Los ponchos no son algo exclusivo de la cultura argentina: fabricados artesanalmente por hombres y mujeres, son una muestra de identidad de pueblos que se extienden desde California hasta la más recóndita Patagonia. En el caso del poncho salteño, su famoso rojo sangre con franjas y cuello negro son los colores que identifican y dan origen a los gauchos de Güemes.
El poncho sigue vigente hasta la actualidad, no solo es una prenda que abriga, y mucho, para los climas norteños, sino que es un símbolo identitario que enorgullece a quien lo viste. Su producción varía y, en algunos casos, se pueden tardar semanas para confeccionar uno.
Cada provincia del norte argentino tiene el suyo: por ejemplo, el tucumano es marrón con ribetes en rojo; el santiagueño es beige.
Negro y rojo: ¿por qué?
En el caso del poncho salteño, hay muchas teorías sobre por qué lleva esos colores. Si bien son varias, hay dos que son las principales:
- Identificar el enemigo: Una de las teorías es que la tradición de ponerle color a los ponchos surgió con la necesidad de identificarse con sus aliados y, por el contrario, tener bien el claro quiénes son los enemigos. Se dice que el poncho salteño habría adquirido mayor popularidad luego de que Güemes lo designara como el uniforme oficial para sus “infernarles”.
- Solo una cuestión de practicidad: Otra teoría, y quizá con menos mística, es aquella que identifica a los colores del poncho salteño con la facilidad que había en la zona para extraer colorantes vegetales de esos colores. Extraído del rocú, un vegetal del cual los pueblos originarios solían utilizar para teñir sus prendas.
El poncho salteño y la costumbre que sigue
Se dice que Salta es una de las provincias más tradicionalistas de Argentina. Dicha fama se entiende cuando uno pasea por sus calles y es común ver gente vistiendo con ropa características, como bombachas de gaucho, sombrero y ponchos. Estas prendas son las infaltables.
Aunque no se llega a un consenso de por qué el poncho de esta provincia lleva esos colores, el poncho salteño ya es parte del patrimonio cultural de todos.
El mundo llegó a él en un invierno tucumano de 1998, cree que por eso es su estación favorita. Tiene una máxima: toda historia se basa en hecho reales. Supo que quería ser periodista después de escuchar una entrevista a Pepe Mujica y lo reafirmó cuando leyó una crónica de Martín Caparrós. En 2016 empezó a estudiar Comunicación Social y en 2019 se diplomó en Fotografía Documental. Si le preguntan si el periodismo es el mejor oficio de todos, prefiere dudar. Aunque de lo que no duda es de que la fotografía y las letras son una de las opciones más lindas para conocer y entender el mundo. Amante de la naturaleza y de los paisajes que el norte argentino regala, es hincha de San Martín de Tucumán y le gusta ver documentales. Pocos lo conocen como Leopoldo, quienes son cercanos a él suelen decirle “Pety” o “Sope”, apodos en referencia a su baja estatura. Tiene una cuenta en Instagram donde publica sus fotos, y anhela que algún día se hagan libro; mientras tanto, y sobre todo, sueña.