¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónBuenos Aires - - Lunes 27 De Marzo
“No me gusta el dodecafonismo. Para mí la música se hace con una buena melodía bien rodeada. En el Conservatorio, los demás profesores me tildaban de antiguo. Pero mis canciones andan por el mundo, todo el mundo de la lírica oyó alguna vez hablar de Guastavino”, afirma el saxofonista Fernando Lerman que Carlos Guastavino le contó en 1990, en momentos que su figura empezaba recién a reivindicarse en los pasillos oficiales. Y el genial compositor musical de “La Tempranera”, o “Se equivocó la paloma”, clásicos de la música popular hispanoparlante, en la voz de Mercedes Sosa y Joan Manuel Serrat, departía las tardes con sus admiradores en un modesto departamento de Belgrano. Hacía años que Guastavino se había retirado de los conciertos y salones, vuelto a trabajar en su música llana, que como pocas hermanó lo popular con lo culto. Hermano de Piazzolla. Guastavino, pionero en difundir la música popular en las aulas con la “Canción del estudiante”, y, claro, la inmortal "Pueblito, mi pueblo". Generaciones las cantaron en los coros, miles de futuros músicos aprendieron a amar el canto de tierra adentro con el maestro Guastavino.
Alguna vez comparado con Schubert, uno de los mejores compositores del romanticismo, Carlos Guastavino nació el 5 de abril de 1912 en Santa Fe. Sus padres eran grandes aficionados a la música, y con el tío Pedro, a quien siempre recordaría, se empaparía del canto y el arte campero. A los cuatro años, siendo discípulo de la pianista alemana Esperanza Lothringer, debutó en el Teatro Municipal santafesino, en la interpretación de una pequeña composición para dúo de violín y piano. “Yo hago música porque me encanta. Me encanta la melodía, me encanta cantar. Y ahora eso lo publico y veo que hay eco. ¡Fantástico! No quiero escribir para que la posteridad se encargue de descubrir mi obra”, recogería las frases del maestro, muchos años después, Unl.edu.ar. Guastavino desde muy temprano sintió inclinación a la música romántica del siglo XIX, aquella que rescataría las raíces folklóricas contra el academicismo, y emprendió sus estudios musicales en Buenos Aires empapádose de Liszt y Chopin, mientras realizaba estudios en química –se dice que elaboraba sus propios perfumes. Y fue un raro caso de compositor, que como celebrado pianista, estrenaba sus propias interpretaciones entre Mozart y Debussy.
“La vida concertística de Carlos Guastavino es muy fuerte y lo convierte en un artista singular porque no todos los compositores son ejecutantes o hacen vida de concertistas. Esta cantidad de presentaciones, ya en 1943 realiza giras por Chile, Punta del Este en el 46 y luego Rio de Janeiro, lo diferencia del estándar del programa de esa época porque él se dedica a ejecutar su obra. Esto potencia la circulación de su música y la recepción es muy buena”, opina Edgardo Blumberg, especialista en Historia de la Música y docente del ISM-UNL, del primer ciclo de Guastavino, el de las composiciones pensadas para orquestas de cámaras,” no es muy compleja, ni muy moderna…Y un aspecto muy importante de su estilo son las melodías, todas fraseables, memorizables para casi todo el mundo”, algo que le ganarían la antipatía del mundo canonizado de la música clásica con ansías de modernidad, representados en Alberto Ginastera. Guastavino estaba gestando el nacionalismo romántico argentino, un retoño de los movimientos nacionalistas artísticos nacidos en la generación del Centenario que aprendería con su maestro Athos Palma –y con varios intelectuales y artistas nacidos en el Interior como él mismo, el caso de Ricardo Rojas.
En 1939 el artista gana un concurso del Ministerio de Justicia e Instrucción Pública, en colaboración con Ernesto Galeano, donde junto a la “Canción del estudiante”, presenta otros clásicos de la educación primaria imperecederos, “Yo maestra”, “Está lloviendo en mi escuela” y “Sarmiento fundaba escuelas” Fue el debut del Guastavino compositor que recibía contemporáneamente del diario El Litoral la siguiente apreciación de sus creaciones, musicalizando poemas de Gabriela Mistral y Juana de Ibarbourou, “Era de temer que Guastavino, compositor joven que se está formando en un ambiente heterogéneo, pudiera contagiarse y hacer sus primeras excursiones artísticas por uno de esos caminos extraviados que no llevan a ninguna parte…en las obras que nos ocupan, Carlos Guastavino ha sabido, sobre melodías claras, hacer armonizaciones bien logradas que al otorgar gran importancia a la parte de piano, le dan al todo un especial interés”, cerraba el cronista en 1941 en el santafesino Teatro Colón, voz de Pini de Chrestia, dando la clave de la ingente producción que se avecinaba. Gran parte de las 285 piezas originales que compuso Guastavino fueron para canto y piano, y corales. En esta primera etapa del artista orientada a la música orquestal se destaca “La suite argentina” (1941), que incluye la musicalización del poema de Rafael Alberti, “Se equivocó la paloma”, así también las obras para ballet. El músico presenta la seminal obra para piano “El romance de Santa Fe” durante un concierto gratuito, llevado a cabo en el Teatro Colón porteño el 18 de julio de 1954, e inicia la famosa gira por los países detrás de la Cortina de Hierro, respaldado en la repercusiones de las visitas anteriores a Inglaterra, - invitado por la BBC de Londres estrenaría en piano “Tres romances argentinos” (1955). Famosa porque traería problemas con los militares usurpadores del poder desde 1955, mal mirado el éxito en países comunistas, y, además, porque cambió su visión y empezó a componer para popularizar el folklore argentino, agotado en la polémica con aquellos culturosos que menospreciaban las manifestaciones del pueblo. Guastavino no las necesitaba estudiar porque había crecido en ellas.
