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Y el diablo metió la cola: la historia que no pudo ser

Debido a su apretada economía, Carlos Gardel estaba a punto de firmar un contrato que cambiaría su carrera, pero la tragedia se interpuso en su camino.

Música
Carlos Gardel

Por Walter Santoro para Fundación Internacional Carlos Gardel

Siempre se especuló con la fortuna de Gardel, aunque lo cierto es que para 1932 su situación económica era ajustada. En enero de 1932 le escribió a Defino "... aguantando un poco de tiempo por aqui espero saldre de mis deudas y estare tranquilo. Recién en abril de 1935 pudo saldar la hipoteca que pesaba sobre su casa de Jean Jaures 735: "...estoy contento que hayas terminado asunto Banco, pues era otra de las pesadillas que me saqué de encima". Tras la normalización de sus cuentas Gardel comenzaba a pensar en su futuro desde una visión empresarial, proyectando dedicarse al cine y la radio.

Una de las historias menos conocidas y que demuestran estos hechos es el más jugoso contrato radial de la historia, hasta el momento, que se estaba por firmar el mismo día de la tragedia en Medellín, en la que perdiera la vida Carlitos. Estos hechos fueron relatados en la revista Radiolandia en 1937. Hasta la fecha Gardel por su situación económica había aceptado contratos para cantar en lo que no estaba de acuerdo, uno de ellos es el programa de vinos Toro en la que Gardel interpretaba la cancion “Tirate un lance”, tema menospreciado por Gardel.

Tirate un lance

Por Gardel Radio América pagó el primer gran sueldo radial

José A. Zatskin —“Creo que el que le pagó Radio América fue el primer gran sueldo abonado en nuestra radiotelefonía a artista alguno”comienza diciéndonos el señor Zatskin—. Regresaba Gardel de París —donde filmara— "Luces de Buenos Aires" —y su apoderado fue a verme a Radio América. El propio Carlitos había querido, en primer término, que la oferta se me hiciera a mí. Y el contrato fue brevísimamente conversado:

—¿Cuánto vale Carlitos mensualmente?

—Ocho mil pesos.

—Aceptado.

—No tenía —sigue el señor Zatskin— ni anunciador ni proyecto alguno. Pero el nombre de Gardel valía por todos los factores en contra. Su actuación posterior me dio la razón, pues fue brillantísima, como todas las suyas. Cantaba una hora diaria, sin interrupción.

Más o menos doce o catorce canciones consecutivas. Hay un detalle, en dicha actuación, que merece contarse, porque indica el espíritu simple y el corazón enorme del cantor.

La publicidad en aquellas audiciones de Gardel la había contratado una firma vendedora de vinos, que puso como condición se le cantara un tango alusivo a la bebida, como característica final de cada día. Y lo que es peor, debía cantarlo el propio Gardel.

Saberlo Carlitos y negarse rotundamente fue todo uno.

—¿Pero cómo querés que cante eso, si es malísimo...? Y, además, en mi vida he tomado ese vino...

—Por favor, canta como quieras, pero canta. Es una condición indispensable del contrato.

—Mirá Zatskin. Como buenos amigos rompemos el contrato, te prometo no ir a ninguna otra radio, pero ese tango yo no lo canto.

—Pasaron varios días —nos cuenta el ex director de Radio América— y ya a dos días del fijado para comenzar la serie de audiciones, me decidí a jugar el todo por el todo.

Fui a verlo a su casa, vivía entonces con su señora madre y estaba todavía en la cama:

—Vengo a verte —le dije— porque estoy en una situación difícil. Renuncié a Radio América y quiero que vos mismo lo sepas en primer término. Había empeñado mi palabra de que cantarías el dichoso tango, y como no puedo menos que romper el contrato me voy de la broadcasting.

Y bueno, qué embromar. He cantado tantos tangos malos en mi vida que por uno más no se terminara el mundo. A ver si por un capricho mío vas a terminar con tu carrera en la radio... El corazón enorme del zorzal criollo se había antepuesto a su amor propio herido.

