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Gabino Ezeiza: el Martín Fierro de Buenos Aires

El “Santos Vega Negro” proyecta su influencia en la canción porteña. El puente entre el campo y la ciudad que vive en el ADN del tango por el ídolo de Carlos Gardel.

Yo creo que el payador tuvo un papel decisivo en la gestación del tango. Quien revise la primera época advertirá que este le debe mucho a la música pampeana, de la cual el payador fue activo portavoz”,reflexionaba Osvaldo Pugliese, el genial pianista y compositor de tangos, allí el inmortal “La Yumba” Edmundo Rivero solía presentarse como “un payador frustrado, aunque algo de ellos preservo en mi forma de cantar el tango”, aseguraba la voz inconfundible de “Sur” Pero no solamente los tangueros reconocían esta deuda de la cultura porteña con los payadores, sino que un milonguero de ley acotaba, “el payador me parece una prueba de destreza, de talento, un arte bastante difícil porque no cualquiera pueda hablar en rima así, espontáneamente”, sostenía Jorge Luis Borges en un reportaje a la revista “Rincón del Payador” en 1980. Y todos coincidían que el mayor exponente había sido sin dudas Gabino Ezeiza, un negro que fue un revolucionario con la guitarra, modernizó la vieja cadencia gaucha acercándola a la milonga, y con los ideas, un radical de Hipólito Yrigoyen de armas tomar por el sufragio universal,  y la igualdad de derechos. O que atronaba con su “Heroico Paysandú” a quien quiera oír, uno de los primeros temas por la hermandad latinoamericana. Un afroargentino que motivaba que aquel francesito llegado en 1893 se escape de la pensión de la calle Uruguay y mire de chiquilín maravillado el aura,  y la prestancia,  del Santos Vega Negro. Unos años después otro discípulo de Gabino, José Betinotti, regalaría al muchachito su apodo eterno, El Zorzal Criollo. Era Carlos Gardel.

Gabino es hijo dilecto de Buenos Aires, es más, un famoso poema de Héctor Pedro Blomberg en su homenaje recita “Buenos Aires de mi amor/Oh, ciudad donde he nacido/No me arrojes al olvido/Yo que he sido tu cantor”, luego milonga por Enrique Maciel. Porque si bien tocaba en teatros y circos del país, Gabino prefería internarse en los bares y pulperías de los barrios porteños de entresiglos, llevando el canto nacional en los patios que mezclaban malevos de farol, compadritos de comité, inmigrantes con ganas de aprender una nueva cultura y gauchos urbanizados. No era sin embargo una época fácil para los discriminados afroargentinos y Gabino cargó con el estigma de su clase de niño. Su partida de nacimiento de 1858 lo registra en San Telmo, calle Chacabuco 242,  con el insultante “de color”, y omitiendo el obvio “negro”, en una fecha que se discute entre el 3, o el asentado 19 de febrero. A los 18 años comienza a colaborar en un periódico de la comunidad negra con una serie de cuentos, “El ramo de flores”, bajo el seudónimo de liberato (sic), y que daría luego un excepcional “Juicio crítico de literatura”. Descollante por su condición de autodidacta, el artículo defendía el vínculo maestro-discípulo que los guiaría de por vida, y al pasar caía, “ya que por las emergencias de la vida, en virtud del linaje, no podemos acudir adonde se cultiva la inteligencia”, dejando claro su vuelo intelectual pese a que a los negros estaban impedidos de educarse. Son los años que empieza a involucrarse en la política y participa activamente de la defensa de Buenos Aires en 1880 junto al bando secesionista de Carlos Tejedor. Fue condecorado por su valentía en la batalla de los Corrales -actual Parque Patricios- por el general Hilario Lagos (hijo), quien fue un destacado militar porteño en la autodenominada Conquista del Desierto.

 

El pregonero del Alba de la Patria

El payador fue el primer artista popular que recorrió en giras pueblos y ciudades de la futura república, no conociéndose otro cancionero argentino que el interpretado por los payadores, hasta bien entrados los primeros años del siglo pasado. Dice Ismael Moya en “El arte de los payadores” (1959),  “El payador de la Independencia hizo escuela y sus descendientes se desparramaron por todos los paisajes de la patria. Fue la suya una misión más que estética, misional, y la cumplieron” Su rasgueo repleto de lírica ingeniosa e inflamable fue el agente social integrador en rancheríos y pulperías, donde además de la vida campestre, del caballo, y escenas del desierto, incluían noticias, y divulgación, ante un público iletrado. La cifra del payador era el verdadero y único arte sonoro nacional aceptado, y cultivado, por todas las poblaciones argentinas sin excepción. De eso queda testimonio en el “Facundo” de Sarmiento, el payador una de las cuatros figuras arquetípicas del gaucho, y en el “Martín Fierro” de José Hernández, que sería elevado a poema nacional con “El Payador” de Leopoldo Lugones.  La payada era un duelo verbal de canto y guitarra, que se prolongaba antiguamente durante horas y horas, a veces en forma inacabable, hasta la muerte del payador vencido, según la leyenda. El payador en la época de Gabino preservaba y, enriquecía, las tradiciones y la cultura de la pampa que desaparecía, y las legó a las futuras generaciones, los folkloristas de los cuarenta y cincuenta con Atahualpa Yupanqui y María Elena Walsh, y el nuevo cancionero de Mercedes Sosa y Horacio Guarany. En ellos quedó cuidarlas, cultivarlas y perpetuarlas las décimas que evocaban la libertad, y la fraternidad, de una campaña sin alambres.

