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Dulce de membrillo: una pasión argentina

El dulce de membrillo está presente en la mesa de todos los argentinos. ¿Desde cuándo se come? ¿Cuáles son sus propiedades? ¿Cómo se hace?

El dulce de membrillo está presente la mesa de todos los argentinos. De hecho, una de las grandes polémicas, la verdadera grieta (si es que la hay) es si el famoso “postre vigilante” (también conocido como “queso y dulce”) va con membrillo o con batata. Digo que esa es una grieta porque la discusión de si la pasta frola se hace con membrillo o con batata no admite discusión: es con membrillo. Y punto. Pero hay mucho más para decir de este manjar de los dioses.

En primer lugar, su antigüedad: para los griegos era el fruto del amor y la fecundidad. Por eso, cuando plantaban un árbol de membrillo lo consagraban a Afrodita, la diosa del amor. Por este motivo (y por su aroma exquisito) se ofrecía en las bodas, y las novias comían uno antes de entrar a la cámara nupcial para que “el primer beso fuera agradable”. Pavada de propiedad.

En la edad media, a pesar de ser humilde y fácil de cultivar, fue la fruta preferida de monarcas y aristócratas. Era un lujo gastronómico que se servía en banquetes para demostrar la opulencia del dueño de casa.

¿Cómo se hace el dulce de membrillo?

Con la pulpa del fruto se hace el famoso dulce, apto para celíacos, alérgicos e intolerantes a algunas comidas (casi no existen casos registrados de intolerancia al membrillo). Los únicos ingredientes necesarios para el dulce son 1 kg de membrillos y 1 kg de azúcar. Se lavan bien y se los pone en una olla cubiertos de agua. Una vez que hierve, se deja a fuego medio durante 50 minutos hasta que estén bien blandos. Ya cocidos, se los tritura, se los vuelve a pesar y se agrega la misma cantidad de azúcar que de peso, se pone a fuego bajo y se remueve para que no se pegue. Cuando tenga contextura semi sólida, ¡listo!. Lo único que falta es 24 horas de frío y disfrutarlo.

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