Como ya sabemos, la historia la escriben solo los vencedores: solo los hombres vencedores. Dejando un amplio sector afuera de estos procesos que forman parte de cambios que constituyen nuestra identidad hoy. Como argentinos, argentinas y, sobre todo, como cordobeses, debemos hacer revisiones históricas en las que podamos narrarnos desde una perspectiva holística. Sin invisibilizar grupos, ni mostrar solo una campana de la historia. Porque los recuerdos y las conmemoraciones los construimos entre todos. Los reproducimos constantemente y, como ciudadanos argentinos, tenemos la posibilidad de reescribir nuestra historia. A partir de investigaciones y grupos con perspectiva de género, se realizaron trabajos que pudieron dilucidar el rol de la mujer en diferentes hechos históricos. Hechos en los cuales nunca antes había sido mencionada la intervención de esta gran parte de la población que conforman las identidades femeninas. La Reforma Universitaria no fue la excepción. El grupo de estudiantes de género femenino que intervino en este hecho, o que se veía interpelado por la lucha reformista, fue invisibilizado. Las mujeres formaron parte del movimiento reformista, aunque la historia no lo muestre. Ya hacía treinta años que este colectivo formaba parte de la Universidad Nacional de Córdoba como estudiantes y asistentes. Eso sí: relegadas solo a algunas carreras. La Universidad de Córdoba, la más antigua del país y una de las más viejas de Latinoamérica, seguía siendo casi exclusiva para hombres.
Hasta ahí
Las mujeres de la Universidad, allá por el 1918, no podían elegir cualquier carrera. Las formaciones que se les permitían eran las vinculadas al cuidado de un otro. Por ejemplo, enfermería, medicina y, sobre todo, especializaciones en partos. O sea, profesiones que seguirían perpetuando una domesticidad incluso dentro del ámbito laboral. Ya que se trataba de tareas de cuidado y no se alejaban mucho de los mandatos en torno al rol de la mujer en la sociedad. Incluso, para poder entrar e incorporarse como estudiantes universitarias, las mujeres debían rendir un examen de salud mental y demostrar sus capacidades intelectuales. Algo que, por supuesto, no debían acreditar los hombres que se presentaban a la institución.
Otra de las realidades que vivían las mujeres egresadas de las universidades nacionales como profesionales de la salud era la poca inserción laboral. Muchas veces, sus títulos quedaban como decoración de la casa. Es el caso de Margarita Zatzkin, primera egresada de medicina en la Universidad Nacional de Córdoba, además farmacéutica. A ella nunca se le permitió ejercer su profesión, porque las exigencias sociales establecían que tuviera hijos y fuera ama de casa.
Ni para la foto
Para 1918, las mujeres no votaban y menos que menos se les permitía actuar en el ámbito político. Por lo menos, no públicamente. Por eso, no es de extrañar que ninguna mujer aparezca en las firmas de documentos reformistas. Las fotos icónicas que veneramos y a través de las cuales revivimos el momento revolucionario que implicó la Reforma a nivel provincial y nacional no presentan mujeres.
Pero que las hubo, las hubo. Un claro ejemplo de la intervención de mujeres en el activismo reformista de la época, es Prosperina Paraván, quien se desempeñó como vicepresidenta del Centro de Estudiantes de Odontología. Y organizó una lucha contra el cierre del internado donde vivían y comían muchos estudiantes de la Facultad. Marchó con sus compañeros, los organizó y formó parte de un nuevo plan de estudios en la formación de odontólogos y odontólogas.
Revisar es transformar
De más está decir que los cambios con respecto a la participación de mujeres en la Universidad no se dieron el año de la Reforma, sino mucho tiempo después. Todo esto se pudo descubrir gracias a la exhaustiva investigación de miles de profesionales con perspectiva de género, quienes se dedicaron a hurgar y escarbar en los documentos hasta encontrar los rastros y pruebas de la existencia de mujeres reformistas. Porque, para una nueva sociedad, que sea equitativa e igualitaria, debemos revisar la historia.
Argentina, nacida en Córdoba. Investigadora en el área de lingüística. En formación constante sobre las Letras y sobre la vida, gracias a la Universidad Nacional de Córdoba. Mis experiencias en viajes me llevaron a aprender cada vez más idiomas y querer conocer diversas culturas desde adentro. Pienso en la escritura como una herramienta para transformar el mundo y volverlo un espacio justo y equilibrado.