El Día del Payador en la Argentina recuerda la primera actuación profesional en el Uruguay de Gabino Ezeiza, el 23 de julio de 1884. Gabino empezaba a forjarse un nombre con la paulatina incorporación de la milonga y la habanera (en el génesis del tango),  y anexando a la cuarteta, la octavilla, la décima y versos endecasílabos, reforzando la estrofas (inspirando luego a los compositores tangueros como Ángel Villoldo). Aquel día de 1884 su contrincante fue el oriental Juan de Nava, otro notable payador. En un momento que el uruguayo arremetió con unas estrofas del Fausto del argentino Estanislao del Campo, Gabino estrena una de las primeras canciones del reportorio latinoamericano, “Heroico Paysandú”,  “te canto de mi patria como aquí/yo guardo este recuerdo de mi patria/pegado en una brisa tu canción/…hermanos en las luchas y en las glorias/Heroico Paysandú yo te saludo/la troya y gloria americana por tener/saludo a este pueblo de valientes/y juro de los bravos treinta y tres” remata el Bardo porteño, muy conocido en ese momento por “El remate extraordinario” y “La muerte de Agapito”

Hacia 1890 Gabino Ezeiza comienza a ser mencionado con admiración payando en Los Locos Alegres, bar ubicado en las actuales avenidas Córdoba y Cerrito. “Por su lugar de ubicación y la calidad social de la gente que lo frecuentaba, el Jardín Florida (sobre la calle Florida y la actual avenida Córdoba) resultaba empeñosamente solicitado por las mejores compañías circenses…Los Podestá, según Raúl Castagnino en “El circo criollo”, “la noche del 13 de marzo de 1892 realizan una función con…Gabino Ezeiza, ocasión que da lugar a la asistencia de personalidades entre las que se encuentra la del mismísimo presidente de la República, doctor Carlos Pellegrini”, cierra con el payador en el papel estelar de las representaciones de los pioneros del teatro argentino.

Entre encuentros memorables de fin de siglo trascendió el duelo que el Negro Gabino, en la plenitud de su carrera,  sostuvo  con Pablo J. Vázquez hacia 1894, en el teatro Florida de Pergamino. Tal interés suscitó el mismo  que el diario La Prensa  envió como cronista para cubrir la payada al educador Joaquín V. González, futuro ministro de la Nación. Cuentan que Vázquez, con ciertos estudios,  suelta que entre ellos hay una diferencia. Gabino retruca, “La diferencia que existe es fácil de calcular, que yo improviso ligero y usted se pone a pensar” Luego Vázquez rompe una cuerda de la guitarra, “Es que se cortó una cuerda en este mismo momento y si una cuerda disuena se trunca mi pensamiento” Gabino recoge el guante, “Cierto le falta una cuerda y lo escuchó la reunión, la cuerda del sentimiento que da tanta vibración”, remataba a quien pedían varios temas de una variedad realmente impresionante de cuestiones cotidianas e históricas, “Los ojos de las mujeres”, “San Martín y Artigas”, “Ituzaingó” y “El matrimonio” Una de las anécdotas más conocidas del Gabino Ezeiza de aquellos tiempos fue en un Teatro de Dolores y que lo desafiaron a improvisar sobre cambiantes proyecciones luminosas. Zoología, geografía, historia y decenas de ramas del conocimiento riman una tras otras ante un pasmado auditorio.   

 “Una discusión literaria o política o de cualquier índole, antes de mi canto, anularía toda creación posterior. Yo estoy profundamente metido en lo interior creado por mí, en lo que voy creando, para recordar y en lo que debo crear”, dijo Gabino Ezeiza a un periodista del novecientos. Sus secretos más íntimos quedaban confiados a su leal guitarra,  “Esta guitarra que toco/y tanta armonía se liga a la vida mía/por un secreta unión./Sin ella yo no podría/cantar es este momento/como canto con su acento/lamentos del corazón” La guitarra fue la compañera fiel de Gabino Ezeiza pero el gran amor de la vida del payador resultó Petronila Peñaloza, nieta del caudillo Chacho Peñaloza, con quien se casa luego de estar encarcelado por apoyar el levantamiento radical de 1893, y que juntos tendrían una prolífica descendencia de diez hijos. Gabino fue un radical de barricada en los revoluciones de 1890, 1893 y 1905. En 1916 llevó su payada en apoyo de la campaña proselitista que llevaría al poder al primer presidente de todos los argentinos, Hipólito Yrigoyen.

