¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónBuenos Aires - - Viernes 02 De Junio
“Alguna vez en mi Patria retornará la justicia, entonces podré volver a cantar bajo el cielo tucumano, como lo hice toda mi vida”, escribía Atahualpa Yupanqui en 1949 desde Budapest a su querida Nenette, nuevamente hostigado por el gobierno argentino como en 1932, “hay que enseñarle a –su hijo Roberto, Kolla- escuchar cada latido…frente al paisaje nativo. Pero las cosas fieras, los fabricantes de la desdicha han torcido el propósito…La Patria se lleva adentro. La madreperla no pierde su tesoro, por mucho mar que la bata” Atahualpa era una figura conocida en el ambiente musical, al menos desde mediados de los treinta el “Camino del indio” era un infaltable de los pioneros folkloristas, pero en aquellos años del régimen peronista empezó una extensa carrera lejos del país. Sería prohibido en cada dictadura siguiente debido a su militancia comunista en los cincuenta, partido al cual renunció en 1953. Sería prohibido por el potencial de un canto que era América toda, la profunda, aquella que sabe más de penas y tristezas pero tiene esperanzas en los ojos del niño del cañaveral, o la niña de la Puna. La poesía de Atahualpa recoge esas voces originarias, “que anduvo, de sur a norte mi raza milenaria”, con una imaginación que embellece, “Canta que te canta camino a los valles”, y pide transformaciones, “La sed traicionera nos quiere matar” Y su guitarra reinventa un estilo criollo ahora que llora, largamente imitado en los guitarristas argentinos de todos los géneros, “Y paso las madrugadas/Buscando un rayo de luz/Porqué la noche es tan larga/Guitarra, dímelo tú” y con “la actitud física de ahuecarse uno para que entre la guitarra" Don Ata fue un vanguardista yendo al pasado americano y un revolucionario pacífico cantando por quiénes no tienen voz. Por eso, payador perseguido.
Atahualpa Yupanqui nació como Héctor Roberto Chavero Haram el 31 de enero de 1908 en Campo de la Cruz, Pergamino “Me galopan 300 años de América, desde que don Diego Abad Chavero llegó para abatir quebrachos y algarrobos, a hacer puertas y columnas para iglesias y capillas”, diría en “El canto del viento” (1965) sobre sus orígenes que mezclaban sangre criolla, vasca y quechua –su seudónimo desde los 12 años que homenajeaba al último emperador inca, y en quechua Yupanqui es “haz de contar, contarás”- Su padre José trabajaba en el ferrocarril por lo que la familia se traslada constantemente y recala en Junín a la edad que Héctor aprende sus primeros rudimentos de guitarra aunque antes se inicia el violín, en una escala en Tafí del Valle, Tucumán. Estos movimientos azarosos por el Interior son fundamentales, en palabras de Guillermo Pellegrino, “Toda su obra posterior estuvo dirigida a interpretar la música del sur, del norte andino y del litoral argentino. De Tucumán lo sedujeron sus zambas; de Santiago del Estero las chacareras y vidalas; de La Rioja amó sus chayas y sus vidalas dolorosas; de Córdoba lo atrajo la picardía de sus gatos… En aquellas soledades se topó con un "escuchado", que -siguiendo la tradición indígena del manejo de los silencios- es una suerte de sabio criollo "El escuchado -dijo Yupanqui alguna vez- es el hombre que tiene muchos silencios, que se maneja con doscientas ideas y veinte palabras. No habla más por día. Tiene espacios de silencio infinitos, cargados de cosas. Son los profetas, y como el "escuchado " tiene prestigio, se atienden sus sobrias pero profundas palabras"” Muchos de sus viajes de juventud en los caminos de los indios y gauchos, a lomo de burro en trabajos de maestro rural, redactor o minero, se alternaban con visitas a Buenos Aires, que le causaban desagrado, “Si era la voz de mandinga!/ Buenos Aires, ciudad gringa/me tuvo muy apretao” En una de ellas actúo de número vivo en la calle del diario Crítica, durante la célebre transmisión de la pelea Firpo-Dempsey de 1923, con el único fin de juntar los pesos para ver a su gran ídolo, Carlos Gardel. Aquel fue su debut en Buenos Aires, la ciudad a la que retornaría en 1936, una vez regresado de Montevideo donde tuvo que escapar después de participar de la revuelta radical de Paso de los Libres en 1932, para grabar los primeros seis temas en Odeón, entre ellos, clásicos del folklore argentino, “Camino del Indio” –compuesta a los 18 años- y “Vidala del adiós” Volvería en 1944 y 1945 grabando más canciones inmortales, “El arriero” –coescrita como tantas con Pablo del Cerro, o sea Nenette- y “Arenita del camino” Sin embargo las fieras lo estaban esperando.
