Los duelos, con su protocolo, sus padrinos y su honor, con su seriedad pero también con su dosis de espectáculo popular, hoy nos parecen algo de dibujo animado o película de Hollywood, pero hace un tiempo (no tanto), eran una realidad. En 1968, en una quinta de Monte Chingolo, un militar quiso demostrar su incomodidad con un artículo periodístico y retó a duelo al encargado del medio.La historia fue así: Argentina estaba atravesando el golpe de Onganía y Yoliván Biglieri, responsable del periódico Autonomía, publicó un artículo sin firma (nunca se sabrá si lo había escrito él) que trataba a Benigno Varela, militar que formaba parte de la Junta que había dado el golpe, de traidor. ¿Qué hizo Varela? Ni lerdo ni perezoso, mandó a sus padrinos a buscar a Biglieri y le informaron del reto. Algunos dicen que Varela pensaba que el periodista se iba a amilanar y, en consecuencia, a publicar el pedido de disculpas. Se sorprendió cuando los padrinos volvieron con la respuesta afirmativa. Se sorprendió aún más cuando investigó un poco y se enteró de que Biglieri sabía esgrima.Biglieri también eligió a sus padrinos y entre los cuatro representantes decidieron la fecha y el lugar: 3 de noviembre de 1968, en una quinta de Lanús. Llegado el día, a las 6 de la mañana, se hicieron presentes los duelistas, sus padrinos y un médico de cada lado. Lo que no se imaginaban es que la quinta iba a estar rodeada de periodistas de todo el mundo. ¿Cómo pasó eso? Esa semana iba a venir a nuestro país Aristóteles Onassis a renovar su pasaporte argentino (¿por qué tenía pasaporte argentino Onassis? Prometo averiguarlo y escribir la columna respectiva), cosa que al final no pasó. Pero lo que sí pasó es que medios de todo el mundo mandaron corresponsales a Buenos Aires a cubrir la visita del magnate y, hambrientos de noticias, se enteraron de que dos locos se iban a batir a duelo con espadas. Muy atractivo para los editores de, entre otros, la BBC y el New York times.Por fin, dejando a los periodistas afuera de la quinta, quienes tuvieron que seguir el duelo rompiendo ligustrinas y trepándose a los árboles, los duelistas se sacaron las camisas y, con el torso desnudo, sin escudo y con un sable afilado por ambos lados de la hoja y con punta, lucharon. Se habían puesto de acuerdo en que eran rounds de dos minutos por tres de descanso. Solo sería interrumpida por pedido de algún duelista o de uno de los médicos. Ambos médicos tenían la orden de no pedir la interrupción.Tres rounds y media hora más tarde, los médicos desoyeron a sus representados y frenaron el combate. Ambos estaban bastante lastimados, pero sin heridas mortales. Como la policía tenía cercada la quinta todo acabó con menos protocolo que lo esperado: participantes, médicos, padrinos y algún que otro asistente se escaparon por el fondo. Todos juntos. Los duelistas nunca se reconciliaron. Hubiera sido bueno, ya que, sin saberlo, fueron los protagonistas del último duelo del que se tenga memoria en nuestro país.
Hipólito Azema nació en Buenos Aires, en los comienzos de la década del 80. No se sabe desde cuándo, porque esas cosas son difíciles de determinar, le gusta contar historias, pero más le gusta que se las cuenten: quizás por eso transitó los inefables pasillos de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Una vez escuchó que donde existe una necesidad nace un derecho y se lo creyó.
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