En las últimas décadas las políticas públicas referidas al transporte, han comenzado a prestarle mayor atención al transporte público. Esta situación es reflejo del fracaso que han tenido las medidas que han incentivado sistemáticamente el uso de automóvil particular.
Argentina no ha sido la excepción, mientras que en la década de 1970 la mayoría de las personas se trasladaban en transporte público, veinte años después la relación se invirtió y el uso del automóvil creció exponencialmente. Pero este crecimiento exponencial del uso de automóvil particular tuvo y tiene consecuencias negativas que la mayoría de nosotros percibimos: contaminación del aire, ruido, mayores costos, embotellamientos, mayores tiempos de traslado.
Por ello, los gobiernos de todos los niveles han comenzado a realizar mejoras en los sistemas de transporte público, que aparece como una de las principales soluciones a los problemas planteados. Carriles exclusivos para colectivos, unidades con aire acondicionado, trenes nuevos o extensión de líneas de subte o tren han sido algunas de las medidas que los gobiernos han llevado a cabo.
Finalmente, el transporte público (y su electrificación) sumado a los modos de transporte activos como la bicicleta o caminar, resultan ser fundamentales para reducir las emisiones de los gases de efecto invernadero que causan el calentamiento global.
Soy Licenciado en Relaciones Internacionales (IUPFA). Tengo un posgrado en Derecho y Economía del Cambio Climático (FLACSO) y actualmente estoy finalizando la carrera de Geografía (UBA). También cursé dos años de periodismo (TEA). Estoy interesado en escribir sobre temas de transporte, energía y territorio. Actualmente escribo sobre tránsito, ya que tiene gran relevancia social debido a los problemas diarios de los que vivimos en grandes ciudades y también en medianas o pequeñas.