Describirlo parece ser algo más difícil de lo que se cree. Es parecido a un pancho, pero no lo es. Definirlo como un pancho pareciera ser algo hiriente para los tucumanos. En realidad el panchuque se explica comiendo, no hay otra, así se lo conoce.
Esa masa que recubre la salchicha se elabora con una mezcla de harina y leche, entre otros ingredientes. Algo fundamental es tener la panchuquera: esta máquina es la estrella de la preparación, sin ella no sería posible. Solo hay que verter la preparación –que tiene una consistencia liquida– en la máquina, poner la salchicha y cerrarla. Listo: a disfrutar. Eso sí, tiene que estar recién salido, calentito.
Pero ¿dónde se consiguen? Esto es lo curioso: el panchuque parece ser una comida al paso hecha para nuestro pequeño pero concurrido microcentro. Si bien muchos fanáticos se compraron su panchuquera para hacerlo en casa, el tradicional es el que se compra en el centro. Suelen venderse acompañados con un vaso de gaseosa, la combinación perfecta.
Los lugares que los venden son kioscos o drugstores que tienen un pequeño sector asignado para este manjar. Arriba se le puede poner un aderezo o incluso alguna salsa.
Un recorrido por nuestra ciudad no están completo sin probar nuestras comidas más típicas. Ya le dedicamos una historia al sánguche de milanesa, plato insignia que tiene un día y un festival que lo conmemoran. Ahora le tocaba al panchuque, eso que parece un pancho, pero que no lo es, eso que se come al paso. Eso, la tucumanidad.
El mundo llegó a él en un invierno tucumano de 1998, cree que por eso es su estación favorita. Tiene una máxima: toda historia se basa en hecho reales. Supo que quería ser periodista después de escuchar una entrevista a Pepe Mujica y lo reafirmó cuando leyó una crónica de Martín Caparrós. En 2016 empezó a estudiar Comunicación Social y en 2019 se diplomó en Fotografía Documental. Si le preguntan si el periodismo es el mejor oficio de todos, prefiere dudar. Aunque de lo que no duda es de que la fotografía y las letras son una de las opciones más lindas para conocer y entender el mundo. Amante de la naturaleza y de los paisajes que el norte argentino regala, es hincha de San Martín de Tucumán y le gusta ver documentales. Pocos lo conocen como Leopoldo, quienes son cercanos a él suelen decirle “Pety” o “Sope”, apodos en referencia a su baja estatura. Tiene una cuenta en Instagram donde publica sus fotos, y anhela que algún día se hagan libro; mientras tanto, y sobre todo, sueña.