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Andrés Calamaro volvió recordando sus verdades afiladas sobre la alta suciedad

El talentoso músico concretó sus primeros dos conciertos en Capital luego de tres años, veladas donde repasó su repertorio y recordó a los artistas que ya no están.

Se sabe muy querido Andrés Calamaro y lo retribuye en cada gesto que ofrece a los demás. Aparece a la consideración general como ese inexorable juglar que bucea a una inédita profundidad en los sentimientos y sensaciones humanas, cantante y pianista que la manda al fondo del arco con los dos perfiles, el pop y rock. Sobrevoló impecable las alturas de la exageración al límite publicando prolíficos trabajos, que otros colegas más conservadores o muy especulativos hubiesen desmembrado en partes, para aprovechar tanta realidad acumulada en canciones.

Andrés Calamaro honra lo argentino al extremo, por más que la vida lo haya convertido en un gran torero, esquivando con gracia las embestidas salvajes de un absurdo costado del planeta que tardó en comprenderlo, tanto por su manera de ser o la natural forma de expresarse ante ciertas temáticas. Las numerosas canciones del artista, la enorme mayoría convertidas en himnos que los seguidores cantan de memoria, se terminan convirtiendo en una tentación para el hábil músico, quien en las últimas horas concretó dos recitales en el Movistar Arena y en algunos pasajes de estos, no escapó a chequear si el público más fiel mantiene viva esas letras, momentos de una fascinación y entendimiento entre ambos lados del escenario muy conmovedor. El hombre que supo ser la estrella mimada y el explosivo compositor de Los Abuelos de la Nada, cuatro décadas después tiene un holgado repertorio que se mantiene vigente por sus sentidas líricas y una gama de arreglos sencillamente inconfundibles.

¿Otro disco en vivo?

A diferencia de otros artistas, Andrés se sabe de una voz especial. Tono vocal que luce cuidado y caudaloso, permitiendo que los incontables hits de su catálogo permanezcan cautivamente seductores de principio a fin. Seducido por grabar sus conciertos y publicarlos con cierta periodicidad, en el fin de semana donde este cantautor hizo su regreso oficial a los proscenios porteños, los dos recitales ofrecidos en el primer estadio moderno de la Capital Federal fueron grabados en audio y video, con un sinfín de cámaras y sistemas de micrófonos. ¿Habrá ahora un nuevo álbum en vivo de Andrés en la postpandemia?

Después de ir y venir con distintos formatos de instrumentación, el quinteto que armó en los últimos años con Mariano Domínguez en el bajo, Martín Bruhn en la batería, Germán Wiedemer en los teclados y Julián Kanevsky en la guitarra, sin dudas terminó ahora de concretar la síntesis que necesita su música con el anfitrión en guitarra rítmica, teclados, percusión y su voz en posición protagónica bien asistido por sus colegas en esa tarea. El listado de sus recitales se abre con “Bohemio”. Este bellísimo tango acelerado que bajado un poco de velocidad, podría haber sido tranquilamente un clásico en el repertorio de Roberto “Polaco” Goyeneche, es la apertura. Dos horas después queda emotivamente clausurado el show con “Los chicos”, sensible tema que el anfitrión utiliza para recordar a los que ya no están físicamente, videoclip en la pantalla trasera donde ahora también aparecen Pil Trafa, Palo Pandolfo, Willy Crook y Marciano Cantero, las dolorosas pérdidas ocurridas durante el período pandémico en Argentina.

Siempre Diego

El show tiene tres temáticas muy especiales. Las historias de amor, fuerte caleidoscopio que acomoda desde la época de su álbum solista más sólido lanzado en 1994, hasta varias de reciente cosecha con perfiles muy jugados. Sus miradas sociales, donde asoma alguna página de Los Panchos hasta relecturas de canciones hechas con Los Rodríguez o también una sutil evocación de “Mil horas” en el desenlace de “Tuyo Siempre”, encuentran a Calamaro en un tono retratista cautivante y equilibrado.

Pero donde más late fuerte su cancionero, sin dudas es en el bloque dedicado a Diego Armando Maradona, cuando ya han pasado dos años de su desaparición física. Desde la canción con el nombre del jugador, esa que viene acompañada de una mini-película con las mejores escenas del recordado número 10 argentino, hasta el tema que Diego pidió para jugar en el Sevilla. La fuerte amistad del músico con el desaparecido deportista está retratada en esas canciones o en la inolvidable “Estadio Azteca”.

El show ofrece una primera mitad de clásicos de hervor consistente, pero en la segunda el cantautor coloca acierta cuando con su grupo despacha demoledores hits como “El Salmón”, “Flaca”, “Alta Suciedad”, “Paloma”o “Crímenes perfectos”. Esa magia de citar indirectamente algunos tópicos con frases bien elaboradas, configura algo que no todos los músicos tienen el valor de encarar, mostrando citas de sutil porteñidad o sentimientos nacionales del arrabal urbano post-Gardel.

El Salmón lo hace de nuevo

Dejando claro que estos conciertos ejercen un efecto celebratorio sobre una discografía de tono mayúsculo, el distintivo tecladista de Raíces, Los Abuelos de la Nada, Las Ligas y Los Rodríguez prefiere que las canciones hablen por él, más que poner su charla en plano oratorio entre tema y tema.

Exponiendo en esas veinticinco canciones una obra inoxidable y de peso para todas las recientes generaciones, no olvida Calamaro tomar en un tramo del concierto una capa roja que el público le tira, para evocar la habitual labor de los toreros, una adrenalínica noche de estampidas emocionales que Andrés maneja con su garbo. Flameando astuto esa tela ante el delirio de 15 mil personas cada noche, eternamente consustanciadas con un poeta pleno en todas sus arquitecturas sonoras, exhibe sin demasiados filtros aquél pensador con el que millones se identifican por su manera de evocar la argentinidad al palo, por espacio de dos horas, mil horas, como un perro, muy lejos de casa.    

 

Imágenes: Show Kaloian - Martín Rea

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