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Entre ponchos y facones

El duelo entre gauchos era la demostración de quién es el mejor.

Una buena forma de conservar nuestras tradiciones es categorizarlas y darles entidad. Fue así como lo que antaño era considerado una simple riña entre gauchos se convirtió en un arte de combate cuando se la bautizó esgrima criollaEsta disciplina nacida en las pampas posee una técnica propia, cuyas características fundamentales son el visteo y el uso del poncho, además, por supuesto, del facón, las boleadoras y la chuza.

Fue el escritor Horacio Quiroga –un uruguayo perdidamente enamorado de la Argentina– quien le dio el nombre con el que se la conoce hasta el día de hoy: en 1906, tituló “Esgrima criolla” una muestra fotográfica realizada para la revista Caras y caretas. De esta manera, la palabra “esgrima” le dio a la práctica cierto estatus, mientras que lo de “criolla” la ligaba a la propia tierra, un detalle que las familias de clase alta de la época recibieron con optimismo, atemorizadas por el avance inmigrante.Entonces, el duelo entre gauchos, el visteo, el poncho como escudo, el combate de cuchillos, los reflejos rápidos y la demostración de quién es el mejor, algo que surgió en las pampas profundas, hoy se conserva y se enseña como una muestra más de nuestro patrimonio cultural, de nuestra esencia, que de ninguna forma queremos dejar que se pierda.

Todo era cuestión de honor

¿Por qué los gauchos se retaban a duelos de poncho y cuchillo? La respuesta es el honor. Cuando un hombre faltaba a su palabra, que era el bien más preciado de entonces, o de alguna manera ofendía a la compañera del otro o deshonraba al sujeto mismo, entonces había motivo para la contienda. Era la forma más extrema de limpiar la moral, el buen nombre de las partes. No eran necesarias más razones para el duelo.

Una tradición que se transformó con el tiempo

Primero fueron los gauchos, pero más adelante, la cultura tanguera, del compadrito y los malevos adoptó una costumbre similar. Estos sujetos vivían en la periferia del casco urbano, en conventillos. Eran pendencieros, bravucones en su accionar. Y lo mismo que el gaucho de antes, ellos encontraron en la pelea mano a mano, una manera de salvar el honor o de hacer justicia por mano propia. Ellos no necesitaban (ni creían) en la intervención políticamente correcta de mediadores. A diferencia de la contienda criolla del gaucho, ellos no usaban el poncho para defenderse del ataque. Se valían de chalinas (especie de bufanda de tela que llevaban como accesorio sobre los hombros). Como arma usaban un cuchillo y no era necesario dar muerte al contrincante. La “regla” era a primera sangre, es decir, el primer herido perdía el duelo.

Sin libertad, pero defendiendo el honor

Es sabido que esta costumbre de enfrentarse para rescatar la moral también la adoptaron los presos de entonces. En ese caso, adaptaban sus armas, tanto de ataque como de defensa a las posibilidades del encierro. Siempre era necesario un elemento punzante o de corte en la mano hábil para atacar al contrincante. Lo resolvían con una faca (cuchillo limado en la punta) o un arpón que era un palo al que le agregaban algún tipo de cortante en la punta o una lanza, que era un hierro al que limaban para que lastime. Como defensa no había ponchos ni chalinas, se las arreglaban con las frazadas y mantas.

Podría llegar a ser un deporte

En la actualidad, la práctica del esgrima criollo se ha transformado en disciplina, bajo normas estrictas y entrenamiento adecuado. Existen instituciones que dictan clases como si fuera un arte marcial. Y algo de eso tiene. Sus movimientos son coreográficos y el origen es propio de las guerras, aunque hayan sido callejeras, lo marcial (vinculado a lo militar) estaba presente.

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