En su famosa obra “Hamlet” (The Tragedy of Hamlet, Prince of Denmark, 1599-1601), William Shakespeare se cuestiona la existencia. Es decir, que somos y qué hacemos, y si debemos someternos o luchar, vivir o morir. Para Hamlet, “Ser o no ser, esa es la cuestión”. Hoy para los argentinos, dolarizar es la cuestión. La crisis cambiaria del primer trimestre, devenida en crisis económica, no implicaba ninguna novedad para los argentinos con algunos años, acostumbrados a pasar por estos ciclos de “Stop and Go”. Sin embargo solo bastó que Larry Kudlow, titular del Consejo Nacional Económico de Estados Unidos, un organismo que asesora al Presidente Donald Trump, declare, no solo que la única solución de la Argentina es optar por un nuevo esquema de convertibilidad para su economía sino que el gobierno de los Estados Unidos estaba trabajando en eso, para que se desate una psicopatía (monetario) existencial sobre la capacidad de Argentina para gobernarse a sí misma o dolarizar su economía y ceder el control de la política monetaria. Desde Casa Rosada rápidamente desmintieron estas versiones, ya sea porque no se esté pensando en dolarizar la economía o porque la idea de dolarizar implica que el gobierno muestra debilidad en estos momentos donde se está negociando con el FMI nuevos desembolsos para recuperar la confianza de los mercados. Pero, ¿cuáles serían las ventajas y desventajas de dolarizar la economía? Y lo más importante, ¿Qué implica para los argentinos una economía dolarizada? En el contexto actual una de las ventajas de dolarizar la economía sería terminar con la incertidumbre e inestabilidad cambiaria al eliminar la posibilidad, por parte de Argentina, de devaluar su moneda, aunque quedaríamos asociados a la cotización del dólar a nivel mundial. Dado que el gobierno argentino dejaría de emitir su propia moneda (Peso), se eliminaría la inflación autóctona y solo quedaría la inflación derivada por el dólar a nivel mundial. Tampoco podría el gobierno corregir sus desequilibrios licuando pasivos mediante cambios de cotización, sino que estaría obligado a mantener un equilibrio macroeconómico y fiscal. En el mercado de deuda bajaría el riesgo de los bonos argentinos y con ello debería bajar la tasa de interés que rinden a medida que los inversores van adquiriendo mayor confianza. Si fuera así, el gobierno podría incurrir en menores costos fiscales y podría esperarse un incremento de la inversión que se traduciría en crecimiento de la economía a mediano plazo. Sin embargo, la dolarización de por si no elimina los riesgos de futuras crisis ya que muchos de los factores que podrían provocarlas estarán fuera del control de nuestro país. Específicamente la Argentina quedaría sometida a la variación de los commodities (granos y exportación agroindustrial) y a los movimientos de capitales entre países como destino de inversión. La baja en los términos de intercambio (variaciones negativas en los precios del comercio mundial para nuestro país) produciría un menor ingreso de dólares y por consecuencia una contracción monetaria con caída de actividad económica y suba de tasas. Por otra parte, al no poder devaluar y ajustar los precios para ganar competitividad, nuestros países vecinos estarían mejor preparados para afrontar las crisis y competir en los mercados internacionales. Nuestra economía estaría sometida a una fuerte presión por el lado de los costos para mantener una balanza de pagos superavitaria y así evitar contraer deuda para financiar los desequilibrios. Este último punto es el más riesgoso dado que implica que nuestro país debería tener una disciplina fiscal que nunca hemos visto en los últimos 70 años. Incluso en los años 90´con la convertibilidad, el gobierno incrementó la deuda externa para financiar su déficit fiscal tensionando el tipo de cambio fijo al máximo hasta que explotó generando una costosa salida en lo social. Pero dejando de lado los aspectos técnicos, es justamente sobre lo social que me gustaría reflexionar, entender cuáles son las implicancias para los argentinos de una dolarización y porqué sería lo contrario a la postura inicial de este gobierno. Dolarizar (o aunque no es lo mismo, entrar a una convertibilidad) implicaría empobrecernos ya que deberíamos hacerlo en un nivel alto de tipo de cambio para que nuestros productos sean lo suficientemente baratos para competir a nivel mundial y generar superávit externo. Al día de hoy, convertir toda la base monetaria (cambiar los pesos por dólares en las reservas) daría un tipo de cambio de $87, es decir, implicaría una devaluación mayor al 100%. Algunos economistas dirán que bajaría nuestro ingreso per cápita, dicho en criollo, pasaríamos a ser el doble de pobres pero en dólares! Salarios bajos en dólares y desempleo serían una consecuencia inevitable. Por supuesto que existe la posibilidad que nos financien este proceso y se pueda establecer un cambio inicial menor, pero entrar con un tipo de cambio bajo podría generar falta de competitividad y mayores problemas para auto sustentarse en lo fiscal, discusión que se dio en su momento en torno al valor de cambio adoptado en la convertibilidad. En esas condiciones donde la asistencia social aumentaría su demanda, el estado estaría incapacitado de dar una respuesta nominal (emitir) y la salida de la pobreza y del desempleo solo serían posibles si el país recibe inversiones y realmente crece. Por todo lo dicho previamente, parece imposible y contradictorio pensar que un gobierno que sostuvo desde 2015 la decisión de no avanzar con un ajuste drástico para evitar que se eleven los niveles de pobreza y desempleo ahora estuviera considerando una dolarización que implicaría lo opuesto. Además pagaríamos muy caro las decisiones tomadas en los primeros años de gestión, ya que, como inicialmente se optó por mantener el gasto público financiado con emisión de bonos, el incremento de la deuda externa en aproximadamente 150 mil millones de dólares no solo no reportaría ningún beneficio sino que nos dejaría un pesado cronograma de vencimiento que tendremos que pagar con mucho sacrificio. Pero el presente demanda medidas, y si finalmente la crisis lleva al gobierno por este camino, se deberá tener en cuenta el alto costo social a pagar y no repetir los errores cometidos en el pasado. Los desafíos de una economía atada al dólar son enormes y su mayor beneficio pareciera ser permitirnos reiniciar un proceso de crecimiento mediante un shock de estabilización que reordene las variables, baje la especulación y genere confianza. Dolarizar (o volver a la convertibilidad) sería reconocer todos nuestros fracasos y quemar las naves. No sería el fin del mundo pero sería el principio de un mundo muy distinto.
• Doctorado en Ciencia Política (UCA) • Postgrado sobre “Negocios en mercados emergentes” (EDI – India) • Presidente de la Fundación para la cooperación internacional ESEY • Ex Director Nacional de Relaciones Políticas e Institucionales