Hacia fines de los cuarenta, los años que conocerá a Nenette, la canadiense Antoinette Paule Pepin, Yupanqui era un artista difundido, con sus libros como el primero de 1941 “Cerro Bayo. Poemas del Cerro”, “Alba y ocaso en color/y en cada color un verso/¡El poncho es una bandera/con un corazón adentro!” y con una vida intensa, dos parejas, cuatro hijos. Afiliado al Partido Comunista en 1947 fue encarcelado y torturado varias veces en la seccional de San Telmo –un gesto similar a su admirado Ricardo Rojas, que se afilia al radicalismo después del golpe de 1930 y termina en la cárcel de Ushuaia. A Rojas dedicará Yupanqui, “Viejo tambor vidalero”- "En tiempos de Perón estuve varios años sin poder trabajar en la Argentina... Me acusaban de todo, hasta del crimen de la semana que viene. Desde esa olvidable época tengo el índice de la mano derecha quebrado. Una vez más pusieron sobre mi mano una máquina de escribir y luego se sentaban arriba, otros saltaban. Buscaban deshacerme la mano pero no se percataron de un detalle: me dañaron la mano derecha y yo, para tocar la guitarra, soy zurdo. Todavía hoy, a varios años de ese hecho, hay tonos como el Si menor que me cuesta hacerlos. Los puedo ejecutar porque uso el oficio, la maña; pero realmente me cuestan", reconocía el mayor cantor folklórico argentino y agregaba, “Nunca cultivo el rencor. …Los rencores ensombrecen el alma” Varias décadas más tarde Perón lo invitó infinidad de veces a Puerta de Hierro, su residencia española, a lo que Atahualpa respondía “Tendrá que pedirme disculpas por las cosas pasadas” Nunca sucedió.
“Solo los nazis y los reaccionarios condenan al comunismo. Los demás gobiernos o personas luchan, discuten, ganan o pierden, oponen razones y verdades o principios, pero de frente, abiertamente, como corresponde a un orden democrático y celoso de la libertad” decía en medio de una gira europea financiada por los países comunistas en 1950. Ese mismo año Edith Piaf, la máxima cantante francesa del siglo XX, " llenó París de carteles con una publicidad muy original que decía: “Edith Piaf cantará para usted y para Yupanqui” Fue un gesto maravilloso de su parte. Ella estaba en la cima de su carrera y quería compartir conmigo un espectáculo. Conmigo, que era un negrito que se escondía detrás de su guitarra", agradecía aún Yupanqui en 1989 un gesto que abrió las puertas a una discográfica gala, donde editó su primer LP en el Viejo Continente, “Minero Soy” Medio siglo duraría el afecto europeo de Yupanqui, donde sus poesías son parte de los programas oficiales educativos franceses, Caballero de las Artes y la Letras de Francia, y en Alemania se lo considera uno de los mayores compositores del siglo pasado. Mientras en Argentina, “dijeron hace tiempo que soy un cantor de cosas olvidadas”, aseguraba Yupanqui en 1985, “No es lo importante que se sepa de mí. Lo fundamental es continuar con el aporte a la cultura nativa desde el punto de vista tradicionalista, criollista y folklórico. No es importante que se sepa, es importante que se haga" enfatizaba el autor de “Luna Tucumana” y “El alazán”
Entre mediados de los cincuenta y los sesenta, entre Cerro Colorado, Córdoba, hoy sede-museo de la www.fundacionyupanqui.com.ar, y las giras por el mundo, Yupanqui consolida su producción discográfica y literaria con más de 20 obras maestras, entre ellas los infaltables LP “Canciones del solitario” (1957) y “El payador perseguido” (1964), y, en las letras, “Guitarra” (1954), “Parece que no hubo nada/si se mira sin mirarlo/Todo es malezal confuso/pero mi huella está abajo”, y su continuación del Martín Fierro de José Hernández, la autobiográfica “El payador perseguido” (1965), “Entonces vine a América para nacer un Hombre/Y en mí junté la pampa, la selva y la montaña/Si un abuelo llanero galopó hasta mi cuna/Otro me dijo historias en su flauta de caña/…Y así voy por el mundo, sin edad ni Destino/Al ampar de un cosmos que camina conmigo/Amo la luz, y el río, y el camino, y la estrella/Y florezco en guitarras, porque fui la madera” Esta magna obra de la literatura argentina es explicada por Atahualpa a su amigo Pedro Iribarne, “Yo he nacido en lo parejo, y conozco bastante lo pampeano de mi tierra…si abrazo mi guitarra…-es-para dejar solamente viejos ladrillos blanqueados, fantasmas de pulperías…hombres a caballo, prudentes, fuertes y honrados…quisiera recuperar en muchos argentinos al criollo dormido, cabal y sin vueltas, que cada muchacho, cada niño, cada hombre lleva en sí” Aquí, el Programa Yupanqui.