 

Apogeo y muerte del Santos Vega Negro

La época de oro de los payadores coincide con la mítica etapa fundacional del teatro argentino de 1890 a 1915. Hablamos de los años de apogeo de la generación de Gabino Ezeiza donde los payadores actúan en la ciudad, en circos y teatros, incluso en la incipiente revista porteña, en simultáneo a las fiestas camperas. Incluso uno de los más destacados payadores, Nemesio Trejo (1862-1916), sería autor notable de la naciente dramaturgia argentina y su primer género local, el sainete. Gabino participaba también en la incipiente industria fonográfica y editorial. El payador registraría discos  con el acompañamiento de Manuel Campoamor en piano, reconocido compositor del tango "La Cara de la Luna", y recopilaría sus versos en el folleto "Cantos a la Patria" Algunas de sus perdidas obras teatrales se interpretaron en los picadores montados precariamente en los huecos -plazas- porteños.

Otra muestra de la modernidad de la mentalidad de Ezeiza resulta en que las mujeres payadoras se registran profesionalmente desde 1896, cuando Gabino Ezeiza presenta a su discípula Aída Reina en el circo de los hermanos Petray, menciona Beatriz Seibel en “El Cantar del Payador” (1988). Reina actúo veinte años en las carpas circenses, y fue la primera payadora en llegar a Europa, en 1900.

Durante fines del siglo XIX y la primera década del siglo XX, Gabino Ezeiza se enfrenta con éxito a las nuevas camadas de payadores nacidos bajo su talento señero, en una larga lista que va desde Pedro Ponce de León a Betinotti. Con uno de ellos, Ramón Vieytes, mantuvo su último contrapunto  memorable en el café La Pelada de Barracas de la calle Patricios. Vieytes era discípulo de Federico Curlando, un célebre payador de Barracas, con quien dicen sostuvo una payada encarnizada durante tres días seguidos. Corría 1909 y en un hacha y tiza entre un joven payador y el maestro, Vieytes lo tildó de ser un payador de platito, al que sólo interesaba el dinero. Gabino respondió que jamás buscó la fama y que ahora “Yo canto para comer/aunque el aplauso me halaga/pero el pan de mis cachorros/con aplausos no se paga”

De él escribió Francisco Pi y Suñer, que los conoció en San Nicolás, “Fue el trovador de la pampa. En aquellos tiempos de escasísima población en que la Argentina vivía la vida de los pueblos pastores, fue el bardo errante y vagabundo que iba con su guitarra de rancho en rancho y de pulpería en pulpería, glosando los acontecimientos más notables, recordando los altos hechos de los hombres ilustres, llevando a todas partes las palpitaciones del alma nacional. Hijo del pueblo y entre el pueblo criado, se identificaba con el paisano, con el hombre del pueblo y en forma poética y solemne le cantaba sus cuitas y sus alegrías, sus esperanzas y sus anhelos”, cerraba de Gabino, que llegó a administrar su propio circo y que fue incendiado en Rosario por odios políticos.

Días antes de fallecer había cantado en el Bar Oviedo de Mataderos, escena privilegiada de grandes payadores a la sombra del Mercado de Hacienda de Liniers, y en el Teatro La Perla de Avellaneda, aunque tuvo que se suplido enfermo por otro de sus discípulos, Juan Damilano. Un estado febril intenso recluyó a Ezeiza en su casa de Floresta, Azul 92. El 12 de octubre de 1916, desatendiendo el consejo de los médicos, se aprestó para ir a la Plaza de Mayo a celebrar el triunfo de su amigo Yrigoyen. Convencido por sus familiares opta por no salir y muere a media tarde. De él Yrigoyen dijo “El Negro sirvió” Gardel y José Razzano grabarían en homenaje al año siguiente “Heroico Paysandú”, un saludo final a un amigo infaltable de la barra del Café de los Angelitos en Balvanera.

El enorme Gabino no cuenta en la actualidad de un reconocimiento en su querida Buenos Aires. Un busto suyo fue robado hace años en Mataderos (ídem en Paysandú, Uruguay) y el solar histórico en Floresta, una panadería con un espacio musealizado especialmente por el Museo Hernández y la Comuna 9 en 2016, tapiado,  y sin la placa de bronce en la calle instalada por la municipalidad en los ochenta. Mejor suerte corre un monumento en San Clemente del Tuyú, custodiado por un nieto Claudio, y los moldes de los bustos robados, en el Centro Tradicionalista El Lazo de San Isidro. Don Atahualpa le cantaría: “Cantor que cante a los pobres/ni muerto se ha de callar./Pues ande vaya a parar/el canto de ese cristiano,/no ha de faltar el paisano/que lo haga resucitar” Queda en los porteños resucitar la memoria  de su Martín Fierro.

 

Fuentes: Di Santo, V. Gabino Ezeiza.  Precursor del arte payadoril rioplatense. Buenos Aires: Ediciones del Autor. 2010; Chiappe, L. El Barrio de Parque de los Patricios. Buenos Aires: Los Cuadernos de Buenos Aires XLII. 1971;  https://www.la-floresta.com.ar/gabino.htm

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