¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónLa recordada canción “V Centenario” del legendario grupo Los Fabulosos Cadillacs tiene una frase que le cierra a la perfección a la próxima entrega de los Premios Gardel 2021 y la misma resume con exactitud todo lo ocurrido en la temporada 2020: “No hay nada que festejar”. Aquella letra del músico marplatense Flavio Cianciarullo le sienta de maravillas a un tiempo artístico e industrial del arte de combinar los sonidos, donde la pandemia y la incontable cantidad de errores generados por sus involucrados ha expuesto el peor tiempo de los artistas del rubro que se recuerde en muchas décadas. Como todas las actividades de estrecho contacto social, la música no quedó ajena a la crisis que el arte padeció desde la noche del jueves 19 de marzo de 2020, cuando el presidente Alberto Fernández firmó el decreto de necesidad y urgencia estableciendo el ASPO en Fase 1 en todo el país. Toda actividad en vivo, estudios de grabación y demás acciones promocionales se cancelaron a los pocos minutos de ese histórico DNU, un mettier artístico que buscó sobrevivir con las performances por streaming, los irregulares protocolos para volver a la actividad y mucha desidia, de todos aquellos que tenían que haber peleado para posicionar a la industria en un lugar mejor, en medio de la mayor crisis de la historia acaecida en territorio nacional.
Es realmente muy difícil augurar algo positivo en la edición 2021 de los Premios Gardel previstos para este invierno. Los sellos discográficos tienen sus oficinas cerradas desde el viernes 20 de marzo de 2020, sorprendiendo bastante que no abrieran sus estructuras con la llegada el DISPO en octubre último, apelando a pequeñas dotaciones rotativas. Dando un protagonismo excesivo al home-office, mientras la mayoría de los músicos no realiza ninguna acción promocional, a excepción de la aburridísima rotación de algunas caras en el programa de Gerardo Rozín que cada semana pierde en el rating con Juana Viale, todos se miran absortos, dentro de una inamovible y polémica estructura donde muchos parecen bastante enamorados de la cuarentena por la comodidad que la misma proporciona. Luego de la declaración de pandemia y con otras temáticas que acaparan más interés dentro de la estructura noticiosa actual, las pocas novedades musicales existentes obviamente cada vez ocupan menos espacio en todos los medios, área donde la televisión abierta y el streaming parecen haber acaparado ese sitio que antes ocupaban solistas y grupos. Con gravísimas fallas en la desgastada concreción de eventos por streaming en teatros y estadios vacíos, eventos que subliminalmente exhalan una dramática crisis en la industria, los músicos que lograron presentarse en eventos durante el último verano con audiencias reducidas por el aforo sanitario, no ocultan la desazón por el desamparo existente en este sector tras la masiva cancelación de actividades ocurrida hace trece meses a nivel nacional. Como si todo esto no alcanzara, muchísimos artistas decidieron no publicar discos completos y se mantienen a la espera de mejores noticias desde lo sanitario. Por ende, ¿qué puede festejar la industria en una futura entrega de premios? La ceremonia que obviamente será en formato virtual, ya dejó expuesto el año pasado que no le interesa a nadie, ni siquiera a los vencedores, cuando la industria atraviesa una situación mucho más que dramática.
El devaluadísimo presente de los Premios Gardel es innegable fruto de una gran secuencia de garrafales errores y caprichos institucionales decididamente incomprensibles. Hasta el 2010, aun con los errores que cualquier premiación puede vivenciar, la habitual entrega de estas estatuillas que llevan el muy inconfundible y carismático rostro del “zorzal criollo”, transcurría sin demasiados contratiempos, más allá de las polémicas que pudiese generar el ganador del codiciado premio de oro, asignado en paralelo a quien obtiene el premio a “mejor álbum del año”. El histórico momento de quiebre en la concreción de esta fiesta mayor de la música ocurrió en septiembre de 2014, una funesta jornada que ingresó en el peldaño más olvidable de los bochornos, cuando la reconocida entidad CAPIF decidió no suspender o reprogramar la edición del evento, casualmente ante una noticia que desató un estruendo emocional de tono mundial que conmovió a millones de personas afectadas por la muerte de una conocida y prestigiosa figura musical de nuestro país. Después de padecer una complicación infecciosa que devino en una severa falla cardíaca, el rockero Gustavo Cerati falleció el jueves 4 de septiembre de 2014, tras haber estado internado en la Clínica por espacio de casi cinco años. Contraria a la conmoción mundial que produjo la muerte de uno de los músicos claves en la historia de nuestro continente, CAPIF, que había organizado casualmente todo para desarrollar la entrega de premios de ese año en el Gran Rex, no solo no canceló o reprogramó el evento, sino que siguió con el mismo como si no hubiese ocurrido nada. Las cosas esa noche empeoraron velozmente, cuando muchos de los vencedores en distintas categorías le dedicaron el premio al difunto, cuando era de público conocimiento la nula relación de estos con el talentoso artista, sin olvidar tampoco que varios de ellos lo habían descalificado en el pasado. La postal de la noche shockeó a la sociedad cuando mientras en la Legislatura porteña 60 mil personas despedían el cuerpo del fenomenal cantautor argentino bajo una constante lluvia, en el teatro Gran Rex, a unas diez cuadras de ese edificio gubernamental, 3500 personas parecían desentendidas de una catástrofe en la historia de la música no solo de Argentina sino de América Latina. Todos los involucrados en ese papelón, deberán cargar por el resto de sus vidas con el bochorno de no haber impedido una celebración holográfica impresentable en medio del devastador duelo existente.
