El mes de marzo se convirtió en el mes de la mujer. Ya no en un sentido conmemorativo, pero sí con intenciones transformadoras. El 8 de marzo es declarado el Día Internacional de la Mujer. En todos los países, en todas las provincias, la tradición es festejar. Sin embargo, la historia tiene un trasfondo trágico. Se establece el 8M como día de lucha por el episodio ocurrido en NY donde 123 trabajadoras murieron incineradas, luchando por sus derechos laborales. Esto ocurrió en 1911, en la fábrica de confección de camisas Triangle Waist Co. A partir de este suceso, todo es conmemoración. Y, pasados los años, se olvida este trasfondo.
Flores y bombones
Durante mucho tiempo, esta fecha se celebró bajo un sentido simbólico patriarcal. Apuntaba a perpetrar los vínculos de subordinación que existen sobre las mujeres. Los discursos en torno a esta fecha hacían alusión a las mujeres desde una perspectiva romántica, en el sentido histórico-artístico del término. Ángeles, musas, madres inspiradoras, obras de arte. Una construcción de la mujer como objeto de consumo y deseo. Como figura contemplativa, de acompañamiento, sin poder de decisión. Como complemento del hombre, nacida de la costilla de Adán. El 8M siempre fue una fecha que se preocupaba de mantener y reproducir los imaginarios en torno a la mujer. Por perpetrar un sistema ya armado, patriarcalmente y con una dinámica capitalista. Esta conmemoración era un evento más para sostener las estructuras imperantes y opresivas. Pero, eso sí, con el detalle de brindar un presente que indicara empatía. Y que demostrara un mínimo reconocimiento al rol angelical e idealizado de la mujer.
El 8M transcurría con las mujeres en sus casas, recibiendo flores, bombones o alguna que otra atención como migajas de reconocimiento. Un pequeño agradecimiento por ser la esclava moderna y la encargada de las tareas domésticas. Como si el sacrificio, el sudor y el tiempo, se recuperaran en forma de cajas de bombones. Como si el poder de decisión sobre nuestros cuerpos se consiguiera recibiendo un ramo de rosas. Este reconocimiento, que se nos daba como migajas cada 8M fue siempre y en todos los ámbitos (laboral, académico, familiar, etc.) difícil de adquirir. Y, por eso, funcionó durante décadas como paliativo al mal de construirse como mujer en una sociedad patriarcal.
¿Y ahora?
De a poco, entre pañuelos verdes, círculos de contención, entre noticias crueles de femicidios del terror, fuimos encontrando nuestro espacio. Fuimos generando nuestros propios contenidos, para dejar de consumir lo preestablecido. De cada muerte, de cada asesinato, de cada crítica juntamos fuerza. De cada obstáculo, de cada maternidad no deseada, de cada política que atentó contra nuestros deseos y decisiones, hicimos manada.
De a poco, este día fue adquiriendo un carácter crítico. Una intención transformadora. Esta fecha pasó de ser una conmemoración más del calendario, a ser un encuentro masivo de mujeres de todos lados del país. Con intereses en común, con historias compartidas, con pasados de terror. Nos descubrimos juntas, recordando a las víctimas de femicidios. Nos encontramos abrazadas, reclamando nuestros derechos. Nos alentamos entre nosotras a seguir conquistando territorios en pos de la igualdad y la equidad de género. Nos acompañamos, cada 8M y cada día del año, en la lucha contra la violencia de género. Nos abrazamos en cada duelo, por cada compañera víctima de hijos del patriarcado y de un Estado ausente. Por Lucía, Camila, Candela, María. Por cada desaparecida, por cada abuso sexual sufrido, por todas nosotras.
Nuestras luchas
El 8M se convirtió en la oportunidad de visibilizar las luchas del colectivo feminista: aborto legal seguro y gratuito, cupo laboral trans y educación sexual integral. Visibilidad de la comunidad LGBTTIQ+, paternidades responsables y reconocimiento del trabajo doméstico como trabajo. Por infancias libres y crianzas sin abusos. Por derechos laborales para las trabajadoras sexuales y la abolición de las redes de trata. Entre otros derechos que se reclaman y que quieren ser conquistados. En esta época, esta fecha nos invita a ocupar espacios que nos fueron vedados. A re-establecer las reglas del juego, y abolir lo que nos está prohibido. Este tiempo es de cambio, de organización. Para habitar espacios y hacerlos propios, para construirlos desde nuevas perspectivas. El 8M nos viene a enseñar que el feminismo no es una mala palabra, que se trata de un movimiento que lucha es por la equidad. El 8M nos viene a hermanar entre todos, nos invita a reflexionar.
Argentina, nacida en Córdoba. Investigadora en el área de lingüística. En formación constante sobre las Letras y sobre la vida, gracias a la Universidad Nacional de Córdoba. Mis experiencias en viajes me llevaron a aprender cada vez más idiomas y querer conocer diversas culturas desde adentro. Pienso en la escritura como una herramienta para transformar el mundo y volverlo un espacio justo y equilibrado.