Carlos Gardel sintió siempre gran pasión por las carreras de caballos, y así lo dejó plasmado en la temática de muchas de sus canciones más famosas: “Por una cabeza”, “Leguisamo solo”, “Palermo” ... asimismo, le atraía el boxeo. Tiene su lógica, ya que esos eran los dos deportes rioplatenses más populares, a comienzos del siglo pasado. Antes de que existiera la radio y la televisión, el fútbol era apenas una atracción para entendidos. Sin embargo, poco a poco el fútbol iba ganando más adeptos. Se estaban forjando los primeros héroes del balón y los primeros hinchas. En los clubes de barrio todo se hacía a pulmón, con el entusiasmo de los vecinos.
Carlitos vivía en la zona del Abasto y como todo adolescente toda vez que podía jugada al fútbol con los amigos. Incluso hasta formó parte del club barrial, El Porvenir Del Plata, de efímera existencia, donde participó como “insider” –lateral– derecho. A medida que crecía, se olvidó un poco de aquel entretenimiento de “purretes”. Se fue abocando de lleno a su principal pasión: la música, con la idea de ser un buen cantor algún día.
Y ese día llegó. Ya era un cantor famoso y elogiado. A mediados de la década del ’20, solía ensayar en la casa de su guitarrista Guillermo Barbieri que vivía cerca de la cancha de Huracán, y por allí pasaban los jugadores del club para oírle cantar, de modo que cada tanto era invitado a ver algún partido. Así, se despertó otra vez su interés por este deporte, y comenzó a tener amistad con muchos jugadores profesionales, en los barrios que solía frecuentar: La Boca (Boca, River), Avellaneda (Racing, Independiente), Almagro (San Lorenzo).
Durante su carrera profesional, el Zorzal fue participando en infinitos recitales solidarios. Siempre estuvo primero cuando se requería colaboración si la causa era noble. El fútbol estuvo entre esas nobles causas, por ejemplo, cuando actuó junto a Razzano en Montevideo, con la compañía Rivera- De Rosas, el 26 de octubre de 1923, en un evento que tenía como objetivo recaudar fondos para comprar un inmueble en la calle Durazno 1225, que se convertiría en la primera sede del club Atlético Peñarol.
El Mago... del balón
Su fama artística crecía, dándose a conocer con recitales organizados en España y Francia. Desde su primera visita española, en 1923, Gardel supo conformar una selecta "barra" de amigos con los que, a falta de redes sociales, mantenía contacto vía teléfono y cartas. La relación más sólida que cimentó fue con el famoso jugador Josep Samitier, y en casi similar medida con sus compañeros del Barcelona: Piera, Zamora y Platko.
Ese año Gardel confesó a la Gaceta Deportiva de Barcelona: "El fútbol no me interesaba. No comenzó a gustarme hasta que ví jugar al Barcelona en esta ciudad tan simpática y agradable. Por la sincera y leal amistad que me une a Samitier, seguí al Barcelona en su correría por varias ciudades durante el Campeonato de España que para mí fué un verdadero Vía crucis”, acotó.
Carlos presenció la final de la Copa del Rey de 1928 en Santander, contra la Real Sociedad, que consagraría al Barça primer campeón de la Liga Española. Quedó conmovido de la pasión puesta por los azulgranas en el campo. Y en especial por "el corazón" de Franz Platko, el gran arquero que fue el héroe del evento, que tras recibir un golpe en la cabeza se desmayó sin soltar la pelota que protegía con su cuerpo. Aún hoy corre la leyenda que fue Carlitos en persona quien colocó los vendajes de Platko y lo alentó para que regresara a la cancha. Asimismo, juran los culés que el apodo con que se conoce a Samitier, «El Mago de Balón», se lo puso Gardel.
Los Olímpicos
En 1928 los Juegos Olímpicos se celebraban en Ámsterdam. Gardel en ese momento estaba en Barcelona. Acompañó a las delegaciones de Argentina y Uruguay hasta París, una noche estaba con los jugadores en una habitación del Hotel Moderne de París e interpretó por primera vez el tango "Dandy", Gardel tenía previsto ir con ellos a Holanda. Pero un compromiso urgente se lo impidió, prometiéndoles volver a verlos a su paso por Francia, con las medallas en el pecho.