Desde aquella edición, las cosas empeoraron de manera estruendosa y lo más grave estaba por llegar cuando en ocasión de posteriores entregas, buena parte de los integrantes de los diferentes sellos participantes se retiraban antes al conocerse en formato de radiopasillo el ganador del premio de oro, vulnerándose así el secreto de la votación ocurrida. La brutal gama de críticas que amerita esta premiación, desafortunadamente afecta el prestigio de un importante número de directivos de conocidas compañías discográficas, quienes en sus sellos desarrollan una encomiable tarea por la difusión de artistas nacionales, pero que en esta estructura organizativa quedan pegados a decisiones sencillamente patéticas. Dando demoledoras señales de desorganización o de una vergonzosa complicidad con estructuras políticas que como era de esperar arruinaron lo poco decente de la estructura que quedaba en pie, el premio se entregó en el 2018 en un sitio inapropiado para el mismo, velada en la que Charly García fue premiado con el galardón de oro más por su trayectoria, que por ese incongruente registro denominado “Random”, un disco que con el rockero en sus cabales, jamás hubiese visto la luz en esa deficiente estructura artística editada. Después de aquel episodio, las críticas sobre esta tradicional premiación a la música argentina, crecieron de manera exponencial denunciado manejos inapropiados y polémicas conductas que el gran comité de votación avaló sin que se les cayera una gota de vergüenza. Desautorizando a la mayoría de los votantes que en este último lustro formaban parte del gran jurado, el rubro “canción del año” pasó a ser votado por el público, incomprensible determinación que dejó expuesto el desvarío existente en la estructura organizativa. Con esa postura, sin dudas el resto de los premios también podría haber sido votada por cualquier persona, dejando de lado el análisis artístico para convertir el premio en una paparruchada al más puro estilo del voto telefónico de “ShowMatch”. La politización de estos premios fue un yerro brutal y parte de la industria no avala esta insólita manipulación gestada por unos pocos.
Los últimos episodios de los Premios Gardel estuvieron signados por circunstancias y contextos totalmente opuestos. La edición 2019, con la supuesta excusa de federalizar la entregar, dejó la Capital Federal y se desarrolló en el Anfiteatro Bustelo en Mendoza, un evento tan desprolijo como olvidable de principio a fin. Utilizando un ámbito limitado a todas luces para una infraestructura mucho mayor, la premiación pareció un acto colegial en donde el trapero Londra se ganó el descontento de los medios, cuando el muy abúlico parlanchín ignoró a los acreditados en la red carpet mendocina, cuando todos los artistas que ganaban debían responder preguntas de estos acreditados. Sin embargo, el escándalo de mayor impacto llegó con la esperada entrega del “Gardel de Oro”, oportunidad en la que la solista Marilina Bertoldi tras vencer pronunció un discurso violento cargado de bronca, resentimiento y muchísimo rencor espiritual. “Después de 19 años, el premio se lo dieron por primera vez a una lesbiana”, atinó a remarcar ante el asombro del público y los organizadores, quienes muy lejos estuvieron de comprender el supuesto sentido de una teórica reivindicación de género, desenlace donde la ganadora expuso malos modales y una injustificada furia vaya a saber contra quien, cargando la fiesta de un tono violento que arruinó cualquier intento de convertir al evento en situación atractiva en otro lugar geográfico Otro detalle sobresalió insospechadamente: la ceremonia fue transmitida por un canal de cable extranjero, abriendo así la pregunta inevitable. ¿Hubo desinterés de los canales argentinos o solo se privilegió un acuerdo estrictamente económico al respecto?
La entrega de los Premios Gardel correspondiente al 2020, tal como sucedió en todo el mundo, por cuestiones sanitarias debió desarrollarse de manera virtual buscando evitar cualquier complicación de salud para los involucrados, un evento que se emitió por la página de Facebook de la entidad organizadora. Con números musicales que se grabaron con anterioridad y una escenografía propia de una infradotada kermese venida a menos,
el evento pareció una representación robótica sin sentimientos no emociones palpables, la premiación sumó una muy polémica modificación que fue repudiada por los músicos, al verse afectados por una determinación operativa sencillamente injustificable. La decisión del comité organizador, un rejunte de personas que no para de tirar la pelota a la tribuna desperdiciando incontables oportunidades para hacer bien este evento, estableció de una forma incomprensible que desde el año pasado los premios se entregan únicamente por categoría musical, anulando así las diversas secciones en las que se premiaba cada rubro por categoría femenina/masculina, aglomerando en un gallinero operacional cada ítem sin tomar en cuenta los méritos de tantos artistas que pudiendo recibir un premio en su área, ahora compiten en una estructura estúpidamente globalizada, donde diez candidatos que incluso no concuerdan estilísticamente en ciertos casos, termina dándole el premio de manera polémica a uno solo cuando con la opción anterior se destaca mucho más la labor de diversos intérpretes, aprovechando el valor del galardón como elemento difusional del mismo para posterior promoción artístico-comercial. El premio mayor concedido a David Lebón, absolutamente justo por la gran calidad de su trabajo “Lebón & Cía.”, no provocó polémicas ni controversias, pero el escándalo que depararon las anteriores categorías dejó un tendal de heridos dentro de la industria, quienes consideran que con este mecanismo se reduce el reconocimiento a los intérpretes y la numerosa cifra de obras presentadas. Los Premios Gardel 2021 se encuentran ahora en fase de selección previa de ternados con los ayudamemoria de cada rubro, pero la incertidumbre sobre la fecha de entrega y cómo se concretará esta ceremonia, aún flota en un océano de dudas que nadie se anima en este momento a clarificar ante los hechos de público conocimiento.
Fecha de Publicación: 25/04/2021
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