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De homeless a empresario

Fernando Otero pasó de tener una vida acomodada a quedarse en la calle. Te contamos cómo pudo rearmar su vida en Madrid gracias al amor.

A veces pensamos que hay realidades muy lejanas a nosotros. Que “a mí no me va a pasar”. Sin embargo, existen situaciones en las que lo que parecía imposible finalmente sucede. Fernando Otero tenía una vida armada. Licenciado en Sistemas, estaba casado, tenía una hija y trabajaba en una empresa de correo privado. Todo marchaba bien.

Pero en 2003, luego de 9 años de matrimonio, se separó. Y entonces comenzó el declive. Le dejó su casa en el sur del conurbano bonaerense a su familia y alquiló un departamento. Pero el golpe anímico fue muy duro para él, y comenzó a afectar su rendimiento laboral. Fernando trabajaba en ventas, pero no vendía nada: lo echaron y no pudo seguir pagando el alquiler.

Decidió hacer un cambio en su vida y se instaló en Bariloche, donde vivía su prima. Consiguió trabajo en el área comercial de una concesionaria de autos, pero tampoco tuvo suerte con las ventas, y su sueldo era por comisión. Además, debía solventar los gastos de su hija en Buenos Aires.

Fue en ese momento que Fernando se enfrentó a la situación más crítica de su vida: se quedó en la calle. Durante el día trabajaba, y por la noche dormía en una plaza o en el Casino. Para entretenerse en esas largas horas de angustia, se iba a un cibercafé a chatear con extraños. Así fue como conoció a Susana.

Una nueva oportunidad

Comenzó una relación virtual que crecía día a día. Susana era azafata y vivía en Madrid. Con el tiempo, Fernando pudo conseguir un trabajo en una compañía de seguros médicos y había empezado a ganar mejor. Pudo alquilar un monoambiente y la invitó a Susana a que lo visitara. Fue amor a primera vista.

Ella volvió a España y lo invitó: planeaba quedarse 15 días. Ya pasaron 12 años. Luego de un comienzo duro, pudo empezar a trabajar. En 2009, se casaron. Finalmente, vino la oportunidad de crear su propia empresa: hoy es socio de Knoll Insurance Agency, y se dedica a vender esos seguros en España. Tienen dos oficinas de atención al público en Madrid, seis empleados y factura 290 mil dólares al año.

Un gran ejemplo de que, aunque toquemos fondo, siempre es posible salir adelante.

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