Permanecer sin perder calidad, mantenerse vigente y ofrecer lo mejor, en los acelerados y frenéticos tiempos que corren, puede parecer una utopía para una artista en la competitiva y muy canibalizada escena pop. En 1997, Marcela Alejandra Lucía Morelo inició su apasionada relación con la música lanzando por BMG su disco debut “Manantial”, provocando un inédito boom en el panorama femenino, que a fines del viejo milenio asomaba anquilosado por propuestas demasiado conservadoras en ese final de siglo, donde nadie encaraba situaciones de riesgo artístico para no quedar por esa decisión expulsado del camino de la comercialización tradicional.
25 años más tarde, Marcela Morelo ahora tranquilamente podría publicar un libro sobre como fue construir una carrera de enorme maduración artística y consolidación dentro de un contexto poco amigable para insertarse en el panorama femenino, cautivante historia que construyó contra todos los pronósticos acompañada por Rodolfo Lugo, el orfebre que supo desde la producción configurar una artista versátil, original y sobre todo, plena de pasión.
Haciéndose un lugar en tiempos analógicos
En épocas donde Internet era un proyecto de lenta instalación en el uso cotidiano, youtube no había aparecido y las únicas redes que existían eran las de los arcos de fútbol o aquellas para pescar mar adentro, esta bella cantautora oriunda de Lanús construyó una carrera de la que puede sentirse muy orgullosa, cuando a punto de cumplir 53 años celebró sus bodas de plata con la música en un fantástico show.
Convirtiendo al teatro Gran Rex, sala donde oficializó muchos de sus discos de estudio en la última década, en un multitudinario living para este cumpleaños rodeada de sus afectos y aquellos que la siguen desde sus comienzos, la autora de “Un gajo de tu amor” ofreció acompañada de una ajustada banda un prolijo repaso de su exitosa carrera creativa.
Dando inicio con dos éxitos como “Corazón salvaje” y “Luna bonita” unidos en la apertura en fusionada apertura rítmica, el show fue una retrospectiva de la inagotable cantidad de hits que Morelo acumuló en estos 25 años en diferentes publicaciones. Fueron de la partida contundentes clásicos como “Para toda la vida” o “Ponernos de acuerdo”, sin olvidar su último single “Chau, me puedo equivocar”, que interpretó con la voz de Diego Torres sincronizada desde un clip emitido en una amplia pantalla sobre escena.
Temas propios o buenas versiones de otros autores
El show permitió comprobar su exitosa veta como autora y también su talento para tomar canciones de otros compositores y convertirlas con su impronta en temas propios. En las primeras asomaron “Gotitas”, “Una y otra vez” o “Esperar por tí”, mientras que dejando huella de su clara capacidad para versionar, encaró “Desde ahora”(Shania Twain), “Luz del cielo” (Mike Oldfield) o “No podrás” (Cristian Castro), exhibiendo una habilidad con los arreglos aplicados para perfumarlas con su estilo y sonidos en temas suyos.
No faltó la pegadiza “Aventura” que grabó la cantante con Abel Pintos, y apelando a la magia digital, utilizó el tema grabado a dúo con Mercedes Sosa, para encarar un dueto en vivo muy al estilo de Nat King Cole con su hija, en la sentida y telúrica página “Jamás te olvidaré”, un single de su tercer álbum solista que fue elegido por la tucumana para el proyecto “Cantora”.
En tiempos mundialistas, resucitó el single “Argentina te quiero”, de la época de su álbum “Invisible”, para traer a colación una obra ligada a su manifiesta argentinidad emocional, show donde sorpresivamente asomó como única invitada del recital, la muy ascendente vocalista tropical Angela Leiva, momento donde ambas cantaron “Tormento de amor” y “El listón de tu pelo” ovacionadas por las 3600 personas en la sala porteña.
Una canción icónica que levantó a la multitud
Interpretando justo en la invisible frontera que dividía al show en dos macizos bloques compositivos, Marcela encaró “Tu boca”, una joya con aires de tango y rumba que regresó al listado de sus conciertos, merced al lobby de un viejo asistente de su círculo rojo, tema que provocó la primera explosión del público con todos los espectadores de pie ovacionándola de una forma muy poderosa.
El espectáculo para celebrar dos décadas y media de carrera, fue grabado para una futura publicación en diversos formatos, evento que en su segunda mitad incluyó dos situaciones inéditas para los recitales que la artista viene ofreciendo. Por un lado, acompañada solo por su pianista Sebastián Fucci y tocando un bombo, interpretó clásicos del folklore argentino como “Lunita tucumana”, o “Tonada del viejo amor”, un concierto que sumó un pequeño bloque intimista entre la cantante y su marido, bajista del conjunto que también hace las veces de director orquestal.