Maika es rosarina. Ioni es uruguayo. Su historia de amor sabe de distancias y de reencuentros. Pero también sabe de pasiones y de triunfos. Se conocieron cuando ella viajó a Israel por estudios, país donde él estaba viviendo hasta terminar el servicio militar obligatorio. Hasta que pudieron juntarse definitivamente, mantuvieron una relación por Skype durante un año y medio. Fue duro, pero el esfuerzo valió la pena. Estuvieron por Argentina, luego por Israel y, finalmente, desembarcaron en Nueva Zelanda. Trabajaron duro para ahorrar y luego se mudaron a Wellington, la capital neozelandesa, donde lograron cumplir su sueño: se convirtieron en la primera empresa de alfajores de ese país. My Alfajores, su emprendimiento, nació como un deseo y se hizo realidad: hoy producen y comercializan alfajores de chocolate negro y blanco, con relleno de dulce de leche, y también de maicena. Un proyecto, un sueño, un medio de subsistencia y una forma de extrañar un poco menos la patria.
Un largo camino hasta llegar al sueño cumplido
Contado como lo hicimos arriba, pareciera que lo único que se cruzó por el camino de estos emprendedores aventureros fue la distancia. Y solo en un principio. Sin embargo, ellos han contado, en varios medios locales, el derrotero que fueron pasando.
En un comienzo, la idea de la pareja era más bien ahorrar para viajar, recorrer un poco el mundo. Comenzaron por nuestro país, en la provincia de Córdoba, donde se pusieron un food truck, luego siguieron por Israel, hasta que alguien les habló de Nueva Zelanda. Fue el hermano de Ioni el que les contó sobre este destino, no sabemos bien cuál habrá sido el relato, pero seguramente fue atractivo, porque decidieron tomar el rumbo hacia ese país. El primer paso fue conseguir los papeles necesarios para instalarse una buena temporada, así fue como les otorgaron la visa Working Holiday para trabajar y estar de vacaciones durante un año.
Al llegar, se instalaron en la Isla Norte, un lugar muy bello. Y trabajaron juntos en la temporada del kiwi, que es la fruta nacional neozelandesa y la primera en cuanto a exportación. Debían estar en una casa empaquetando kiwi. Eran 12 horas, seis días por semana. Fue un gran esfuerzo, pero el rédito fue grande: ahorraron mucho dinero que supieron administrar y con eso empezar a planear los pasos siguientes.
Lo que vendría era un viaje por el Sudeste asiático, pero los planes se modificaron y se mudaron a Queenstown para trabajar en hotelería. Esa experiencia les permitió continuar con la capacidad de ahorro: cerca de 30 mil dólares neozelandeses (equivalentes a USD 20.500) cada uno. Finalmente se mudaron a Wellington (capital neozelandesa) y ahora siguen allí, rodeados de un hermoso lago y con vistas a la montaña.
El momento de montar su negocio
Una vez instalados en la que sigue siendo su ciudad de residencia y con la idea de comenzar a fabricar y vender los alfajores, la pareja aún tenía la visa provisoria. Para lograr el permiso de abrir y montar el local propio, era necesario una cantidad de dinero específica y poseer una marca. La decisión fue continuar con sus trabajos, alquilar una cocina por horas y dedicar el tiempo libre al emprendimiento de los alfajores. El esfuerzo es realmente muy grande. No solo por cuestiones legales, otros factores, no menos importantes como la materia prima influyen en la producción. El dulce de leche, por ejemplo, que para nosotros es un básico de heladera familiar, por esos lados del planeta no se consigue. Debieron hacerlo casero al principio, hasta que consiguieron uno uruguayo de gran calidad. Como verán, no es tan simple emprender fuera de casa, pero por lo que se ve, tampoco imposible. Y sin dudas es algo muy motivador. Inspiración para quien esté con ganas de aventuras.
Licenciada en Comunicación Social y correctora. Nacida y criada en el oeste del conurbano bonaerense. Sagitariana, vegetariana, crossfitera y viajera. Estoy convencida de que, con las palabras, podemos hacer magia. Pasen y lean.