Cada uno es dueño de su propio destino, dicen, y Abel Pintos se adueñó del suyo. El niño que llegó para darle al folklore argentino uno de sus frutos más prodigiosos redirigió su camino hacia el pop, sin sentir en ningún momento que estaba traicionando sus raíces.
Algunos pensarán que lo mueve un ansia por facturar más, por ser más masivo, pero él atribuye el cambio a la evolución natural que realiza todo artista:
Este nuevo giro en mi repertoriono es algo que alguien me haya pedido ni que me impusieran, sino que tiene que ver con una curiosidad y una necesidad musical propias. Me crié escuchando muchos géneros musicales y para mí desplegar estos distintos géneros se transformó en una necesidad y además me divierte; me encanta hacer pop y también me encanta hacer folklore.
Abel tiene una de las voces más dulces del mundo y un carisma que atrapa. Cuando está sobre el escenario, se nota que ese es el lugar donde quiere estar, ya sea que esté cantando folklore o música pop. No es un traidor, simplemente es un hombre que disfruta de su trabajo, de su arte, y quiere darle a su público lo mejor de él.
Para conocerlo mejor
Abel Pintos nació en Bahía Blanca, en la provincia de Buenos Aires. Su carrera comenzó muy temprano. Si le preguntan cuándo cantó por primera vez de manera profesional, él trae a la memoria un acto escolar. Fue un homenaje a San Martín y al cantante le tocó interpretar tres canciones, nada más y nada menos que de Victor Heredia, León Gieco y Horacio Guaraní. Inspira ternura imaginar al pequeño Abel sobre ese escenario, seguramente jugando a cantar y sin sospechar el futuro que le esperaba.
Alguien siempre da una mano
Su padrino artístico o quien lo descubre a los catorce años fue el mismísimo Raúl Lavié .
Lo recuerdo muy delgado, con dos pocitos en las mejillas que enmarcaban una sonrisa fresca. Traía en su mano el arma que iba a cambiar su destino, un "demo" con sus canciones. Y me lo entregó como se entregan los sueños, con esperanza. Estábamos en el teatro de White y aprovechando esto le pedí al técnico de sonido que me lo hiciera escuchar. Con las primeras frases de la canción sentí que estaba en presencia de alguien que tenía destino de grandeza. Le dije: "Voy a ver qué puedo hacer". Tal vez fue muy poco para él, tal vez esperaba un poco más de mí, pero tampoco quería ilusionarlo demasiado.
Finalmente, Lavié, más entusiasmado quizás que el propio joven Abel, logró que un productor escuchara el famoso demo. “Canta como los ángeles” le había prometido
Cuando la voz de Abel surgió del parlante del equipo de sonido, hubo un silencio de siglos y comenzaron a acercarse los empleados de la oficina, gratamente asombrados por lo que estaban escuchando. Me preguntaron quién era y les dije que por el momento era sólo un chico que amaba la música. "Ahora depende de ustedes para que sea algo más." Y vaya si lo fue. Hace unos días fui invitado a cantar con él en el Opera. Me sentí como Zeus, presenciando en la penumbra del escenario la llegada del hijo del sol. Cuando Abel salió al escenario, el teatro se iluminó con su voz. Y me dije: "Tarea cumplida".
Una carrera prolífera y premiada
Desde el año 1997 lleva editados doce álbumes, con presentaciones en los teatros y estadios más importantes del país. Comparte escenario junto a destacados artistas, nadie le dice que no. Abel Pintos es esa mezcla de talento en la voz con humildad en el corazón a la que nadie se resiste. Enumerar sus premios sería para una nota exclusiva dedicada al tema, pero vamos a nombrar su Gardel de Oro en el 2017 como ejemplo de el reconocimiento tan merecido.
Licenciada en Comunicación Social y correctora. Nacida y criada en el oeste del conurbano bonaerense. Sagitariana, vegetariana, crossfitera y viajera. Estoy convencida de que, con las palabras, podemos hacer magia. Pasen y lean.