Mi mamá cocina muy bien. Pero lo que no le gusta es improvisar. Siempre lo hace con la receta al lado, leyendo el paso a paso a medida que avanza en el proceso. Y con las recetas que prepara tampoco es tan flexible. Usa las mismas desde hace décadas, y no estoy exagerando. Tiene una batería de platos ya probados que repite una y otra vez. Y nadie se queja. Pero estas dos características hacen que atesore recetas de antaño de la forma más analógica posible, porque mamá no se va a poner a googlear cómo preparar un guiso. Entre sus ejemplares más preciados, están varias revistas Mucho gusto, de los años 70, con una sonriente doña Petrona en la tapa. Y sí, a ella quería llegar.
Así como a mi mamá, toda una generación de mujeres (o varias) aprendieron a cocinar de la mano de esta señora, que es la representación misma del ama de casa tradicional. Con su delantal, su asistente Juanita y sus platos cargados de manteca, muchos huevos y otras cuestiones –que poco tendrían que hacer hoy en el mundo de la cocina saludable–, supo hacer su camino en la gastronomía mediática hasta convertirse en todo un emblema.
Para tener al marido contento
Petrona Carrizo nació La Banda, Santiago del Estero, en el seno de una familia numerosa compuesta por siete hermanos. El primer plato que aprendió a cocinar fue un postre de hojaldre, que su madre le enseñó a hacer con un objetivo muy claro y fundamental: conquistar a los hombres. Porque –según decían– a través de su estómago se llega al corazón.
El camino de la cocina le resultó atractivo, por lo que comenzó a trabajar como cocinera en una estancia. Parece que los consejos de la madre eran ciertos, porque allí conoció al señor Gandulfo, quien luego se convertiría en su marido. En busca de nuevos horizontes, la pareja se dirigió a Buenos Aires. Para colaborar con la economía del hogar, Petrona consiguió trabajo en la Compañía Primitiva de Gas para enseñar a usar las nuevas cocinas a gas. En ese entonces, eran toda una novedad y el objeto de deseo de las amas de casa porteñas.
El objetivo de la empresa era claro: que sus clientes comenzaran a usar gas y dejaran atrás las antiguas cocinas de leña y querosene. El trabajo de Petrona consistía en mostrar cómo funcionaban las cocinas. Y, para eso, nada mejor que un ejemplo más que práctico: cocinaba sus recetas en la puerta de un bazar. Tiempo después, la Fundación Metrogas vio lo positivo que podía ser para el incipiente negocio y editó su primer libro de recetas: Doña Petrona, la cocina y el gas. De cocinar en la puerta del bazar, Petrona comenzó a dar clases presenciales y, posteriormente, empezó a publicar sus recetas en la revista El Hogar.
La primera cocinera televisiva
El éxito de doña Petrona comenzó con la radio. Las emisoras Radio Argentina, Excelsior y El Mundo la tuvieron como columnista en sus programas. En 1933, editó El Libro de doña Petrona, una verdadera enciclopedia de cocina con más de 500 páginas. En él, además de recetas, había “consejos para la mujer moderna”. Sus recetas incluían desde sopas, carnes, pescados y salsas hasta postres, cócteles y caramelos caseros. El suceso fue inesperado: el libro fue traducido a muchos idiomas y editado más de cien veces.
Pero, si por algo es conocida doña Petrona, es por sus programas de televisión. La cocinera fue pionera de una actividad que luego seguirían muchas otras mujeres, como Choly Berreteaga, Diana Boudourian, María Adela Baldi, Chichita de Erquiaga, Chola Ferrer, Blanca Cotta o Narda Lepes.
Su debut fue en 1952 en el programa Variedades hogareñas (que posteriormente se llamó Jueves hogareños), que emitía Canal 7 de Buenos Aires. Pero la fama llegaría con el ciclo Buenas tardes, mucho gusto, cuyo nombre nos suena familiar incluso a quienes no fuimos contemporáneos. Comenzó en 1960 y con ella apareció otro personaje entrañable: su asistente Juanita Bordoy.
Durante 20 años, tres veces por semana, las amas de casa se prendían a la tele para ver a doña Petrona preparar sus platos y tomar nota de cada ingrediente, de cada secreto, para sorprender a la familia con una comida diferente. Algunas, como mi mamá, aún continúan con la misma tradición.
Licenciada en Comunicación Social y correctora. Nacida y criada en el oeste del conurbano bonaerense. Sagitariana, vegetariana, crossfitera y viajera. Estoy convencida de que, con las palabras, podemos hacer magia. Pasen y lean.