Ser Argentino. Todo sobre Argentina

Otro país, otros ojos

Cuando vivimos lejos del país estamos dispuestos a hacer cosas que acá no. ¿Cambian las realidades o cambian los ojos con los que las miramos?

Una de las cosas que más me sorprendió en cada una de las oportunidades en las que me tocó vivir afuera del país es que me encontré con muchísimos compatriotas que estaban dispuestos a hacer cosas que cuando vivían en Argentina no. No solo en términos de trabajo, sino en cosas tan disímiles como respetar las reglas de tránsito, pagar impuestos y hasta levantar la caca del perro. ¿Por qué nos pasa eso? ¿Cambian los ojos con los que miramos la vida?

Lo del trabajo a mí también me pasó, y lo tomo como una gran enseñanza de vida. Amparados en el confort que da sentirse en la parte alta de la pirámide social (el inmigrante, salvo que sea realmente rico, suele acomodarse en la parte más baja), a veces nos ponemos muy exquisitos. Con esto no quiero decir que haya que aceptar cualquier trabajo en cualquier condición por cualquier salario, de ninguna manera. Pero sí me interesa pensar por qué a alguien que le ofrecen, digamos, trabajo de mozo en su propio país dice que no y si se lo ofrecen estando afuera lo acepta. En primer lugar, claro, porque cuando el cinturón aprieta hay que sobrevivir como se pueda. Eso está claro. Pero creo que hay otra idea importante dando vueltas y que es la siguiente: salvo emigrados por cuestiones políticas, en la mayoría de los casos quien se va a vivir a otro país tiene la sensación o la esperanza de que va a estar mejor. Y es con esa paleta de colores con la que ve la vida. Entonces, toda situación, aunque no sea la ideal, no solo se siente como pasajera, sino que es tomada como un paso más en el camino del bienestar a futuro.

¿Podemos cambiar los ojos con los que miramos la realidad?

Por los motivos que sean, muchos argentinos no tienen esa sensación. La situación del país no ayuda, es verdad. Pero, incluso, en momentos en los que vivimos mejor, ese aspiracional que significa “vivir afuera” hace que todo se convierta en un sendero plagado de esperanza. ¿Por qué no tenemos esa esperanza cuando vivimos acá? ¿Por qué no tomamos lo que nos pasa como un escalón más en el camino del bienestar futuro? Son preguntas retóricas que no puedo responder. Pero sirven para pensar. Que no es poco.

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