¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónDurante la primera centuria de la Patria las celebraciones religiosas resultaban la principal actividad social de las ciudades, en una tradición que se remonta a las primeras misas coloniales en Lima y Asunción. La Semana Santa, Cuaresma, Navidad y Reyes producían concurrencias masivas y los sacerdotes debían organizar actividades litúrgicas que se completaran en atracciones sociales. Mientras que en las primeras imperaba un sentimiento recoleto, Navidad y Reyes eran los escasos momentos de jolgorio familiar y de atrios desbordados de carruajes y caballos, de familias enteras con niños asombrados con los regalos y los divertimentos. Ya en aquellas épocas se había hecho la costumbre de los zapatos, el alimentos y las cartas en los umbrales de los casonas, a la sombra de los aljibes. Y también la invocación a San Baltasar, protector de los negros, por la numerosa comunidad afroamericana asentada en los barrios del sur porteño. A la espera de la magia que viene en camello, y que despierta la niñez sin fechas de vencimiento, “donde el asombro se levanta como una lámpara deslumbrante que transforma todo, para siempre”, en palabras de Manuel Mujica Láinez en “La adoración de los Reyes Magos”.
La vida religiosa estaba íntimamente ligada el ritmo de vida de la Colonia e Independencia y dictaba los usos y costumbres. Por el ejemplo los niños y niñas eran bautizados con el Día del Santo, que podía coincidir o no con la fecha de cumpleaños, y eran saludados con absoluta devoción. Otras de las rígidas costumbres la relata José E. Wilde, doctor, maestro y tío de Eduardo, “Los niños jamás dejaban de pedir su bendición a los padres, al levantarse y al acostarse; otro tanto hacían con sus abuelos, tíos, etc., en su primer encuentro, a cualquiera hora que fuera. Aún los adultos pedían la bendición a sus padres al separarse de ellos. Los criados hacían lo mismo con sus amos” Semejante observancia tenía un plus en los pequeños que contabilizaban estas buenas acciones en la tradicional carta a los reyes. Ritual no solamente de quienes tenían familia. Una acción repetida del Buenos Aires del 1800 era celebrar Día de Reyes con los niños expósitos, los huérfanos, a los que se llevaba comida y regalos, para romper la rutina y marcar la diferencia en esa fecha. Las Damas de Beneficencia, entre ellas una muy solidaria Mariquita Sánchez de Thompson, encabezaban estos recorridos por las instituciones de menores, en manos de los curia.
La Catedral, la Merced, San Juan y Santo Domingo recibían a la mayoría de los vecinos en misas y espectáculos como la cinchada o carreras de caballos. Además en las pulperías se presentaban espectáculos familiares, que a veces fueron prohibidos como en 1834. Fue una medida para que los fieles se congregaran en los iglesias, evadan las distracciones de las payadas o murgas de negros. En años posteriores, se decretó que el 6 de enero sea feriado, y obligó a las tiendas a cerrar, como se hacía en Semana Santa. Eran los bandos de Don Juan Manuel de Rosas.
Uno de los hombres más ricos de Buenos Aires de todos los tiempos fue el aristócrata español Gaspar de Santa Coloma. Fue determinante en la apertura comercial del puerto en los últimos días del virreinato y la ampliación de las obras urbanas, un férreo combatiente en las Invasiones Británicas y participó en la construcción de la Catedral porteña. Se casó con Flora de Azcuénaga y Basavilbaso, una poderosa heredera, que incluyó en el dote los terrenos que albergarían la Residencia Presidencial de Olivos, cuenta Daniel Balmaceda. Tuvo cuñado a Miguel de Azcuénaga, patriota de la Primera Junta. Alejado de la política, quien se codeó con virreyes y revolucionarios, fallece en 1815. Había nacido un 6 de enero y el nombre completo era Gaspar Melchor Baltasar de Santa Coloma.
