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Cuando tres son multitud

El mate es encuentro, pero también es encuentro con uno mismo. Y ese también es un rito. Una misa. Y, entonces, tres son multitud.

Siempre nos juntamos a tomar mate. No existe acto de amor más puro que despertar a alguien con un mate calentito, espumoso. O cebarle mate al otro mientras está trabajando, o preocupado, o triste. Nadie duda de las propiedades vinculares que tiene esta infusión. Pero a veces tres son multitud. Tomar un mate en soledad también está entre las experiencias más maravillosas de vivir en suelo argentino.

Rutinas o rituales mate en mano

Muchas personas no pueden comenzar su rutina diaria sin el termo cargado y el mate preparado. Otras no se despiertan del todo hasta después de los mates. Si tenés un ratito antes de salir, qué mejor que poder tomarte tres o cuatro mates, renovar la energía y seguir. Y eso también es un ritual: un ritual solitario, personal, íntimo.

Están también los que son celosos de su mate. Si están tomando solos, casi que les molesta que les pidan uno. Si son fundamentalistas del amargo y alguien sugiere agregarle azúcar o edulcorante, lo sienten como una ofensa tremenda. Tienen una relación especial con el mate, de uno a uno.

El mate es un compañero más

Porque el mate es encuentro, pero también es encuentro con uno mismo. No es igual tomar un mate solo que tomar un café o un té. Cualquier otra infusión es breve, instantánea, pasajera. El mate se extiende, te acompaña, te espera. Durante noches de estudio o mañanas de trabajo, mientras mirás la tele o leés un libro, con el alma llena de alegría o el corazón roto. El mate siempre está. Y ahí, tres son multitud.

Acá no estamos queriendo cerrar la idea del mate compartido, sería casi como ir en contra de una de las tradiciones más arraigadas en la cultura argentina. Pero eso ya lo sabemos, las tardes de amigos, las sobremesas en familia que se extienden con un mate, la charla mano a mano mientras “cebas unos verdes”, todo eso cae de maduro. Ya viene en el ADN argentino. Es más, miramos de reojo al que dice que no le gusta, sentimos la ofensa, “ese qué se cree que toma tecitos y café”.

 

Detrás de la tradición hay un mundo entero

 

A ver si nos ponemos de acuerdo con esto: no da igual cómo se toma mate. Empecemos por la temperatura del agua: los fundamentalistas tienen medidos los grados exactos en que la yerba no se lava al la segunda cebada. No es por cuidar la lengua y pelarsela chupando un mate con agua hirviendo, acá todo se trata de la calidad. Si te pasas de temperatura, no hay espuma, se pierde el sabor y eso es imperdonable.

 

Después tenemos a los fanáticos del mate de calabaza, los de madera, enlozados con asa para no quemarse los dedos, de cerámica y también los modernos con mate de silicona. Porque cebar es casi una ciencia, he conocido gente que asegura que el sabor cambia cuando usas un termo y no la pava, como corresponde. La bombilla también tiene sus cosas, hay tantos modelos como cebadores. Lo importante, en este caso, es que pueda limpiar bien porque si se tapa, es de lo más molesto. Hablando del asunto, hay historias “mágicas” que aseguran que si rascamos la base del mate y pedimos a algún santo, la bombilla se destapa. Habrá que probar.

 

Por último, pero no menos importante, la yerba. Acá podríamos detenernos un buen rato. Tenemos marcas y variedad para elegir. Están los defensores de la que viene con mucho polvo, otros buscan la que es sin palos y los más “atrevidos” la que viene mezclada con hierbas. Esa es otra cuestión, ponerle cascaritas de cítricos o yuyos al mate para mi que es una buena excusa para no convidar. Y ustedes ¿cómo lo toman?

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