¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónBuenos Aires - - Martes 06 De Junio
La zona de Ongamira recibe su nombre por el valeroso cacique Comechingón llamado Onga. Cuenta la leyenda, que la comunidad aclamaba repetidas veces al cacique: “Onga, mira qué bello paisaje, mira cuanta tranquilidad” y que, de ahí, surge el nombre de Ongamira.
A pesar de tan linda toponimia, resulta imposible referirse a Ongamira sin evocar la trágica historia del suicidio colectivo de los aborígenes comechingones, quienes prefirieron morir arrojándose del cerro Colchiqui antes de rendirse al servicio del opresor español.
Este lugar se consolida como un escenario de valor prehistórico donde la vida se desarrollaba desde antes del 4.600 a.C. Ongamira tiene historia desde hace más de 6.600 años atrás, con la cultura Ayampitín. Y, para recordar este trágico episodio, es necesario venerar estas raíces, que de alguna manera, dieron lugar al pueblo comechingón, cultura que proliferaba en el período que va del 500 al 1600 d.C. Este pueblo se valía de la agricultura, la recolección de frutos, la ganadería y la caza.
En el valle de Ongamira, como en muchos otros puntos donde los españoles saquearon y vulneraron nuestra historia, los comechingones escribieron la historia con sangre indeleble, que no se borra con el paso del tiempo.
Aferrados a la vida, pero entendiendo el desapego y conectados a la naturaleza, este pueblo se curaba con las hierbas medicinales y creyendo en sus cultos. Cuando querían despedirse, hacían caso al sonido de una rama quebrándose a la altura del ombligo. Si este signo establecía que era el momento de irse de este plano, subían el cerro Charalqueta, y se encontraban con el chamiquero, que les preparaba una poción que los ayudaba a saltar al vacío. El término que le daba nombre a esta formación geológica, Charalqueta, significaba "felicidad". Si los cuerpos no aparecían, se habían integrado al todo. Con una concepción holística de la vida y la muerte, y una concepción abarcativa del ser como parte del Universo, esta cultura solía despedirse de la Tierra para formar parte de “eso otro”.
Alrededor del 1.620 (según otras fuentes entre 1574-1600) los comechingones, como miles de otros pueblos originarios en tiempos de la conquista, resistieron encarecidamente la colonización de los españoles. Defendiendo su vida y su cultura, lucharon hasta el final contra las atrocidades realizadas por los conquistadores.
Fue una tribu vecina, que habitaba en la base del cerro Charalqueta, que significa cerro de la alegría en idioma comechingón, la que eligió refugiarse en lo alto del mismo. Allí fueron capturados, asesinados brutalmente y luego sepultados con sus pertenencias (sin valor para los españoles) en la base del mismo.
Para esta época, las muertes ya no tenían que ver con una decisión armónica, espiritual y voluntaria. Sino con el saqueo, el poder y la ambición de un grupo de extranjeros invasores. Los conquistadores al mando de Blas de Rosales irrumpieron en busca de oro y tierras, llevándose las riquezas espirituales y materiales al “Viejo Mundo” y forzando este paso de la Tierra al Todo que en esta población tenían.
Los comechingones de Ongamira fueron los únicos que se enfrentaron a los españoles y tras matar al capitán Blas de Rosales, que había ido a tomar posesión de esas tierras en 1574 y, otra vez rodeados, resistieron bajo el mando del cacique Onga. Escaparon a los cerros, pero esta vez la lucha era incluso peor. Los invasores subieron a caballo y la expedición del capitán Antonio Berriú "fue al castigo de los indios de Ungamira y Canumbascate que se habían hecho fuertes en un peñón muy áspero y alto". Onga se batió a duelo contra los conquistadores españoles, junto a su pueblo, pero sus rudimentarias armas perdieron contra la espada española, y Onga murió en combate.
El pueblo fue duramente reprimido. Decididos a terminar con este genocidio, los españoles embistieron con espadas y arcabuces estratégicamente, desatando la matanza de 1.800 mujeres, hombres, ancianos y niños. Acorralados por las tropas españolas, los últimos comechingones, junto con sus mujeres y niños, se arrojaron al vacío desde el “cerro maldito”: morirían libres antes que esclavizados. Luego de este episodio del horror, el cerro pasó a llamarse Colchiquí, que significa en idioma aborigen cerro de la tristeza, "manto de sangre" o "dios maléfico del valle". Según la historia que se cuente, hoy se usan los dos nombres, Charalqueta o Colchiquí.
“Es el lugar más triste de la Tierra”, dijo el poeta Pablo Neruda cuando visitó Ongamira durante su exilio cordobés. Su comentario no se refería al paisaje, sino que expresaba su dolor por el horrible final que tuvo el levantamiento y manifestación de los comechingones contra el dominio español.
Atahualpa Yupanqui lo recordó como "un pago de ranchos apretados entre rojizos terrones que copiaban las formas de una extraña fauna". Jiddu Krishnamurti vino a buscar viento, altura y soledad, encontrándolos en abundancia. Asís, que fue su secretario en 1953, recuerda que el hombre que pugnaba por liberar al mundo insistía sobre la importancia de vivir el aquí y el ahora. "Esa es la vida eterna", repetía. "El tiempo no existe".
A algunos les gusta creer que aquello de la ausencia del tiempo inspiró a Albert Einstein a escribir la Teoría de la Relatividad. El físico alemán llegó en abril de 1925, en un viaje por las sierras que incluyó al Hotel Edén, de La Falda, junto a una comitiva de universitarios porteños. Dicen que tuvo un acercamiento al valle, con la comunidad indígena que quedaba de esa época y que lo atrajeron las particularidades de cómo veían la vida.
Fecha de Publicación: 08/01/2021
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