¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónNadie estaba preparado para esta pandemia. Nadie esperaba que, de pronto, el mundo se parara, y con él todos nuestros planes. La cuarentena nos agarró a todos donde estábamos: algunos en casa, otros muy lejos. Carmela y Fernando son una pareja argentina a la que el confinamiento obligatorio los encontró en España, recorriendo Europa dentro de una casa rodante.
El aislamiento implica que nos tenemos que quedar en nuestras casas. Pero, cuando tu casa es un vehículo, ¿cuál es realmente tu lugar? Para esta pareja de músicos, su hogar es cualquier lugar donde estén. Pero la policía española no tiene la misma percepción, lo que les ha traído algunos malos tragos durante su travesía en medio de la pandemia por la COVID-19.
Fernando Bernstein se gana la vida tocando el bandoneón, la guitarra o el handpan en la calle o en donde le abran las puertas. Carmela León es actriz, cantante y pintora. Lleva una vida viajera, en la cual subsiste con changas y participando en obras teatrales. El 21 de agosto de 2019, juntos, comenzaron un viaje sin fecha de regreso. El objetivo era conocer el viejo continente y tramitar sus ciudadanías europeas. En el camino se cruzaron con “La Gitana”, su casa rodante, y con el coronavirus. Ninguna de las dos cosas estaba en sus planes. Porque, en definitiva, no tenían demasiados planes: solo entregarse a la aventura.
En Pescara, una localidad del centro de Italia, se cruzaron con “La Gitana” y fue amor a primera vista. Inmediatamente se pusieron en contacto con los dueños, dos “nonos” que la vendían a un precio bastante accesible. Entonces, no lo pensaron: sumaron la casa rodante a su viaje y siguieron la travesía, ahora sobre ruedas.
Para subsistir, fueron tocando en la calle en sitios turísticos. De Italia fueron a Barcelona, luego al País Vasco y de allí a Galicia. Partieron hacia Sevilla atravesando Portugal. Luego, Cádiz y, finalmente, Málaga. En esa ciudad decidieron asentarse un tiempo y encontraron una excelente fuente de ingresos en el turismo del lugar, que es permanente.
El 14 de marzo, sin embargo, todo cambió. El Gobierno español impuso el estado de alarma y el confinamiento obligatorio, y ellos tuvieron que encerrarse en su casa rodante. De la ciudad, se movieron hacia la montaña, porque los controles policiales a veces eran excesivos. Una tarde, un vecino de la zona se les acercó mientras estaban estacionados al costado de la ruta y les preguntó si necesitaban algo. Le dijeron que les vendría bien tener electricidad para cargar sus dispositivos y poder conectarse con sus familias. El hombre les propuso quedarse un tiempo en una finca, donde podrían estar más cómodos.
Una cuarentena sobre ruedas, un viaje sin planes y un desenlace inesperado.
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