¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónBuenos Aires - - Jueves 01 De Junio
“Las une el similar hábitat de una misma clase social y por sobre todo lo más importante: el trascendente deseo de estar juntas”, dice Sara Facio en el prólogo del libro “Adriana Lestido. Madres e hijas” (La Azotea Editorial, 2003). Y resulta una afirmación lúcida que enlaza una vasta producción artística desde “Casa Cuna” (1989) a “Antártida” (2012), una mirada intimista que se hace visible reclamando todos los sentidos, agrietando el imperio contemporáneo de la visión. Tal como anhelaba Sara Gallardo, ver, sentir, con el cuerpo. Y si bien Adriana Lestido revela la dinámica de lo impensado de los encuentros, en pequeñas celdas o grandes urbes, o en los paisajes desolados del alma, preserva, guardiana, un misterio insondable. La imperfección y la fugacidad del nosotros. “Para vivir, hay que saber perder; y también entregarle a los tiempos felices los honores de la risa. De esto se trata cada una de las historias que cuenta Adriana…Puede que la hoja despelleje a quien ve, le quite de cuajo las defensas que evitan andar a la intemperie de las emociones”, comentaba Marta Dillon, o cuando el arte hace vida, sin flashes ni retoques, en amor, en los claroscuros de Adriana Lestido.
“Algunas fotos de infancia, blanco y negro, con ese bordecito típico de las fotos de entonces, que yo creo que se hacían con esa camarita. Es muy probable que las hiciera mi viejo. Pero no tengo la imagen de él haciendo fotos, ni de nadie haciendo fotos”, recordaba Lestido de una infancia complicada, cuatro hermanos y padre preso. Nacida el 7 de enero de 1955 en el porteñísimo barrio de Mataderos, en los límites difusos aún sensibles de la ciudad y el campo, se interesó por las cuestiones sociales desde la adolescencia y el Terrorismo de Estado golpeó su vida, mientras seguía la carrera de ingeniería y enfermería, con la desaparición del marido, el militante comunista Guillermo Moralli en 1978. En la Escuela de Cine de Avellaneda, dirigida entonces por Rodolfo Hermida, la fotografía “me tomó por completo”, e inició Adriana un derrotero por redacciones, reacias a principios de los ochenta en contratar fotorreporteras. Pudo ingresar al diario La Voz y sus imágenes enseguida se destacaron por un seguimiento íntimo, cercanísimo, cotidiano, distinto, de los hechos periodísticos.
Pero hubo una instantánea que le cambiaría la vida, la famosísima fotografía “Marcha por la Vida” (1982), que la haría ganadora del Primer Premio de los Derechos Humanos (1983), y símbolo de la lucha por el retorno de la democracia, “Había algo de la relación entre madre e hija que necesitaba comprender, por eso hice estas fotos –comentaría a Laura Litvin Lestido sobre las mujeres que reclamaban en realidad por hermano y tío detenido-desaparecido, Avelino Freitas, dirigente obrero de Molinos de Sarandí, en Adrianalestido.com.ar– porque siento que es una de las relaciones más complejas, difíciles y salvajes del ser humano. Ya desde su origen es así: sabemos lo condicionante que es en la vida de toda mujer la relación con su madre, y también, lo oscuro que puede llegar a ser, a veces, ese vínculo. Al mismo tiempo, es la relación de amor por excelencia”, un grito de vida ante tanto dolor que inspiró poemas, canciones y quién sabe infinitos actos de amor.
El crítico Rodrigo Alonso señalaba en una retrospectiva en el Museo Nacional de Bellas Artes que “Lestido es una practicante de la fotografía directa. Prefiere retratar a sus personajes en su entorno, en sus acciones cotidianas, en sus espacios vitales, evitando las escenografías y las poses forzadas. Su cámara está atenta a los pequeños gestos, los movimientos involuntarios, los momentos donde su presencia ha desaparecido por completo para los fotografiados. Recurre a la fotografía en blanco y negro, quizás no sólo porque ésta se ha identificado frecuentemente con el registro de la realidad, sino también porque los acontecimientos que registra no precisan aditamentos cosméticos”. “Mi cámara preferida es una Leica M6….-y prefiero el revelado- químico, por la transformación que implica todo lo que es físico. La luz creando una imagen sobre la gelatina de plata, el tiempo que está esa imagen latente hasta que se revela. Los rollitos, los contactos, lo artesanal y único de una copia analógica, la energía humana que hay detrás de todo el proceso… la magia!!”, acotaba a Mike Steel la fotógrafa de la imprescindibles series de la fotografía argentina contemporánea “Hospital Infanto Juvenil” (1986-1989), “Madres adolescentes” (1989-90), “Mujeres Presas” (1991-93) – en 2007 realizaría un taller de fotografía para las presas en la Cárcel de Ezeiza, “devolver lo que tanto me dieron”, afirmó la fotógrafa- y “Madres e hijas” (1995-99). Conjuntos que tienen tanto de documental como una documentación de la propia mirada. Dedicada a tiempo completo a la fotografía artística, abandona hacia los noventa el fotoperiodismo ejercido en la agencia DyN y el diario Página/12, y ahora imparte talleres y clínicas. En 1991 obtuvo la beca Hasselblad, en 1995 la beca Guggenheim, en 1997 el Premio Mother Jones y en 2009 el Gran Premio Adquisición del Salón Nacional de Fotografía. En 2010 fue declarada Personalidad Destacada de la Cultura por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires y Gran Maestra en PhotoEspaña 2010 “Lo Que Se Ve” ha itinerado en instituciones del mundo desde 2008, con reconocimientos unánimes, y sus piezas integran las más prestigiosas colecciones nacionales y extranjeras.
