¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la sección“Véis la Bandera Nacional en mis manos, que ya os distingue de las demás Naciones del Globo, sin embargo de los esfuerzos que han hecho los enemigos de la sagrada causa que defendemos, para echarnos cadenas más pesadas…nuestros padres, nuestros hermanos, nuestros hijos, nuestros conciudadanos; todos, todos fijan en vosotros la vista y deciden que es a vosotros a quienes corresponderá todo su reconocimiento si continuáis en el camino de la gloria que os habéis abierto. Jurad conmigo, ejecutarlo así, y en prueba repetid ¡Viva la Patria!”, que sería bendecida por Juan Ignacio Gorriti, tío de Juana Manuela, luego del tedeum de la mañana, y a la tarde desfiló delante de la tropa reunida en la plaza principal, “el son de la música y la última salva de artillería, -se juró- sostenerla hasta morir”. Manuel Belgrano cerró así el oficio al Triunvirato, desconociendo que había sido censurado por el gobierno criollo en la decisión de crear la bandera en Rosario tres meses antes. Jujuy, 25 de mayo de 1812. La primera jura histórica de la bandera, y no a la vera del Río Paraná, la fecha escolar del 27 de febrero. Aquella que se hizo en nombre de una Independencia por venir; como un año después, a la vera del Río Juramento, donde tampoco se juró a la bandera, sino obediencia a la Asamblea del Año XIII.Detalles revelados en documentos de los mismos protagonistas, que la institución estatal en 1938 del Día de la Bandera terminó de borrar en la memoria. Nada más detalles para los miles de niños y niñas que todos los 20 de junio, frente a la bandera que Belgrano nos legó, en escuelas y escuelas del país, prometen con el clamor de aquellos patriotas de la Independencia.
Y de todos modos son útiles para entender algunas decisiones de los hombres que jugaron un rol activo en los difíciles años posteriores al 25 de Mayo. Revertir ciertas tendencias que ponen a próceres como Bernardino Rivadavia y Juan José Paso, quienes firmarían el famoso veto del 3 de marzo de 1812, “que nos conduzcamos con la mayor circunspección y medida…-y- haga pasar por un rasgo de entusiasmo el suceso de la bandera blanca y celeste enarbolada, ocultándola disimuladamente”, señalaban en tiempos aciagos que Buenos Aires resistía solitaria en América a la contraofensiva realista.
Juan Pedro Aguirre el 27 de abril de 1811 desde el Río de la Plata, en carta a Feliciano Chiclana en Salta, otro que luego amonestaría a Belgrano, señala con claridad la política de los revolucionarios porteños, “necesita guardar consecuencia con el disfraz político que Vuestras Mercedes entablaron (se refiere al movimiento de 1810), dejando a menor tiempo correr del todo el velo de nuestra independencia absoluta”, reafirmado la máscara de acatamiento a la autoridad a Fernando VII, que se caería definitivamente el 9 de Julio de 1816. Pero mientras tanto los hoy lapidados y caricaturizados Rivadavia, Paso y Chiclana hacían malabares ante las potencias extranjeras, defendiendo la nación “sin armas…en un miserable estado”, especialmente frente a la británica, que sería juez y parte en el nacimiento de las repúblicas latinoamericanas.
Desde el 15 de noviembre de 1811, de vuelta Belgrano de la campaña al Paraguay, que si bien no tuvo éxito en incorporar a Asunción a las Provincias Unidas del Río de la Plata, sembró las ideas de libertad por el Litoral y Misiones, se hace cargo del Regimiento 1, “haciéndome más honor del que merezco y dejando a mi cargo un servicio al que, tal vez, mis conocimientos no alcanzarán. Procuraré con todos mis esfuerzos ser digno de llamarme “hijo de la Patria””, cerraba aceptando el puesto militar, un abogado que aprendió el arte de la guerra con Liniers, y renunciando a la mitad del sueldo. Debía marchar hacia Villa del Rosario a defender las costas de la armada española, que era la dueña del agua sosteniendo a la sitiada Montevideo por los gauchos de José de Artigas. Llegaría el 7 de febrero de 1812 a terminar de eregir las baterías Libertad e Independencia en las costas santafesinas, “se trabaja con bastante anhelo, a pesar de la falta de gente, y lo que es peor, del dinero”, y unos días más tarde, el 13 de febrero, escribe al Primer Triunvirato sugiriendo el uso de la escarapela celeste y blanca, “para que no se equivoque con las de nuestros enemigos y que no haya situaciones en que nos pueda de ser de perjuicio”. Belgrano sabía muy bien de qué hablaba porque una confusión en la batalla de Paraguarí, en la campaña al Paraguay, casi acaba con su vida.