Ambos equipos llegaron a la final, y se enfrentaron el domingo 10 de junio en Ámsterdam. Los charrúas, ganaron 2-1, en un encuentro disputado a pierna fuerte y dientes apretados. Comenzaba entonces a ambas márgenes del Río de la Plata la rivalidad futbolística que llegaría hasta la actualidad. El encuentro entre las selecciones sudamericanas terminó empatado a 1. Por lo que debían jugar el desempate, el miércoles siguiente, día 13. Se impuso Uruguay por 2 a 1. Ambos planteles regresaron a París y tal como les había prometido El Morocho les esperaba con una grandiosa fiesta en el cabaret El Garrón donde cantó tangos rioplatenses.
Invictos en Europa, Invictos en América
En 1930, Uruguay fue el país anfitrión del mundial de fútbol y debido a la crisis económica sólo acudieron cuatro equipos del Viejo Continente: Yugoslavia, Rumania, Bélgica y Francia, y nueve del continente americano. Gardel quiso alentar a los jugadores de ambos equipos sudamericanos, pero, recordando cómo había terminado la fiesta que había organizado para ellos en París, tras los Juegos Olímpicos de 1928, con las sillas volando entre las mesas, esta vez pasó a visitarlos por separado.
El 11 de julio, una semana antes de que empezaran los partidos, llegó a la concentración de la Selección argentina en La Barra de Santa Lucía, en las afueras de Montevideo. Fue acompañado por sus tres guitarristas. Entre el repertorio tocaron "Patadura", que menciona los nombres de los jugadores argentinos: Seoane (de Independiente), Tarasca (de Boca Juniors), Ochoita (de Rácing Club) y Monti (de San Lorenzo de Almagro).
Los periodistas intentaron sonsacarle a Gardel qué selección ganaría el torneo. Con su corazón dividido, diplomáticamente dijo: “Queda en el Río de la Plata, opinó sin reservas. De eso no me cabe la menor duda”. Y agregó, para elaborar la respuesta con fundamentos: “Los argentinos vienen bien. A los uruguayos ya los conocemos. Cuando no ganan, empatan. Y si pierden, la diferencia es de media cabeza”. ¡Además de futbolero, burrero! ¡Leguisamo sólo, nomás!. Gardel acertó en su análisis, tal como había ocurrido en los Juegos Olímpicos, otra vez el campeonato se decidía entre Argentina y Uruguay.
El día 28 de julio, dos días antes de la final, pasó a visitar a la concentración uruguaya, del mismo modo que había hecho con la de Argentina. Sin embargo, El Zorzal tenía el corazón dividido, así que evitó asistir al estadio Centenario de Montevideo, donde se habían reunido 93.000 personas para ser testigos del desenlace. Uruguay ganó y se declaró campeón, superando por 4 a 2 a Argentina.
“Esto es ser Campeón del Mundo sin jugar”, dijo dos noches antes Peregrin Anselmo en el hotel del primer ganador de la Copa FIFA , y acto seguido, Gestido agregó: “Carlitos es como los vinos”. “¿Se queda a cenar con nosotros?”, lo consultaron, y la respuesta era casi obvia. Gardel complacido contestó afirmativamente, y junto guitarristas, jugadores, entrenador, compartieron el resto de la velada. Desde los dormitorios, en dónde había cantado, fueron hasta el comedor.
Carlitos ordeno a sus guitarristas – “muchachos a desenfundar la viola”, y los futbolistas en un “gran silencio”. En la reseña se cuenta que Gardel cantó “Enfundá la Mandolina” y “Palomita Blanca”. De “yapa”, le pidieron que entonara “Cruz de Palo”. Al ocupar su auto, Gardel fue sostenidamente aplaudido. Minutos más tarde, los muchachos se acomodaban en sus “sobres blancos”. Era el epílogo de una jornada que ni ellos ni Gardel, olvidarían.
Colaboró Marcelo O. Martínez de la Fundación Internacional Carlos Gardel.
Fundación Internacional Carlos Gardel, creada por los sucesores del artista bajo la premisa de resguardar y poner en valor el legado del artista, así como su historia, manteniendo vivo su espíritu, ícono indiscutible de la cultura argentina.