Cansado de la persecución política, ahora de la autodenominada Revolución Argentina, y con un horizonte promisorio económico luego de giras por Japón y Medio Oriente, Yupanqui que transitó una vida austera y sobria, “Vivía en un pequeño y humilde apartamento en el Barrio Catorce”, recordaría el cantautor Daniel Viglietti en los setenta, se terminó radicando en París hacia 1967, con regresos que se hicieron esporádicos, debido a la violencia de los setenta, a su querida chacra de Cerro Colorado, descripto su río en “Tú que puedes, vuélvete", "El agua que siempre vuelve, que siempre corre"
“Quisieron sensibilizarme diciendo que mi repertorio es para el Pueblo. Yo les respondí que sí, que canto para el Pueblo, pero no para los comunistas, sino para todo el Pueblo, con católicos, intelectuales, obreros, policías, profesores y sacerdotes…Estos señores de la “zurda” se autocalifican de Pueblo, haciendo exclusión de otros sectores”, redactaba a su Nenette desde París en 1968, en pleno Mayo Francés, y hacia el final de esa misma carta mandaba un saludo a su querido de barrio en Buenos Aires, en donde zapateaba malambos con Roberto y esposa, el Club Belgrano Social de Arribeños y José Hernández.
Nuevas prohibiciones, ahora de la última dictadura militar, directamente hacen imposible su retorno hasta la conquista de la democracia en 1984. En París se transforma en un verdadero Patriarca Americano con sus rasgos indígenas y su canto ancestral, visitado por los exiliados latinoamericanos, trabaja con Julio Cortázar en “El árbol, el río, el hombre" y una legión de compatriotas en Europa que empiezan a revalorizar su influyente aporte en la cultura nacional, entre ellos Jairo y Ástor Piazzolla. Yupanqui profundiza sus búsquedas espirituales y poéticas de las raíces americanas en los LP “Vidala del silencio” (1977) y ”Madre del monte” (1981), ambos editados en Francia, y que se opone a “la nueva canción argentina –influenciada por el jazz y el rock- y que no tiene nada que ver con el folklore. El folklore es más puro ¿Y sabe usted por qué? Es más inocente y menos intencionado…Zambas que parecen boleros o cha cha cha…-distinto- a nuestro paisaje, nuestro maíz, nuestro trigo, nuestro algarrobo” El último LP en vida de Atahualpa se edita en el país, “Para rezar en la noche” (1985), “Yo camino por el mundo. Soy pobre, no tengo nada/ Sólo un corazón templado,/Y una pasión: la guitarra”, una suerte de testamento musical, que se sumó a su salud endeble, y que le impidió tocar en un homenaje realizado por el Teatro Colón en 1988. El fallecimiento de Nenette en 1990 deja a Yupanqui sumido en la tristeza, “Siempre será inolvidable para mí su forma de entregar los preludios de Juan Sebastián Bach. ¡Oh, Nenette!” en el prólogo de su último libro “La capataza” (1992), “Capataza, me voy. Ya me despido/Salgo a buscar vidalas al sendero/¡Tú le dirás las cosas que me callo/a todo lo que amo y lo que dejo... !”
Muere el 23 de mayo de 1992 en Nimes, una pequeña localidad francesa, en la antesala de un recital en compañía de Los del Pueblo y Rubén Juárez, y a minutos de tocar para 150 personas. Dijo que se sentía mal y recorrió solo con su infaltable bastón de ébano, regalo del folklorista santiagueño Mario Arnedo Gallo, las cinco cuadras al hotel. Se recostó y falleció solitario “Pá no sentirme tan pobre/yo solo me estoy queriendo” había escrito con menos de veinte años, y unos meses antes de morir expresó, “Cuando muere un poeta, no deberían enterrarlo bajo una cruz, sino que deberían plantar un árbol encima de sus restos. Así lo pienso yo, por cuanto, con el tiempo, ese árbol tendrá ramas y un nido y en él nacerán pájaros. De ese modo, el silencio del poeta, se volverá golondrina", cerraba el cantor que descansa en su querido Cerro Colorado.
Sería gigante la lista de artistas que fueron influenciados por Yupanqui, en especial con sus masivas apariciones en los primeros Festivales de Cosquín, en los sesenta, o las míticas actuaciones en La Capilla de Buenos Aires, a mediados de los ochenta. Prácticamente no existe músico nacional, de cualquier género, que no haya andado “Pá el lao donde el sol se pierde”, sepa o no sepa sobre la mano zurda de Don Ata. Incluso en México es una figura señera con el “Corrido a Javier Solís” “El folklore registra la vida de un pueblo, no de un hombre, de todo el pueblo” Por esa huella del resero vamos, Don Ata.
Fuentes: Yupanqui, A. Cartas a Nenette. Buenos Aires: Sudamericana. 2001; Galasso, N. Atahualpa Yupanqui. El canto de la tierra profunda. Buenos Aires: Ediciones del Pensamiento Nacional. 2005; Boasso, F. Tierra que anda - Historia de un trovador. Buenos Aires: Ediciones Corregidor. 1993
Fecha de Publicación: 30/03/2021
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