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Agua... ¡cómo te deseo!

Agua... ¡te miro y te quiero! Amagaba pero no llegaba. Hasta que nos bendijo a todos los cordobeses, humilde y de a poco, gotita por gotita apagó los incendios y nos regaló calma.

Medio Ambiente
Córdoba incendios

Fueron 5 meses de sequía extrema, con incendios acechando nuestras sierras y el trabajo de bomberos y vecinos luchando contra el fuego. Fueron 5 meses de incertidumbre y dolor, de ver cómo nuestra flora y fauna se rendían con la falta de agua. Pero el momento llegó: la lluvia nos bendijo y apagó todos los focos que nos asustaban.

La naturaleza sabia como siempre, harta de tanto incendio y de que no protejamos nuestro bosque nativo, envió una lluvia que calmó tanta sed de paz. Así fue que la tarde del 14 de octubre, gris pero calurosa y húmeda, anunciaba con las primeras gotas la llegada de una salvadora. Así fue que los pulmones verdes de la ciudad, los corazones de los cordobeses y el monte nativo pudieron respirar.

Con una lluvia lenta pero segura, las sierras cordobesas pudieron descansar del calor, de las llamas, de la desidia. Aunque no hubo grandes precipitaciones, fue la suficiente para controlar y contener las llamas en Capilla del Monte, que se habían originado por caídas de rayos. Gracias a esta bendición se extinguieron todos los focos de incendios forestales que se encontraban activos en las zonas serranas. Los medios de todo el país comenzaron a difundir esta hermosa noticia en el transcurso de la mañana del 15 de octubre. La lluvia se hizo eco y nos trajo alegría.

Tanto fuego, tanto

Diego Concha, el director de Defensa Civil, estableció que la cantidad de lluvia fue “suficiente para extinguir totalmente los focos activos y calientes”. El funcionario estableció que durante la jornada posterior a la lluvia se realizarán recorridos por las distintas regiones para constatar y asegurar que todos los incendios estén contenidos y extinguidos. Porque fue mucho el tiempo de sequía, y fueron muchos focos, todos juntos los que se encontraban activos. Tantos que los equipos de bomberos no alcanzaban. Tantos que llegaban a las viviendas y las personas debían ser evacuadas. Tantos que aparecían especies nativas desesperadas en medio de las zonas urbanas, si es que no aparecían calcinadas. Tantos que los vecinos salían, con baldes de agua, desde sus casas, para apagar las llamaradas.

Pequeña tregua

La lluvia vino a darnos un descanso, un respiro y una pausa, vino a mostrarnos cuán valiosa es el agua. Vino a pedirnos que cuidemos este recurso fundamental y que escuchemos que la emergencia hídrica no es mentira. Las precipitaciones que vinieron a traer calma y paz a la tierra cordobesa, se dieron en los valles de Punilla, Calamuchita, Paravachasca, en los límites de Traslasierra, norte provincial y en localidades de varios departamentos. De acuerdo a los datos preliminares oficiales, alrededor de 200.000 hectáreas de pastizales y montes nativos fueron alcanzadas por los incendios que desde junio se registraban en la provincia de Córdoba. ¡Una locura! Si bien los medios hablan de una de las mayores sequías de la historia, especialistas aseguran que hubo épocas peores. Sin quitarle gravedad al asunto, por supuesto. Porque la sequía acecha y quedamos a la espera de otras lluvias que traigan buenas nuevas.

Según las autoridades meteorológicas, en la capital cordobesa se acumularon 17 milímetros de agua, gracias a una lluvia continua pero tranquila. Sin embargo, el Servicio Meteorológico Nacional no prevé nuevas lluvias en lo que resta de la semana. Lo que nos pone nuevamente en alerta, y nos obliga a seguir cuidando el agua y previniendo incendios. La llegada del agua nos trae noticias maravillosas: los focos activos, ya se apagaron. Pero la visita del fuego nos deja angustia y desolación: 200.000 hectáreas quemadas, por incendios provocados e intencionales. 

Monte nativo como ave fénix

Porque la lluvia llegó pero al monte todavía le duele haber perdido su llantén, su chañar y su aguaribay. Están de luto las semillas que quieren, y no pueden, crecer entre tanta sequía. El cielo mira, entristecido, la vinca, el molle y el tala. Al monte le siguen ardiendo las artemisas, los paicos, los suicos. Hace duelo la madre naturaleza, de sus espinas coloradas, de sus espinillos y sus sombritas de toro. Abraza los cadáveres de los animalitos que el fuego abrasó. La tierra sigue llorando, sin agua, solo cenizas y pastizales ennegrecidos por el horror. A nuestras Sierras le llevará mucho tiempo recuperar el verde, si es que los grandes negocios inmobiliarios se lo permiten. Por eso, ser conscientes y luchar por una ley de humedales es clave. Por eso, preservar los territorios en estado de Reserva Natural, es imprescindible. Si queremos que paren de quemarnos, si queremos cuidar nuestros montes, tenemos que empezar a legislar sobre lo poco que nos queda de bosque nativo.

 

Fecha de Publicación: 16/10/2020

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