Por otra parte anidaba en su espíritu dar a sus soldados una motivación extra, ya que aún seguían yendo al frente con la bandera del Rey, y en los pueblos en las fiestas, se paseaban aún los estandartes de los borbones. Un motivo más era que su liderazgo resultaba bastante cuestionado por militares de carrera, José María Paz o Manuel Dorrego, y precisaba un hecho rotundo para que sepan quién mandaba. Y encima de todo, un orgulloso Hijo de la Patria que quería romper cadenas. Sin embargo no pretendió romper con la estrategia de los gobernantes en el Fuerte de Buenos Aires, la insurgente y astuta conducción que mantenía la bandera española en su mástil, y decide continuar con la inspiración de la escarapela, los colores de los borbones, celeste y blanco. Así que no hubo otra inspiración, ningún cielo diáfano, cortado con una nube.
“En momentos que son los seis y media de la tarde se ha hecho la salva en la Batería de la Independencia y queda esta con la dotación necesaria para los tres cañones que se han colocado, las municiones y la guarnición”, notificaba el coronel Belgrano al gobierno el 27 de febrero de 1812, en Rosario, “He dispuesto, para entusiasmar a los habitantes de la zona y a las tropas, que éstas se formaran…siendo necesario enarbolar una Bandera, y no teniéndola, mandé hacer una celeste y blanca, conforme a los colores de la escarapela nacional”. En un texto que acompaña la nota surge que el juramento estaba destinado a la defensa de la batería Independencia – que no es el sitio del actual monumento que se yergue sobre la batería Libertad, finalizada unas semanas después-, declarando “vencer a nuestros enemigos interiores y exteriores y la América del Sud será el templo de la Independencia, de la unión y la libertad”. En ningún momento se jura a la bandera en Santa Fe, algo que sí ocurre en Jujuy, en las puertas de la gloria de las batallas de Tucumán y Salta.
Como no hay tampoco certezas si Belgrano ese caluroso día de febrero de 1812 la izó o la enseñó a las tropas, tampoco se conoce mucho del destino de aquella primigenia bandera. Porque la que marcha en las victorias posteriores en el Alto Perú sería aquella que se bautiza en Jujuy, tres meses después. Lo que se ha podido reconstruir es que la primera dama argentina que confeccionó la bandera fue María Catalina Echeverría de Vidal, debido a que junto a su hermano, Vicente, eran parte de las familias más importantes rosarinas, él muy amigo de Don Manuel. Seguramente, Belgrano pasó la noche en su casa, o fue un contertulio, como lo fue en el paso hacía pocos meses a Misiones. Además las tropas acampaban a pocas cuadras del caserón de los Vidal.