Durante varios siglos San Baltasar fue objeto de veneración en la comunidad afroargentina y, aún hoy, es posible encontrar rastros del culto en el Litoral, y hasta el Paraguay. Debemos recordar que la Iglesia Católica no admite la santidad de Melchor, Gaspar y Baltasar y solamente la celebración de los tres juntos en la Epifanía del Señor, o Santos Reyes, el 6 de enero – desde 325 que se purgaron de los relatos bíblicos los pasajes apócrifos, aunque la institución del pesebre por San Francisco de Asís y la asignación de razas a los reyes por San Beda reforzaron el mito a través de los siglos. En el caso de Latinoamérica, la curia virreinal optó por permitir altares a San Baltasar a razones de control social de los negros. Uno era el que se veía en 1772 en la Parroquia de Nuestra Señora de la Piedad del Monte Calvario, a las afueras de Buenos Aires, lugar donde funcionaba la Cofradía de San Baltasar y Ánimas (1772-1856). Y en un siglo después, los jesuitas en la Iglesia de San Antonio de Obligado (Santa Fe) construyeron un altar mayor para San Baltasar, que es copatrono de la ciudad junto a San Antonio. Vísperas de Reyes reciben allí a fieles santafesinos, muchos niños que van a pedir deseos, a un santo no oficial modelado en la raigambre africana, y transformado en protector de los negros y, por la afición a la música de éstos, protector de la alegría. Como el Gauchito Gil o Gilda, San Baltasar se halla en el panteón de los santitos populares.
“Lo interesante de Baltasar es que lo que brinda, brinda para uno sea feliz… él hace milagros por nuestras necesidades”, decía un seguidor de San Baltasar a Norberto Cirio en 1995. Lejos de apagarse el culto al Rey Mago negro, el investigador Cirio señalaba en los dos mil la existencia de 71 capillas dedicadas a San Baltasar en Litoral y Buenos Aires, en las cuales para vísperas de la celebración se organizan recitales y candombes. En el cántico al glorioso Rey Baltasar de una capilla de Goya, Corrientes:
“yo soy el Rey de los Tres Reyes
pues me puso de guía
aquella estrella de Oriente
cuando el redentor se acercaba
Baltasar se arrodillaba
pidiendo por la corona
porque a él le dedicaba
Oh! Guía de los sin fe
Amén"
Una de los mejores pórticos a la Buenos Aires que se me hace cuento aparece en los relatos de “Misteriosa Buenos Aires” de Manuel Mujica Láinez. Recientemente reeditados por Edhasa, con ilustraciones de Aída Carballo, el escritor y periodista nos transporta a una ciudad de locura y hambre, de codicia y lujuria, de heroísmo e idealismo, con un toque de milagrería que hace rara la atmósfera, pero encendida. En estas crónicas apócrifas, con algo de verdad, con mucho sobrenatural, setenta años atrás, Mujica Láinez realiza un vibrante arco que va en 1536 de humeantes empalizadas a salones dorados de 1904, con “lobos y hienas alrededor de la gran fogata” Uno de las cuentos menos despiadados, más compasivos, es sin duda la historia de Cristóbal en “La adoración de los Reyes Magos”, un adolescente sordomudo que limpia el altar de la iglesia de San Juan Bautista -actuales Piedras y Alsina-, a trapos y plumeros. El muchacho pasaba varias horas del día admirando un tapiz que reproducía la Epifanía del 5 de enero pintado por Rubens. Según el escritor era el botín de un corsario argentino, que robó esta pieza de Fernando VII destinada a Manila, y que acabaría en el templo de las monjas de Santa Clara. El alba del Día de Reyes se filtraba en los intersticios de la gran tela para admiración del joven en 1822; Cristóbal seguramente de los expósitos que recibirían alguna atención -mínima- a la tarde. Comienza la misa matutina y comienza el gran regalo, un cuento asombroso, “entonces en el paño se alza el Rey Mago que rezaba los pies del Salvador …Le suceden en la adoración los otros príncipes… Y Cristóbal está de hinojos escuchando esas voces delgadas que son como subterránea música”, describe al estupefacto joven porque la imagen cobra inusitada vida solamente para él, “aislado” desde los cinco años. Faltaba más, “cuando Cristóbal supone que ya nada puede acontecer… aparece un hombre muy hermoso, muy viril, de barba rubia… junto a la mirra y los cofres, Rubens deja un pincel… entonces la Madre se vuelve al azorado mozuelo… invitándolo a quienes rinden culto al que nació en Belén… como no tiene ofrenda, vacila y coloca su plumerillo al lado del pincel y de los tesoros” Felices Reyes, Cristóbal.
Fuentes: Wilde, J. A. Buenos Aires desde 70 años atrás (1810-1880). Buenos Aires: EUDEBA. 1960; Cirio, N. P. El Rey Mago Baltaar y San Baltazar. Dos devociones en la tradición religiosa afroargentina en Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano. Nro. 19. 2000/2002. Buenos Aires; Mujica Láinez, M. Misteriosa Buenos Aires. Madrid: ABC. 2004.
Imágenes: BuenosAires.gob / Ministerio de Cultura / Freepik
Fecha de Publicación: 05/01/2022
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