Los clásicos son clásicos por un motivo: tienen algo que los distingue, que los hace perdurar en el tiempo y conservarse actuales a la vez. Atraen tanto a consumidores fieles, y quizás algo nostálgicos, como a jóvenes curiosos que quieren ser parte de algo que los precede y, seguramente, siga estando allí por muchos años más. En el Microcentro de Buenos Aires, en la calle Sarmiento al 635, un cartel lo anuncia dejando la humildad de lado: “Los mejores sándwiches de Buenos Aires desde 1988″. Es que Café Paulín es un clásico indiscutible y lo que lo llevó a ingresar en esa categoría es algo tan simple y tan noble como un sándwich (o varios). Si todavía no probaste los “voladores”, ya sabés dónde vas a almorzar la próxima vez que andes por el centro porteño.
¿Cómo puede un bar afirmar que allí se sirven los mejores sándwiches de una ciudad tan grande como lo es Buenos Aires? Simple: no lo dicen ellos, lo dice la gente. Y lo viene diciendo desde hace más de 30 años. Café Paulín es punto obligado de oficinistas, estudiantes, empleados bancarios y profesionales de todo tipo que tienen como base de operaciones el Microcentro. Para el desayuno antes de comenzar con las tareas o para el almuerzo de medio día, encontrar un taburete libre en la imponente barra del local es tan difícil como reconfortante.
Tal como dice su cartel, Café Paulín fue inaugurado en 1988 por don Fermín, un gallego para el cual un buen sándwich tenía que reunir dos cualidades: ser grande y con mucho relleno. De esa forma se comenzaron a preparar en el local y el éxito fue inmediato: nadie quiere sándwiches tamaño copetín o amarretes en cuanto a los ingredientes. Si bien hace años que el fondo de comercio ya no está en manos de su dueño original, el bar sigue conservando la misma tradición.
Salen esos voladores
El sector de sandwichería se ubica en el fondo del local. Allí esperan atentos los encargados de llenar de ingredientes mágicos dos panes, algo tan simple que brinda una felicidad tan grande. Los sándwiches se arman siempre en el momento y a pedido del cliente. Pero ¿por qué se les llama “voladores”? Por una cuestión de tiempos, básicamente. Para agilizar el despacho de los pedidos, se comenzaron a revolear por la barra los platos con los sándwiches. Con los años, esta particular dinámica se convirtió –también– en un clásico, y no faltan los videos en las redes sociales que muestran esos deslizamientos maestros ni los turistas extranjeros que se acercan al local para probar los sándwiches y disfrutar de la experiencia de recibir un “volador”.
Hasta antes de la pandemia, Café Paulín abría a las 6 de la mañana y comenzaban a desfilar por ahí los madrugadores que iban por su desayuno. Alrededor de las 12 del mediodía comenzaba la hora pico, que se extendía hasta después de las 3 de la tarde. La cola se armaba sobre la calle Sarmiento, y encontrar un lugar en la barra de 38 metros era toda una odisea. El promedio que manejaba el local era de 2000 sándwiches por día. Con la cuarentena, el bar no trabajó entre marzo y noviembre de 2020. Ahora, con la flexibilización de las medidas, el ritmo se va retomando de a poco, aunque aún están lejos de lo que trabajaban en sus mejores épocas: el promedio de sándwiches actual es de 200 por día.
¿Te tentaste?
Si te estás preguntando qué tienen de especial los sándwiches de Café Paulín, te contamos qué llevan algunos de sus clásicos:
- Peceto: Peceto, queso gruyere, panceta, morrón y criolla.
- Mediterráneo: Jamón crudo, queso, rúcula, tomate seco, aceitunas negras y albahaca.
- Patagónico: Figazza (pan de cebolla casero), milanesa, muzzarella, rúcula, oliva, panceta y cebolla glaseada.
- Tortilla especial: Cantimpalo, queso, rúcula, tomate y cebolla glaseada.
- Americano: Pan árabe, jamón cocido, queso, huevo y tomate.
- Napolitano: Pan de pan de cebolla, jamón cocido, queso, tomate y albahaca.
¿Con cuál arrancamos?
Imágenes: Turismo Buenos Aires / Twitter
Licenciada en Comunicación Social y correctora. Nacida y criada en el oeste del conurbano bonaerense. Sagitariana, vegetariana, crossfitera y viajera. Estoy convencida de que, con las palabras, podemos hacer magia. Pasen y lean.