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Ir a la secciónDesde la publicación de “Kuryakistán” a la fecha, Dante Spinetta había intentado en diversos momentos de su carrera solista plantear un camino buscando esgrimir de una forma muy definida y perceptible, el verdadero tono que debía llevar esa música alejada de sus trabajos en conjunto con su amigo y colega Emmanuel Horvilleur. Tras batallar un par de décadas con distintos perfiles y conceptos que nunca terminaron de satisfacerlo de forma absoluta, el talentoso artista argentino finalmente encontró el planeta musical que quiere habitar para disfrutar de toda su formación y sentimientos. Creado durante los días prepandémicos y desarrollado durante buena parte en las ASPO, el material de su álbum “Mesa Dulce” lo encuentra surfeando muy feliz sus gustos musicales, con un disco que en todo momento refleja la inagotable pasión que siente su responsable, en el delicado arte de combinar los sonidos para componer nuevos y seductores himnos musicales. El disco pegó muy bien en el público y después de agotar una fecha en una sala porteña del Teatro Ópera recientemente, ahora se podrá apreciar en un ámbito más amplio como el Gran Rex el jueves 14 de diciembre.
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Alternando diversos momentos desempeñándose como solista y aquellas etapas en los que volvió a unirse con Horvilleur para generar nuevos caminos con los IKV, sin dudas Dante siempre estuvo a la búsqueda de una identidad musical, que obviamente atravesó a lo largo del nuevo milenio una variedad de gustos y contextos muy eclécticos. Dejando en claro que su pasión por las rítmicas intensas y el fluor eléctrico dominan sus preferencias, el talentoso músico mostró muchas variantes que incluyeron desde finas orquestaciones a una gama de recursos urbanos, astutamente salpimentados con buenas guitarras, notables performances vocales y un exquisito trabajo como orfebre de sus temas. Sin ocultar jamás su admiración por las leyendas del funk, como Sly Stone, Butsy Collins o James Brown, está claro que quien más lo marcó en su maduración artística ha sido Prince con su peculiar forma de argumentar sus obras. “Mesa Dulce” es sin dudas una adecuada reconsideración de muchos de esos conceptos absorbidos por la estrella argentina, quien esta vez parece haberse liberado de esa tensión invisible de rendirles certero homenaje.
La oficialización de “Mesa Dulce”, nombre que alude a la mejor parte de la fiesta con esa gama de alimentos azucarados plenos de carbohidratos, fue un impiadoso banquete funk de principio a fin, macerado con mucha electricidad rockera y un anfitrión consciente que su poder artístico tiene posibilidades de expandirse mejor y más configurado. El concierto fue un repaso completo por ese disco, muchas de las canciones solistas que sobresalieron dentro de estos veinte años de carrera y naturalmente un momento dedicado a los IKV, lo cual resultó un cautivante menú que contó con socios imprescindibles para que una fiesta de estas características acontezca con un nivel superlativo en todos sus aspectos. Desde la banda, hasta los responsables de lo estrictamente técnico, el concierto en la sala porteña mostró momentos deslumbrantes en lo interpretativo, amén de una gran estructura técnica para que esos recursos creativos sobresaliesen de manera implacable. Con dos décadas de maduración musical y el foco puesto en un concepto muy definido, Dante resolvió en este espectáculo aquellos pasajes donde la incertidumbre mordisqueaba sus objetivos.
Asomarse al interior del renovado teatro en la avenida Corrientes, fue trasladarse en una fracción de milisegundos a Mineápolis con “Aerolíneas Dante”, colosal show que incluyó una escenografía ochentosa con estructura tubular en dos niveles. Arriba, con el tinglado soportando teclados, percusión, cuatro bronces y batería, la columna rítmico- melódica se constituyó en una estructura demoledora que no tuvo piedad o misericordia con la enorme audiencia en esos 120 minutos de explosiva performance. Abajo se ubicaron guitarra, bajo y la corista Caterinah, quien a la usanza de las tradicionales cantantes de gospel aportó sus coreografías de iglesia evangelista en los barrios difíciles de Norteamérica. Vestido con camisa y pantalón pleno de animal print color durazno, el anfitrión desarrolló suelto y despojado una tarea que combinó al cantante, el arengador urbano, ese contagioso bailarín y por supuesto, al magistral guitarrista capaz de meter con mucho buen gusto esos solos de guitarra enfurecidamente funks.
Varios aliados asomaron al evento para que esa noche terminase resultando sin titubeos el mejor concierto de toda su carrera como solista. Primero su banda, que mostrò una fuerte consistencia interpretativa, exhibiendo ajustados arreglos a lo Broadway de sus bronces y base rítmica, transpirando jazz y funk de manera trepidante, mientras los demàs ponían la cuota de implacables melodías y estructuras propias del rubro. Así como en el disco Mariano López fue la persona seleccionada para mezclarlo, en vivo la presencia de Cana San Martín para darle ese sonido acorde al show, es un hallazgo inédito, primera vez que un artista suena de esta forma tan espectacular y demoledora en el Teatro Opera. Las luces de Pablo Pampín muy a contraluz, mayormente sin encadilar a la audiencia cumplen su efecto, marcando zonas de sensualidad climática en ese tradicional esqueleto de estructura tubular. La situación se completa con las proyecciones de Matías Dubos, generando así un insólito contexto 2-D en ese planteo con el espectáculo en las narices de los ubicados en las primeras filas.
El show muestra tres momentos muy diferenciados. Una primera parte con los temas del nuevo disco y aquellas canciones del pasado solista que mejor encastran en esta terreno de “urbanidad funk”, un acotado momento “unplugged” donde asoma la emotiva canciòn dedicada a su amada progenitora fallecida durante la pandemia, culminando con un firme regreso a los cañonazos de sus temas más intensos en la nueva producción. Aprovechando una mínima pausa en el guión de interpretación, Dante envía coordenadas poco cifradas a los fans de su mítica banda, diciendo que no hay nada que pueda avergonzarlo de todo lo hecho en sus últimos treinta años. Seguidamente llega un medley enganchado con temas muy arriba de los IKV, centrifugado funk donde conviven “Jugo”, “Latin Geisha” y una versión 6-G de “Funky Futurista”. La canción que une a ese glorioso pasado con nuevas escrituras es “Coo-lo”, track que da pie a obras como “Sudaka”, “Mostro” y “Funky Warrior”. Dejando en claro que vive por lejos el mejor momento de su carrera en solitario, Dante Spinetta brinda un espectáculo que lo muestra en equilibrada plenitud personal y profesional, en un mix muy impactante.
Imágenes: Aitor Fernàndez/ Silvana Gómez Caje / Mariana Zuloaga - IG Dante Spinetta
Fecha de Publicación: 23/07/2023
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