¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónBuenos Aires - - Miércoles 31 De Mayo
La muerte de cualquier persona provoca dolor y tristeza en aquellos que lo conocieron, un conjunto de sensaciones que se potencian infinitamente si ese ser resultó un descomunal y deslumbrante artista como Willy Crook. Nacido el 28 de agosto de 1965 y con el nombre de Eduardo Guillermo Crook Pantano allí en la bellísima localidad de Villa Gesell, sufrió el pasado jueves 10 de junio un desgarrador ACV al que desgraciadamente no pudo darle batalla en las semanas que permaneció internado en coma y con respiración artificial, una situación que hiriéndolo paulatinamente, provocó su inesperada partida física el domingo 27 de este mes, mientras la sociedad artística todavía no terminaba de acusar el impacto de la muerte de Rinaldo Rafanelli, ocurrida dos días antes. Extremadamente talentoso a la hora de componer o ejecutar el saxo o la guitarra, Willy Crook les brindó a varias decenas de artistas locales o extranjeros la magia de su creatividad artística, dejando en claro que en estos tiempos no solo era un gran creativo, sino un músico de una finura y sensibilidad a todas luces poco hallable en tiempos donde prolifera la vomitiva chatarra sonora.
Limitar el enorme talento musical de Willy Crook únicamente a su conocida participación en los dos primeros vinilos de “Patricio Rey y Los Redonditos de Ricota”, es reducir casi de prepo su endemoniada inmensidad artística al formato de una cajita de fósforos, detalle a comprender cuando los medios recordaron esto como su eslabón central. Crook, mucho más mencionado como “Willy” entre amigos y colegas, les aportó a incontables figuras de la atractiva escena musical argentina dos cosas que no pasan desapercibidas: creatividad y una mirada plagada de finura a la hora de concretar sus aportes en cada situación. Nadie duda que, de haber nacido en Londres, hoy la dura partida física del saxofonista, cantante, guitarrista y compositor hubiese sido enmarcada como una enorme pérdida mundial, pero en tiempos de reggaetón, adolescentes beboteándole al micrófono y muchos mediocres en duelos verbales con máquinas de ritmo sin saber cantar, su adiós físico tuvo una limitada repercusión en un país donde la buena música parece indiscutido patrimonio del pasado.
Paula Alberti, su manager de prensa y amiga incondicional en las últimas décadas, sufrió horrores comunicando lo que nadie desea transmitir, es decir, las noticias más tristes que se puedan brindar de una persona querida y un artista inmaculado con un deslumbrante y seductor talento al servicio de la música más distinguida que se conozca. Disfrutando del refugio que le proporcionaba su casa en un bloque barrial con varias de ellas unidas en un florido patio, vivió muchos años en la calle México a pocos metros de la Avenida Jujuy, siempre buscando un lugar apropiado para dejar bien estacionado su Torino, ese que todo el tiempo mantenía con la pasión que requiere un vehículo de esa calidad. Exponiendo en cada participación un fulgurante talento para cautivar con sus canciones, cantando sensual y demoledor con su voz perfumada de Barry White, para nockear después con un saxo de precisión inmisericorde, Willy Crook dejó su brillante huella en todos los lugares donde hizo música, un detalle a esta altura no menor.
Habiendo publicado durante 2019 su último álbum solista llamado “Lotophagy”, disco que no llegó a tener demasiadas fechas de oficialización, a excepción de un recital acústico en la noche de las disquerías y algún recital aislado, se bancó la pandemia que desembarcó a finales de marzo de 2020 feliz de haraganear sin sentir culpa ni remordimiento, mientras se reordenaba en los planes que encararía en el 2021 si el colapso sanitario decrecía en la medida que podía aguardarse con el arribo de las vacunas. Lamentablemente su actuación prevista para el pasado sábado 8 de mayo no llegó a concretarse en la bella sala ubicada en la calle Lavalle al 3100, a pocos metros del Shopping Abasto, concierto que debió ser suspendido cuando el presidente de la Nación implementó un DNU para anunciar nuevas y contundentes restricciones operativas en el país. Muy enojado y sin filtros contra el muy nauseabundo mundo de la política del nuevo milenio, Willy Crook lo hizo público en las entrevistas que concedió, alguna de ellas con fuerte repercusión nacional. Sin dedicarse al sensacionalismo mediático, sin embargo, sus palabras calaban hondo en la clase social de menor porte y también en las altas esferas ciudadanas.
