Hablar de Guillermo Vilas, no es solo aludir a la persona que marcó un antes y después en el mundo del tenis, convirtiéndose en el número 1 de esta nación en el año 1968 y luego lo mismo nueve años después a nivel internacional cuando ganó todo, a pesar que aquél mecanismo de rating que no quiso colocarlo en las estadísticas en esa ubicación, dado que el deportista marplatense, además de convertirse en una referencia ineludible para quienes empuñan una raqueta, también desarrolló una carrera artística en paralelo que no siempre recibió buenos comentarios o los reconocimientos que ameritaban esos hechos culturales a cargo de un personaje público de su importancia y trascendencia. El gran jugador que se ubicó primero en el chart nacional a fines de los ‘60s mostró su enorme pasión por el arte, específicamente la música, presenciando el histórico Festival de Woodstock o el concierto que The Rolling Stones concretaron en Hyde Park.
A partir del año 1974 los grandes éxitos deportivos de Guillermo Vilas participando en el exterior se hicieron realmente muy frecuentes, pero ya paralelamente a ese fenómeno que el tenista marplatense conseguía comenzaba un derrotero artístico que no todos recuerdan en la trayectoria del histórico deportista argentino. Responsable del boom que marcó sin dudas un antes y después en el tenis con sus triunfos y logros, la carrera artística del gran profesional marplatense no es casualidad ni un manojo de antojadizos caprichos, siendo como se lo definió en algunas publicaciones internacionales de tono social como un “hijo de la contracultura integradora”. En los años ‘70s alternó su presencia en los más famosos courts de tenis con sus estadías en muchos antros culturales o lugares públicos donde los referentes de la cultural exponían sus ideas, tal el caso del Bar Moderno, gran espacio que por aquellas épocas reunía a figuras como Marta Minujín o Federico Peralta Ramos. Estos encuentros para el deportista que jugaba al tenis con su brazo izquierdo fueron totalmente enriquecedores, demostrando a principios de esa década que su pasión por la literatura no era un chiste. Sin mucho apoyo más que el de una editorial menor que por aquél tiempo le pareció anecdótico publicar una obra del marplatense, se conoció el libro “125”, trabajo de poesía que tuvo una venta aceptable y críticas devastadoramente lapidarias.
Entre 1974 y 1977 el talentoso jugador nacido en Mar del Plata consiguió los títulos más importantes de su carrera, tiempos donde su popularidad creció paralelamente a los éxitos que alcanzaba en distintos courts del mundo. Su ineludible trascendencia en las canchas de los principales torneos del globo por aquellos años se correspondió con la publicación de un libro lanzado por Editorial “El Gráfico”, más precisamente a mediados del año 1976 cuando apareció “Quién soy y cómo juego”, un libro que el astro tenístico desarrolló como una especie de relato biográfico al que adicionó detalles sobre la forma de jugar y toda la gama de golpes y movimientos que aplicaba en la cancha, publicación que vendió más 20 mil unidades el día de su lanzamiento, superando los 400 mil ejemplares en los primeros días de colocado en las tiendas literarias y también en locales deportivos, donde la gente además de comprar ropa, raqueta o pelotas, tenía la chance de llevarse el libro de un gran ídolo tenístico. En aquél momento, el deportista oriundo de la costa atlántica, amante del rock y sus distintas variantes, frecuentaba los clubs de música de los Estados Unidos, en los que compartía conciertos y también zapadas con otros grandes deportistas del rubro que mostraban su pasión por esa música como Vitas Gerulaitis o el mismísimo John McEnroe, muy asiduo ejecutante de guitarra en vivo. Viendo al hierático tenista que siempre provocaba conflictos en la cancha, pero esta vez sobre un escenario tocando una guitarra para músicos zurdos, Vilas advirtió que había llegado la hora de mostrar lo suyo tocando con estos deportistas o también con leyendas del rock que se acercaban admirando como se desempeñaba en los torneos del mundo.