Las últimas series “El amor” (1992-2005), “Villa Gesell” (2005) y “Antártida” (2012) parten de vivencias personales, y en el extrañamiento del hecho fotográfico, exploran la dificultad de amar, la pérdida, la separación, la soledad y los nuevo rumbos “Quizá la Antártida, el fin del mundo, signifique llegar a un lugar de pasaje. El fin y el principio. ¿La vuelta al hogar? ¿Quién soy después de todo?”, reflexionaba la artista en el diario escrito en el Continente Blanco, citado de “Antártida negra. Los diarios” (Tusquets). Una de las últimas notables exposiciones de Lestido fue “Maldita primavera” (2017) en la galería Rolf, compartida con Juan Travnik, donde una vez más su “interacción de manera silenciosa” registró como pocas los modos de ser joven en los ochenta. En 2022 Ediciones Lariviére publicará “Metrópolis”, fotografías inéditas de Buenos Aires que Lestido realizó entre 1988 y 1999, en muchos casos antes de empezar los célebres ensayos fotográficos o en paralelo, imágenes precuela de lo que luego desarrolló, y también registros de un Buenos Aires que ya no es, con textos del recientemente fallecido escritor y periodista Juan Forn.
“Observo a esta mujer mayor, de unos sesenta y pico de años, y a otra a su lado, alrededor de los cuarenta. Son madre e hija. Las dos se miran fijamente, ubicadas en línea recta, paradas más o menos a un metro de distancia. Es noche cerrada. La madre observa a la hija con la boca cerrada hacia abajo, un rictus duro, una mirada exigente, lapidaria. La hija le devuelve la vista un poco más desarmada. Las dos están teñidas de rubio. Entre ellas hay tendido un puente, un espacio común, lleno de preguntas todavía sin respuesta, de reclamos, de demandas y reproches. Sin dudas, la hija –ya grande– le reprocha a su madre a través de la mirada”, es una de las historias que imaginó un cronista de la revista Ñ en 2013, a partir de la foto de Alma y Maura de “Madres e hijas” (1995-98) Aquí vale parafrasear a William Blake, porque lo que hace Adriana Lestido es “tener el infinito en la palma de la mano y la Eternidad en un segundo”.
“Creo que la improvisación está en la base de la creación, dejarse transformar por lo que suceda… saber esperar lo inesperado. No se sabe adónde llevará lo que uno está haciendo, es un viaje donde es necesario soltar el control para que la transformación ocurra. ¡Porque lo creativo es la transformación continua! Es necesario poder estar abiertos para que lo que llegue nos transforme, y la gran dificultad es permanecer en el interior” a Mike Steel en www.revistaojosrojos.com
“Lo que admiro de ella es que están en ella todas las que fue. Y sigue mutando. Y sigue sumando. Hubo lo crudo, al principio. Lo frontal testimonial, lo áspero. Pero siempre íntimo. Eso es lo que tiene y tuvo siempre. Con el tiempo fue sumando armónicos y mostrando otras facetas de esa intimidad. A mí me impresiona que logre con la naturaleza algo que lograba con las personas. Se le muestran. Eso es intimidad. "Lo Que Se Ve", dice ella” Juan Forn en revista ADN, junio 2011.
“Querida Adriana,
No conozco ningún otro libro como el tuyo y me encanta. Y me siento orgulloso de haber sido incluido en él con mi pequeña mención (¡!).
Lo que hace que tu trabajo sea tan inusual y misterioso es la naturaleza de tu presencia (la de la fotógrafa). Aquello que vemos suceder –existir– lo hace como si no estuvieras ahí. Nadie da la impresión de estar siendo fotografiado. Y sin embargo, al mismo tiempo, cada imagen ha sido elegida y recolectada con tanto amor y compasión. Estás absolutamente ahí con aquello y aquellos a quienes estás fotografiando, ¡y a la vez no estás ahí en absoluto!
Es como si fijaras el tiempo de exposición no en 30 segundos sino en la eternidad. Y lo eterno (como nos dice Spinoza) no es perenne, sino intemporal. Son como profecías de aquello que ya ha sucedido. Y la lente es una curiosa forma de telepatía.
Gracias, gracias.
Abrazos fuertes, John Berger”.
Carta del escritor, pintor y crítico británico, autor del referencial en la historia del arte, “Modos de ver” (1972), y ganador del Broker Prize en 1972. Reproducido en el Suplemento Radar, mayo de 2013.
Imágenes: Adrianalestido.com.ar / Twitter María José Navia
Fecha de Publicación: 07/01/2022
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