—Y cantó diariamente la canción del caso —termina el señor Zatskin—. Las cosas que hizo mientras la interpretaba no se las imaginarán nunca quienes no conocieron íntimamente a Gardel. Era un muchacho grande del que se conseguía cualquier cosa. Era un niño siempre, pero su corazón era el de un hombre fuerte. Que por la amistad hubiese dado jirones de su propia vida.”

El dato histórico dice que, del contrato de dos meses, Gardel cantó por la radio solo uno. Son desconocidos los detalles de lo que sucedió a solo un mes del debut, pero es probable que la disconformidad de Gardel con el jingle fuese el motivo.

El contrato que no fue: Cafiaspirina iba a pagarle $45.000 por treinta audiciones

Transacción que, justamente, se realizaba en las oficinas de Radiolandia el 24 de junio de 1935, a las seis de la tarde.

En la dirección de nuestra revista conversaban en torno al contrato, ya listo para firmarse,

Armando Defino, apoderado de Gardel, y el señor Evaristo J. Boria, jefe de publicidad radial de "Farmaplatense". Todos los detalles estaban ultimados. Y se comenzaba a planear la presentación publicitaria de Gardel, mientras la ciudad entraba ya en las sombras, como presintiendo la catástrofe. Eran los últimos instantes de aquella conversación. Ya los sombreros en la mano y las diestras estiradas en el apretón cordial, que sellaba el contrato más grande de todos los realizados hasta entonces en nuestra radiotelefonía.

De pronto, con la brevedad de las malas noticias, vibró en la emoción de toda  la información cablegráfica. Había muerto Gardel. Y un nudo de angustia se hizo en los corazones. Nunca más se revivió el instante trágico de aquella tarde porteña, en que en plena calle Corrientes se estaba forjando una nueva etapa de la vida brillante del astro. Hemos querido ahora, al cabo de dos años, que uno de sus intérpretes hablara de Gardel. Que el propio señor Boria nos dijera algunos detalles de aquel contrato fabuloso para entonces.

Y haciendo un alto en su afanosa labor diaria, rodeado de empleados que aguardaban sus órdenes, en el ambiente febril de su oficina, ha pausado esa tarea y renueva sus impresiones de aquel 24 de junio de 1935.

Confieso que experimentaba entonces una íntima y enorme satisfacción. Había conseguido del directorio de la firma por la que trabajo, la conformidad por la cifra que pagaríamos al cantor. Se había hecho justicia a sus méritos de embajador auténtico e incomparable del cancionero nacional. (nos aprestábamos para iniciar las publicidades de

sus audiciones, ya aceptado por ambas partes el contrato, rodeando a Gardel con el afecto y la seriedad que merecía y que usamos siempre con nuestros artistas. Jamás se había planteado una campaña publicitaria con tanto celo. Hasta en los mínimos detalles. Gardel iba a estar con su pueblo, en todas las aristas brillantes de su personalidad

múltiple. Era el artista ideal — y en esto perdonen al publicista— para el producto que iba a difundir con su popularidad extraordinaria. Sabíamos que si tres millones de personas pueden escuchar radio, el noventa y cinco por ciento de los mismos sintonizarían sus audiciones. La catástrofe de Medellín dio por tierra con su vida y con todas nuestras esperanzas. Y eran tantas ellas  que ni en buscar emisora nos habíamos ocupado. Sabíamos cabalmente que por cualquier onda que actuara, el éxito de Gardel sería el mismo. Hasta entonces ha hablado el hombre de negocios, el experto en publicidad que vive en nuestro reporteado. Después habla el hombre, admirador del ídolo.

—Cuando supe su muerte, como todos quienes estábamos aquella tarde en Radiolandia, se produjo en mí una emoción incontenible. Triunfaba la muerte allí donde planeábamos la vida futura del gran muchacho que fue Gardel. No he olvidado el instante, ni lo olvidaré nunca. Quizás por eso, cada vez que lo he visto animado en el lienzo de algún cinematógrafo, me ha parecido revivir el sabor amargo de aquel crepúsculo, en que flotando en la sala donde había sido el tema invariable y grato quedó el dolor de su pérdida. Una pérdida irreparable para la radio, para la canción y para todo el arte popular de este país.

Fiesta vino Toro

Fuente Radiolandia  - 26/6/1937

Fecha de Publicación: 17/02/2021

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