortunadamente, de su obra. Su posición en la historia de las corrientes literarias es algo excéntrica: un romántico exasperado, un modernista con temática propia; Rubén Darío lo admiraba y escribió elogiosamente sobre él; también Leopoldo Lugones, que fue correspondido con la definición “un Almafuerte para señoras” Tenía, como León Bloy, el don de la injuria: basta leer el divertidísimo “Apóstrofe” contra el Káiser Guillermo II (“zángano y pulpo/hiperbólico parásito/tenebroso…/medio histrión/medio chacal”)” César Aira en Diccionario de Autores Latinoamericanos. Buenos Aires: Emecé-Ada Korn Editora. 2001.

 

Fecha de Publicación: 13/05/2021

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