El voto popular y el efecto Bolsonaro
Porque Brasil pasó del plan bolsa familia al orden y progreso, y como afecta a la Argentina.
Política y Economía
Es interesante ver el desconcierto de los movimientos políticos progresistas ante el evidente apoyo a las “propuestas liberales de derecha” por parte de sectores sociales que consideraban más afines a medidas de corte socialista. Para comprender por qué el voto popular se inclina por opciones como Trump en Estados Unidos o Bolsonaro en Brasil hace falta partir de la premisa de que estos actores políticos son hijos del contexto y no lo contrario.Las sociedades liberales modernas que se conformaron sobre la idea de la razón como aglutinante social creían que el orden permitía el progreso y que todo progreso era bueno. Eran sociedades conservadoras, con valores tradicionales y un concepto de verdad única. Sin entrar en las críticas o las discusiones sobre la sociedad moderna, podemos decir que existía un marco de referencia “ordenador” en el cual los ciudadanos encontraban certidumbre, seguridad y libertad regulada por la ley y las costumbres. El paso a la posmodernidad destruye estas ideas de orden y progreso llevando al extremo el concepto liberal de individualismo. Ya no existe una verdad única, nace la posverdad en la cual nada tiene certidumbre porque todo puede ser verdad, poniendo en jaque la noción de autoridad. Esto generó el sustento sobre el cual el progresismo pudo avanzar en América Latina.Pero lentamente en los últimos años se fue desarmando esta idea de hermandad latinoamericana progresista sostenida desde gobiernos de corte popular y materializada desde instituciones como la UNSAUR. El socialismo del siglo XIX no estaba sostenido por el desarrollo económico nacional integrado al mundo sino por un proceso global que beneficiaba a las económicas emergentes. En este contexto y mientras Estados Unidos pasaba por una administración que le asignó poca importancia estratégica a la región, se dio la creciente influencia de China y de países como Irán en los más radicalizados como Venezuela. Cuando las bases económicas que los sustentaban comenzaron a menguar, estos gobiernos populares mostraron su costado autoritario, dejando en evidencia que su concepción ideológica estaba por encima de la sociedad. Seguían atados a la vieja idea de combatir el capitalismo y los ciudadanos fueron advirtiendo que estaban presos de un progresismo ideológico antiguo que se disfrazaba de modernidad en su discurso pero que no podía dar solución a demandas crecientes de mayor seguridad y libertad.Estados Unidos, con Trump en la presidencia, inició un nuevo ciclo y salió a renegociar los beneficios de la globalización. En este marco, Bolsonaro es mucho más que su discurso y sus ideas extremas, es la persona que interpreta este momento. Implica el retorno a la idea de “Orden y Progreso” clásica, de un Brasil que recupera su pretensión de liderazgo regional. Es cierto que reflota valores tradicionales sustentados en el poderío y el prestigio que tienen las fuerzas armadas en Brasil, pero su discurso es reinterpretado de forma distinta por cada actor social. En el contexto actual el votante considera a Bolsonaro un hombre sincero que manifiesta lo que piensa. Pero incluso sus comentarios más racistas, son filtrados por el votante porque interpreta que no será parte de su política de gobierno. Es decir, escucha del discurso lo que a su juicio considera necesario para el país. Por eso un homosexual vota a Bolsonaro a sabiendas de su homofobia, justamente porque no lo vota engañado. Lo mismo sucede con las minorías o los afro descendientes. Comprenden que durante su gobierno no se ampliaran sus derechos o tendrán reconocimiento explícito pero interpretan que no hay consenso en las sociedades modernas ni en el mundo para medidas en contra suya. Por el contrario, privilegian el discurso que pregona la seguridad (Brasil tiene el record de 60.000 asesinatos por año) y el progreso económico con libertad, no por redistribución. Ante la imprevisión e inseguridad de una sociedad posmoderna aceptan votar una propuesta que implique un estado que usa su fuerza para poner orden y en esto coinciden con el voto más conservador.El sillón presidencial suele moderar las posturas extremas de campaña y Bolsonaro ya ha transmitido algunos mensajes en ese sentido. Sin embargo los lineamientos de su gobierno son muy claros y los desafíos son enormes. Seguramente vea en la Argentina de los últimos años un marco de referencia para evitar repetir algunas medidas que no mostraron los resultados esperados. ¿De ser así, como podría afectar nuestra economía?Está claro que para Argentina un Brasil que crece es muy beneficioso. En primer lugar porque cada punto del PBI que crece Brasil representa aproximadamente un aumento de 0,25 del PBI Argentino, y en segundo lugar porque es nuestro principal socio comercial.Sin embargo, dada la necesidad y la dependencia que tiene Argentina de recibir inversión extranjera directa para mejorar su economía, genera preocupación que Bolsonaro concentrara en el ministro Paulo Guedes los ministerios de economía, industria y comercio exterior. El futuro “Superministro Guedes” ya manifestó si intensión de realizar un ajuste de las cuentas públicas de forma inmediata para reducir el déficit fiscal y dejar devaluar su moneda hasta cotizar en 5 reales para dinamizar a los sectores exportadores antes de intervenir fuertemente en el mercado (las reservas de Brasil a la fecha están en los 381.000 millones). Un rápido repunte de los indicadores económicos podría hacer que Brasil se transforme en una aspiradora de inversión extranjera haciendo menos atractivo como alternativa de inversión a la Argentina que además tiene muy dividida la toma de decisiones económicas como para reaccionar de forma rápida y coordinada a las nuevas circunstancias. Por otra parte una devaluación del Real que para Brasil puede ser beneficiosa ya que no genera inflación podría hacer que el Peso tenga que acompañar el alza generando nuevas presiones inflacionarias en un momento en el que Argentina sufre los índices más altos desde 1990.Para el gobierno de Macri será muy difícil mantener el actual esquema de decisiones si Brasil se muestra exitoso en la implementación de sus medidas económicas y sociales como las que Macri dejó de lado al optar por el gradualismo. El margen de maniobra para un país como Argentina se achica cuando un gigante como Brasil despierta. Más aun cuando Bolsonaro pretende articular un eje Washington-Brasilia para recuperar su posición de representante de la región.