Esa inercia, que a veces nos lleva a tomar “buenas” decisiones apresuradas, activó el sexto sentido de esta pampeana. Ya habituada a la vida en Barcelona, Josefina Pollak notó que “la cosa se estaba poniendo fea”. Desde un primer momento no desestimó la llegada del COVID-19 a España y tuvo el impulso de irse por un tiempo, a un lugar más pequeño, para resguardarse. España hoy es considerado el tercer país más afectado del mundo y es el segundo con mayor cantidad de víctimas fatales después de Italia.
La odisea de llegar a destino
Ubicado a 30 kilómetros de Teruel, la capital de Aragón, su destino quedaba a 600 kilómetros de Barcelona y ¡llegar hasta allí era toda una odisea! Josefina recuerda que primero tomó un colectivo y luego un tren. Su objetivo final era Escorihuela, un pueblo de 152 habitantes, donde vivía su tía Andrea.
La primera anécdota de su odisea la tuvo al tomar el colectivo. Jamás se olvidará las palabras de advertencia del chofer “Puedes subirte e iniciar el viaje, pero no puedo asegurarte que llegarás a destino. Si en el camino alguien nos frena y te pide el permiso que no tienes, tendrás que atenerte a las consecuencias”, recuerda que le dijo. Una sopa de nervios invadía su cuerpo y, más de una vez, dudó si era correcto irse.
Finalmente, asumió el riesgo y se fue rumbo al pueblito de campo. Fueron 10 horas de viaje e incertidumbre. Al llegar Zaragoza, tenía que bajarse para tomar el tren. “Me encontré con una estación como Retiro (en Buenos Aires), pero vacía por completo. Nunca me voy a olvidar la fea sensación que tuve y el miedo que me generó ese panorama. Había un guardia que estaba poniendo en las carteleras que todos los viajes estaban cancelados. Por un segundo me imaginé viviendo temporalmente en Zaragoza, pero por suerte mi tren llegó. Eran solo dos vagones y eramos solo dos personas. Subimos cada una en un vagón”, comentó la pampeana.
De la gran ciudad a la vida pueblo
Como viviendo un cuento, Josefina se resguarda en una hermosa casa de campo con un paisaje de ensueño. Ubicada a mil metros de altura del mar, la casa de su tía ofrece paisaje de montaña, senderos de arcilla roja y muchos animales de cría. Como en la película de Heidi, allí son comunes los pastores con bastón de madera y las ovejas con cencerros.
A diario, y ya casi como un ritual, ambas mujeres desayunan y se alistan para ir a alimentar a la yegua de su tía. Si bien en el pueblo hay disponibilidad de conexión a internet, y funciona muy bien, Josefina prefiere seguir enganchada con esta experiencia, con esta especie de retiro espiritual.
Ni radio ni diarios. En Escorihuela, las noticias se dan una sola vez al día, mediante el megáfono de la Iglesia. Sin dudas, cada uno de estos detalles culturales y sociales quedarán guardados en la memoria de esta pampeana, que curiosamente se especializa en conservación y restauración de bienes culturales.
Imagen: www.laarena.com.ar
Madrynense y argentina. Lic. en RRPP (UP), especializada en Comunicación e Identidad Corporativa (UNIR) y docente universitaria. Apasionada por la comunicación en todas sus expresiones, porque como dice Paul Watzlawick “Todo Comunica”… las palabras, las reacciones y nuestro cuerpo. Mi desafío profesional es cuidar de “ese todo”, aportando mis conocimientos y gestionando las herramientas necesarias para que las comunicaciones fluyan como las olas del mar.