¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónBuenos Aires - - Sábado 04 De Febrero
Los sabores se mezclan y la historia se respira en este tradicional espacio comercial, donde se consiguen productos que no se encuentran en ningún otro lado. El Mercado Central ha visto pasar generaciones y generaciones de familias que, tradicionalmente, compran allí. Pero, también, del otro lado el tema es generacional, ya que familias enteras son las que mantienen en pie a muchos de los comercios.
Fundado en 1884 por Luis Lavoisier, fue la primera galería comercial y feria de la ciudad, con salida a tres calles: Patricias Mendocinas, Las Heras y General Paz. Surgió como una enorme feria sin techar, con paredes de adobe y pórticos de piedra cuyos propietarios eran mayoritariamente inmigrantes. La llegada del ferrocarril, en 1885, resultó muy importante para desarrollo del Mercado, marcando el despegue definitivo de toda la zona debido a la presencia de inmigrantes, y viajeros que transitaban febrilmente por la zona.
La primera intervención edilicia del Mercado fue en 1922, con la construcción de galpones de adobe, algunos puestos con estructura de metal y pintorescas mesadas de mármol. No obstante, un incendio en 1968 obligó a una reconstrucción casi total, eliminándose todo el adobe que estaba en pie. En 1991, al cumplirse 107 años de su fundación, el lugar fue declarado de Interés Turístico.
El Mercado era un lugar que nadie se quería perder. Por eso, algunas personas que recuerdan sus comienzos por estos pasillos, destacan que por allí caminaron famosos artistas, entre ellos Carlos Gardel y el mejicano Mario Moreno Cantinflas, que degustaron los famosos churros del Bar Americano.
El mercado ofrece los productos de la tierra mendocina: frutas y hortalizas frescas y secas, vinos, dulces caseros y comidas típicas. Es un sitio tradicional de Mendoza, con cuartas y quintas generaciones familiares atendiendo algún puesto y, sobre todo, manteniendo la calidad de atención y de los productos.
Al Mercado Central ingresan cientos de personas a diario. Consumidores finales, revendedores, hay de todo. También los turistas disfrutan de este lugar que tiene una atmósfera muy particular, con vistosos colores que aportan las mercaderías exhibidas, aromas de especias, pescados y otros productos, y la comodidad de poder comer en el lugar desde una pizza al paso a un elaborado plato en el renovado patio de comidas.
También llaman la atención de los visitantes los carteles que muestran leyendas y frases mendocinas, los nombres propios para los puestos típicamente locales y las convenientes ofertas del día que incluyen todo tipo de alternativas y productos con mercaderías que se venden al peso como especias, tomates y hongos secos, legumbres y cereales.
En el mercado encontramos a la tradicional quesería mendocina, así como también verdulerías con vegetales de estación muy variados. El mercado también ofrece, junto a la puerta que comunica el mercado con su playa de estacionamiento, un espacio ambientado como un pequeño museo donde se observan viejas máquinas de escribir, escritorios, una balanza y una máquina registradora como muestras del pasado del lugar.
Es un lugar que tuvo, en sus inicios, la cultura del trabajo en su máxima expresión, con los inmigrantes que alquilaban un puesto para poder vender algún producto y subsistir. Una cultura que se mantiene hasta el día de hoy, la del trabajo.
Fecha de Publicación: 25/03/2021
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