Por tradiciones orales se sostiene que Cosme Maciel, ayudante del capitán Celedonio Escalada, fue el abanderado el 27 de febrero en el acto que inauguraba la batería costera. Y aunque el Libertador Belgrano, como se llamaban a los primeros generales patriotas, tuvo que esconder aquella bandera, posiblemente en la misma Santa Fe, a pedido del Triunvirato, lo cierto es que la Asamblea del Año XIII le permitió usar la bandera siempre y cuando “fuera usada únicamente como bandera del Ejército del Norte y no del Estado”. Así que casi un año después, de nuevo en Santa Fe, el 13 de febrero de 1813, en uno de los “actos más solemnes que se ha celebrado en toda época de nuestra feliz revolución”, y en manos del general Eustaquio Díaz Vélez, Belgrano presenta nuevamente la bandera. Pero tampoco es un jura a ella con el “morir antes que volver a ser esclavos”, besándola desde el soldado raso al mayor, sino la “obediencia” a la progresista asamblea capitaneada por Alvear, Pueyrredón y San Martín, entre otros. Como bien señala Belgrano están prometiendo al “edificio de nuestra libertad civil”; primero Independencia, luego Constitución. Recién en 1816, sin una ley sino por decreto, el Congreso de Tucumán, a instancias del diputado Paso, ahora sí en el momento oportuno y necesario, no cuatro años atrás, declara que el pabellón nacional es celeste y blanco. Dos años después el mismo Congreso define que usará el sol en caso de guerra, a moción de Luis José Chorroarín, más inspirado parece en el escudo nacional ya en uso que en la continuidad del linaje incaico.
Digamos, en cuanto al cromatismo, que el celeste que se refiere era lo que se denominaba a veces azul -de hecho, en el proyecto de Paso y Esteban Gascón de 1816 se habla de azul y blanca-, o en esa época, “del color del cielo sin nubes”. Un azul más oscuro, el turqui, se usó durante el rosismo debido a que los unitarios eras identificados con el celeste, o sea el azul más claro. Este tono oscuro también lo utilizó el gobierno de Roca en 1885 por última vez.
Una de las disputas bizantinas se centra en si las franjas eran verticales, horizontales o cuántas azules o blancas. Nada dice Belgrano de la de 1812 más que era “conforme a la escarapela”. Se supone que cuando marcha al Norte, Don Manuel deja la primera bandera, y en Jujuy se confeccionó otra, que ondeó desde Salta a Ayohuma. Y que se perdió pese a que Belgrano solicita en 1814 a San Martín, cuando pasa los restos del Ejército del Norte en Santiago del Estero, que “conserve la bandera que dejé y que la enorbole cuando todo el ejército se forme” Algo que el Libertador de América haría en la célebre bandera del Ejército de los Andes, escudo nacional al centro, arriba blanca, abajo celeste. La misma disposición que se puede ver detrás de Belgrano en un cuadro hecho en Europa en 1815. Dos franjas como parece que era la Doña María Catalina en 1812, aunque no horizontales, algo que debería ser menos disruptivos a hombres acostumbrados al horizontal pabellón godo, sino verticales ¿podrá ser que haya cambiado Belgrano en la marcha al Norte?
Las famosas banderas de Macha, Bolivia, halladas escondidas en 1883, al parecer allí desde el desastre de Ayohuma (1813), y que una se halla en el Museo Histórico Nacional, parece una prueba ya que una tiene los dos tercios clásicos horizontales celeste-blanco-celeste…y la otra, que se atesora en Sucre, invertido. A dirimir esta cuestión viene un documento firmado por el realista Vigodet el 16 de octubre de 1813, a la lente de catalejo en la muralla de Montevideo, “los rebeldes de Buenos Aires han enarbolado un pabellón con dos listas azul y celeste a las orillas y una blanca en el medio, y han acuñado moneda con el lema de “Provincias del Río de la Plata en unión, y libertad” Así se han quitado de una vez la máscara con que cubrieron su bastardía desde el principio de la insurrección” Solamente había pasado un año y medio de la desobediencia, a medias, de Manuel Belgrano creando la bandera, y ya los argentinos, que llevaron el celeste y blanco en los ejércitos y barcos que esparcían por América los colores de la Independencia, entonaban con orgullo y valor, el “Oíd mortales, el grito sagrado/Libertad, libertad, libertad”
Fuentes: Cánepa, L. Historia de los símbolos nacionales argentinos. Buenos Aires: Editorial Albatros. 1979; Belgrano, M. Bartolomé, G. Autobiografía de Manuel Belgrano. La vida del prócer de la independencia argentina a través de sus propios textos y cartas. Buenos Aires: Ediciones Históricas. 2020; Mitre, B. Historia de Belgrano y de la independencia argentina. Buenos Aires: Estrada. 1947.
Imagen: Pixabay
Fecha de Publicación: 20/06/2022
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