Incansable soñador y fenomenal standapero en sus apariciones en vivo, marcó un camino espectacular con su arte coloreando la particular existencia de proyectos musicales de una diversidad tan extrema como seductora en sus planteos, a los que sumó su talento para un objetivo final siempre tan atractivo. Tocó con “Los Encargados” en el trascendental álbum “Silencio”, pero para acallar las estupideces de turno también sumó su participación como vientista al grupo Riff, cuando la banda de Norberto Pappo Napolitano grabó un disco en vivo en el desaparecido local “Palladium” en 1986, épocas donde estaban Oscar Moro y JAF en los puestos de Peyronell y Boff Serafine. En su extensa carrera, dentro de lo joven que era Willy, sumó su magia artística a figuras como Charly García, Los Abuelos de la Nada, Sumo, Los Fabulosos Cadillacs, Memphis La Blusera, Illya Kuryaki & The Valderramas, Horacio Fontova, Andrés Calamaro y La Mona Jiménez, entre otros con los que participó sin retaceos o especulaciones de ninguna clase. Formó en su momento con sus colegas Daniel Melingo y Guillermo Piccolini la banda “Lions In Love”, pero muchos jamás olvidarán que su formación más celebrada fue “Los Funky Torinos”, donde expuso obras de soul y funk con una aplanadora seducción en cada álbum o concierto. En vivo, sus espectáculos no pasaban desapercibidos y su eterno carisma para actuar en carácter de telonero o artista soporte de ciertas figuras, le valió el afecto y reconocimiento de grandes leyendas como David Bowie o el mismísimo James Brown, a quienes acompañó como el número previo al recital de estas estrellas internacionales.
Sorprendiendo a una fuerte comunidad de fanáticos que no esperaban semejante movida, publicó en el 2017 su trabajo biográfico “Memorias improbables”, un libro imprescindible para cualquiera que ame la música con desenfrenada pasión. Su reflexión más destacada en medio de la pandemia fue vinculada al ámbito rockero, donde aportó lo suyo con gran precisión y sabiduría. “Advierto sereno que el rock nació como una suerte de grito contra el sistema, la némesis del artista, pero el sistema entendió que eso también había venido para quedarse y ahora no se vende una hamburguesa sin rock. El rock tenía muchas cosas para decir y hubo gente acá que se jugó la vida para hacer rock: Manal, Charly García, el Flaco Spinetta, toda esa generación. Tenían un conflicto y eran los primeros. Pero ahora todos quieren ser una copia de sus ídolos, cantar como Andrés, como Cerati o como el Indio, y eso es un poco limitante para uno y transforma todo en lo mismo, ¿no?", fue una de sus más analíticas miradas sobre el mundo artístico, que como la mayoría de los que lo vieron o tuvieron la bendición de conocerlo, hoy no sale del devastador impacto ante su inesperada partida física.
Haciendo de la belleza un culto y promoviendo una forma de música que no siempre fue comprendida en su justa escala, el saxofonista y legendario cantante le proporcionó a la escena argentina un glamour que la mayoría no aportaba, exponiendo que cada una de sus apariciones un fantástico bouquet interpretativo en cada canción. Simpático a más no poder, pero escueto a veces en palabras, sus recitales terminaban con “Ain`t no sunshine”, simplemente acompañado por su guitarra, un mantra que hipnotizaba a los espectadores mientras farfullaba alguna que otra palabra en italiano. Eduardo Guillermo Crook Pantano, el brillante artista oriundo de Villa Gesell que un día vaporizó de infinita belleza la música argentina para ponerle una gran finura y sutilezas majestuosas, una tarde de invierno partió físicamente para sumarse al doloroso conjunto de leyendas artísticas que obraron como genial bendición en el arte, presencia que se extrañará muchísimo más de lo debido o pensado. Probablemente Willy Crook en un momento así hubiese colado esos chistes de salón bien divertidos, pero hoy el dolor y la tristeza se abroquelan obligándonos a reflexionar sobre la pérdida de un gran artista y sobre todo de una muy buena persona.
Fecha de Publicación: 07/07/2021
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