La segunda etapa de Guastavino es quizá la más conocida ya que colaboraría con varias de las figuras del Nuevo Cancionero de los sesenta. Anotemos a Hamlet Lima Quintana, “Hermano”, a Eduardo Falú, “Jeromita Linares”, y a León Benarós, con quien compartió la autoría de las series “Flores argentinas”, “Pájaros” y “Canciones escolares”, y fundamentalmente, la joya de la canción de “La tempranera”, "Siempre me han dicho que escribo en un estilo del pasado, romántico o tonal. Yo escribí y escribo la música que me gusta a mí y creo que el tiempo y la difusión que ha tenido dieron la razón a lo que estaba haciendo", defendía Guastavino, y su cancionero era imprescindible en el repertorio latinoamericano. Exploraría en sus series desde la cueca y el chamamé a la zamba y la vidala, en la aclamada colección de “Canciones Populares Argentinas” (1961) “Pueblito, mi pueblo / Extraño tus tardes / Querido pueblito / No puedo olvidarte / Cuanta nostalgia ceñida / Tengo en el alma esta tarde / Ay... si pudiera otra vez / Bajo tus sauces soñar” en la voz y guitarra de Falú, poema de Francisco Silva, resumía el universo de nostalgias y soledad que definen las elecciones de Guastavino. Poetas latinoamericanos o españoles anteriores a los cincuenta, esencialmente, profundamente melancólicos, algunos desarraigados, y que sintonizaba con los millones de migrantes que abandonaban los terruños rurales, en busca de mejores oportunidades, hacia las grandes orbes. “En una simbiosis tal que el verbo del poeta se nos presenta como la voz de la músico y las melodías del músico como la lírica imaginada por el rapsoda”, pondera la musicóloga de Marcela González.
A partir de 1965 comienza Guastavino un lento retorno a la composición de series más reflexivas de cámara, similares a la de los cuarenta, pero con las enseñanzas de las melodías simples del paso cancionero. Las series de la última etapa para orquesta de “Flores Argentinas” (1969) y “Los ríos de la mano” (1972), con letra del poeta José Pedroni, constituyen cumbres de un artista que nunca olvida los orígenes a la vera del Río Paraná, amorosamente bordados en la canción “Dedal”, hablando de Felisa, agradecía con melodía a mamá Josefina. Alejado en 1976 de sus cátedras, el artista entraría en un cono de silencio de doce años, apartado de la vida pública y sin realizar nuevas composiciones, luego interrumpido en la colaboración con el músico Carlos Vilo, a quién dedicó especialmente dieciséis composiciones. Poco se pudo disfrutar del maestro en los noventa, reacio a los homenajes y las presentaciones, a la palmada aduladora. Vuelto a Santa Fe, San José del Rincón, fallece el 29 de octubre de 2000. A San José del Rincón le había dedicado, “Pueblito, mi pueblo” Carlos Guastavino, el artista que pintó el mundo, pintando su aldea.
“Tenemos que pensar en un arte argentino y crear un arte argentino. El artista que tiene la sensación de un público que sigue con eco sus obras, tiene la obligación de exigirse cada vez más, ser fiel con su medio para dar una auténtica fisonomía a su nacionalidad. No hablo de un nacionalismo cerrado o agresivo, que es negativo, sino de un sentido real de definición local y auténtica ¿Quién expresará mejor nuestro paisaje? ¿Quién expresará nuestro sentir colectivo? Nadie sino nosotros mismos” A Brígida Frías de revista Lyra, 1954- cita de Marcela González en Soledad y nostalgia en la lírica de Guastavino. Revista de Musicología. Vol. 26, No. 2. Diciembre 2003.
"”Jeromita Linares”, la exquisita pieza en tres partes que grabó Eduardo Falú con la Camerata Bariloche, es uno de los mejores ejemplos de una perfecta adecuación. Se ubica entre dos géneros, por su sola forma instrumental: por un lado la guitarra (la guitarra de Falú, debería agregarse) y, por el otro, el más clásico de los agrupamientos de cámara: el cuarteto de dos violines, viola y violonchelo. Pero nadie debería condenarla a un medio término por eso: es una pieza única, tanto en el sentido orquestal como idiomático. Un género original, creado del principio al fin por Guastavino, más allá de los giros folclóricos empleados. Como 'entidad', no hay nada que se le parezca en todo el repertorio argentino" en Clarin.com
Imágenes: Ministerio de Cultura / Télam
Fecha de Publicación: 05/04/2022
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