¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónTe contamos todo sobre Luis Fernando Amaya, un personaje cordobés que marcó la historia del folklore con su canto y su guitarra.
Nació el 15 de febrero, bajo el signo de Acuario. Corría el año 1939, cuando Luis Fernando Amaya asomaba sus narices a este mundo. Para llenarlo de música y amor. Nacido en Las Varillas, como muchas de las grandes estrellas cordobesas. Y radicado en Río Tercero por mucho tiempo. Su pasión comenzó a avivarse temprano.
Desde pequeño, su padre lo hacía participar de toda peña o evento folklórico. Don Facundo Amaya tenía una compañía de eventos tradicionales. Junto con su conjunto de guitarras, generaba eventos de danzas y música. Fue así que el pequeño Luis comenzó por romper la pista de baile con su hermana China. Para luego romper las cuerdas de su guitarra al ritmo de miles de sonrisas y aplausos que daban todo por verlo tocar.
El cordobés descubrió su pasión tempranito, con su padre, quien le enseñó los primeros acordes y le presentó a su primer amor: la guitarra. Con una base sólida y diferentes experiencias, comenzó a ser formado por Eduardo Santos Gaitán. A partir de ese momento, Luis reconoció “la viola” como un oficio. El pequeño pasaba los días y noches pegado al instrumento. Ya tocaba todos los géneros y de a poco iba ampliando el repertorio. A los 11 años ya era admirable su conexión con la música.
Entre ensayos, contactos, muchas bandas temporarias y mucho amor por su folklore del corazón, pasó su vida. Hasta llegar a conformar “Tres para el Folklore”. Junto a Lalo Homer y el Chito Zeballos. Esta fue una banda icónica para el folklore cordobés. De a poquito, fueron ganándose el lugar que hoy, todavía, tienen. La banda era aclamada por el público. Admirada por la frescura del género, la creatividad y la armonía de este trío perfecto. El cordobés compartió escenarios con grandes estrellas del género. Y recorrió gran parte del país con este trío dinámico, que no paraba de tirar magia en los palcos argentinos.
El “Negro Amaya” fue ícono, no solo por su habilidad, sino por su innovación. Para su época, era una novedad escucharlo tocar. Fue la influencia de muchos y el maestro de otros. Fue la admiración de todos. Durante los 10 años que dedicó su vida al folklore, sembró talentos que no llegó a cosechar. La muerte lo alcanzó a los 29 años de vida, y se fue de este mundo, pero dejó sonando sus melodías.
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