En aquella época no era sorpresa que el tenista terminase de jugar un torneo en EEUU y a la noche estuviese tocando en un club de Los Ángeles o New York, lugares donde mostró que no era un principiante con las seis cuerdas al lado de estrellas como Keith Richards o Ron Wood de “The Rolling Stones”, época donde conoció a Mark Knopfler, del conjunto “Dire Straits”. Lo simpático de aquellos encuentros donde se combinaba la admiración de los protagonistas por lo que el otro llevaba a cabo, deparó un hecho que no es menor para quienes siguieron la carrera del famoso autor del hit “Brothers In Arms”, puesto que Mark Knopfler le contó a Guillermo sus problemas de transpiración tocando en vivo, momento en donde el deportista marplatense le recomendó utilizar los implementos que usaba para jugar al tenis. Por eso no sorprendió que desde un determinado momento en los conciertos de los “Dire Straits”, tanto su líder como otros integrantes de la banda utilizaran vinchas y muñequeras para realizar sus shows. El problema del sudor, gracias al ardid del argentino, fue un simple problema del pasado y todos contentos. De ahí en más Guillermo Vilas y Mark Knopfler se convirtieron en amigos departiendo cenas y espectáculos, amistad que al principio del nuevo milenio tendría un episodio especial en Argentina.
La relación del tenista marplatense con las estrellas del rock internacional no sorprendió a quienes seguían sus pasos, pues a nivel local desde principios de los ‘70s, el deportista de la costa atlántica se hizo asiduo concurrente a los recitales de músicos argentinos como Luis Alberto Spinetta o David Lebón. Con el famoso fundador del conjunto “Almendra”, el tenista rápidamente estableció una notable amistad donde se combinaban la admiración por ciertas figuras literarias y algunos artistas de rock mundiales, tiempos donde Spinetta invitó muy frecuentemente al deportista marplatense a los ensayos de sus grupos, lo cual motivó al marplatense a ayudarlo en su expansión internacional mediante los contactos de la estrella deportiva con empresarios de Norteamérica. Fue así que fruto de esa amistad y el cariño que se profesaban incesantemente, Spinetta eligió a Guillermo Vilas para que el tenista fuera padrino de su hijo Dante, tiempos donde el marplatense aprovechó aquellos contactos que tenía en el sello discográfico CBS para que Spinetta pudiese grabar en 1978 un disco solista en los Estados Unidos. Lo puntual es que alentado por el marplatense, el rockero desembarcó en Los Ángeles y New York para dicho objetivo en 1978, trabajo que se conoció en la temporada 1980 con el título de “Only Love Can Sustain” (Solo el amor puede sostener), álbum que se comercializó como vinilo importado originalmente, hasta que se editó tiempo después en su edición local. La placa contiene el tema “Children of the bells”, cuya letra en inglés pertenece al tenista marplatense, un proyecto que no tuvo la recepción esperada en Argentina y tampoco en Norteamérica.
A fines de la década del ’70, Guillermo Vilas también tenía en su haber un gran desarrollo comercial en torno a su nombre. Por aquél momento dos empresas se encargaban de vestir y brindar buen respaldo económico, tiempos de la empresa italiana “Fila” y la francesa “Ellesee” sponsoreaban al máximo tenista argentino, una de las estrellas del panorama que tenía el mundo tenístico por aquellos tiempos. En Argentina, la firma “Topper” primero se había encargado de sacar las zapatillas “Modelo Vilas”, calzado de color blanco para jugar que venía con el famoso borde del tobillo en color azul, incluyendo al costado la firma del jugador como símbolo destacado del exitoso producto lanzado por aquellos años. Habría de pasar muy poco tiempo para que un acuerdo entre Topper y Vilas deparara la salida de la ropa deportiva (remeras, camperas, pantalones y medias) llamada “GV”, vestimenta que apareció en colores celeste y blanco registrándose en esos meses una exorbitante venta a poco de ponerse a la comercialización en la mayoría de las tiendas deportivas. Acorde al tiempo que corría, inmediatamente Wilson apoyó la salida del tubo de tres pelotas “Vilas”, lata con el implemento para jugar que salió realmente como pan caliente en los locales donde se vendían artículos deportivos. En Argentina, a nivel industrial, el antes y después en el deporte blanco con la llegada del zurdo marplatense fue decisivo, ya que las marcas deportivas fabricaron y vendieron vestimenta para esta especialidad, sin olvidar las firmas de raquetas y pelotas para juego o entrenamiento. La construcción de canchas y lugares en Argentina para poder disfrutar del tenis, coincidió con la famosa época en que debajo de las autopistas porteñas diseñadas por el intendente Cacciatore, se fabricaban una detrás de otra muchos courts de polvo de ladrillo, los que todavía siguen en funcionamiento