¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónBuenos Aires - - Viernes 02 De Junio
Se sabe que en la actualidad la disponibilidad de momentos registrados por la Humanidad es infinita gracias, o a pesar, de Internet. También los usos de la memoria. El recuerdo de las palabras de Ronald Reagan a Raúl Alfonsín, en marzo de 1985, y en la primera visita oficial de un mandatario argentino en 26 años, fue amplificado solamente en una cita a Juan Bautista Alberdi, ``La Constitución, la libertad, la autoridad no están escritas. Se realizan. No están decretados. Son creados. Están hechas por educación. No se hacen en el Congreso. Se hacen en casa. No viven en papel. Viven en el hombre ', palabras retomadas de los escritos contemporáneos a “Bases y punto de partida para la organización de la República Argentina” (1852), alma máter de la primera versión constitucional nacional de 1853. Allí el abogado tucumano expone principios notoriamente basados en los derechos individuales, la libertad y un gobierno limitado para una República Posible, en la feliz fórmula de Tulio Halperín Donghi, no democrática y mucho menos cercana al socialismo romántico del mismo Alberdi antirrosista de 1836. Seguidamente Reagan menciona a otro prócer argentino, “San Martín, un gran luchador por la libertad de su época, dijo una vez: En el último rincón de la tierra para encontrarme, estaré dispuesto a sacrificar mi existencia por la libertad ', en una mención ahora de una carta a Tomás Guido con el dolor de partir hacia el exilio, atrás la liberación e independencia de medio Continente. Pero hubo más en el discurso del norteamericano que nos ayudan a la distancia a comprender mejor el por qué de la mención a nuestro gran republicano.
Ante la perplejidad de Alfonsín, que viajaba a Washington a fin de la primavera democrática, fracasado el reformismo sindical y el proteccionismo industrial del ministro Grinspun, y con la inflación a punto de ser un monstruo grande, el presidente norteamericano dispara con el paraguas de "libertad" e "individualidad", “mantener una economía nacional vital y sólida requiere trabajo duro, visión y compromiso. Requiere decisiones difíciles hoy para hacer un mejor mañana. Apreciamos aquí, señor presidente, los graves problemas económicos que ha heredado. Hace unos años, yo también asumí la Presidencia en un momento de gran incertidumbre económica. La inflación y el declive económico minaron nuestra fuerza. Si hubiéramos desafiado nuestros esfuerzos para encontrar respuestas fáciles y de corto plazo, si hubiéramos buscado la redistribución de la riqueza existente, en lugar de crear más, todavía estaríamos atrapados en un pantano aparentemente interminable. En cambio, al centrar los esfuerzos en el crecimiento económico, aumentar la productividad, crear nuevos incentivos que alentaron a los ciudadanos a trabajar, ahorrar e invertir, desatamos una oleada de actividad de construcción económica en el sector privado que convirtió el declive en progreso, la inflación en estabilidad y la duda nacional en optimismo y crecimiento”, cerraba Reagan sobre una administración que había realizado grandes bajas de impuestos, recortado los beneficios sociales y planes de salud, “El Estado Benefactor debe ser eliminado, tanto como podamos, y con las necesidades que dieron su existencia” decía gobernador de California en 1970 mientras que sus ochos años de presidente agudizaba la polarización entre ricos y pobres, y expandido la industria militar a límites insospechados desde Vietnam. Empujado por la desregulación financiera, el tanque militar ayudaría a bajar la inflación y el desempleo solamente a fines del primer mandato, uno severamente cuestionado por graves enfrentamientos con liberales, moderados, las pequeñas y medianas industrias, y los sindicatos: Reagan despidió a 13 mil personas por decreto, de la noche a la mañana, en la famosa huelga de controladores aéreos en 1981.
Ese motor armamentístico fue nutrido por las recurrentes intervenciones norteamericanas y apoyadas por el mundo occidental. Misiones militares y campañas sucias que se sucedían desde Irán a América Latina, Nicaragua y El Salvador, tras el escudo de la lucha contra el Mal soviético, a falta de una guerra mundial que había salvado el New Deal de su admirado Roosevelt en 1940. Por eso mirando al presidente argentino, que venía pensando en argumentar un nuevo pedido urgente al Fondo Monetario Internacional para solventar el Plan Austral, reiteró varias veces "crecimiento" y “libertad” y subió la apuesta, ‘los que ayudan a nuestros enemigos son nuestros enemigos” Alfonsín miró de reojo al antiguo actor de películas clase B de Hollywood, guardó en el bolsillo derecho un discurso, e improvisó otro radicalmente distinto con el espíritu americanista y socialdemocráta de Hipólito Yrigoyen.
Sintetizar la figura de este notable jurista en pocas líneas alumbraría muy poco, porque como todo pensamiento dialéctico de un estadista. Alberdi tuvo bases adolescentes en el socialismo romántico centrado en los derechos civiles; luego, el positivismo liberal de 1850 que impactaría en el Constitución argentina, “un gobierno inteligente y moral no tiene más que un medio para promover los ferrocarriles: ese medio consiste en no hacerlos, sino en dejarlos hacer y estimular con recompensas y concesiones a sus empresarios particulares”, acota; y al final, el materialismo económico de 1870, que lo enfrentan con el Estado argentino que él mismo había colaborado a establecer –desde su exilio de 45 años, vivió 73- junto a Urquiza, Mitre y Sarmiento. Junto a las críticas a la Guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay (1870-1875) se alza su voz que condena “la barbarie civilizada” que elimina indios y gauchos, y contrapropone a éstos como fundamentales en una “economía de la campaña” que no sea ahogada por Buenos Aires. Sería José Hernández, el escritor y periodista autor del Martín Fierro, el mejor alumno de Alberdi, que enfrentaría este liberalismo integrador con el liberalismo centralista del general Roca.
Resulta interesante recuperar un fragmento de la larga “Palabra de un ausente. En que se explica a sus amigos del Plata los motivos de su alejamiento”, una defensa en 1874 a los cargos de traidor a la patria mientras residía en París, y donde Alberdi lanza un cara, y seca, entre Estados Unidos y Argentina. Y dialoga con el pensamiento reaganiano, “en el original anglo-sajón, la libertad consiste en la seguridad; en la copia argentina, la libertad es equivalente de inseguridad y peligro; es decir, de estado de sitio o guerra, o de suspensión de la Constitución, que todo viene a ser lo mismo…en el original anglo-americano, el Gobierno es hecho por el pueblo, en la copia argentina del legislador daguerrotípico del Plata, el pueblo es hecho por el Gobierno…en el original sajón, el Gobierno razona con la razón del país; en la copia argentina, el país piensa con la cabeza del Gobierno”
Medios internacionales y diplomáticos aplaudían la alocución de Reagan que remarcaba las similitudes entre Argentina y Estados Unidos, ambos construídos decía en “la libertad y la democracia”, la inmigración y la “conquista de la fronteras”, tal cual ambicionaba Alberdi. Apretando fuerte su puño, el doctor Alfonsín arrancaba conciliador, “eso es, por otro lado, lo que nuestros Padres Fundadores querían para nosotros, tanto los Padres Fundadores de Estados Unidos como los de Argentina. Eso es precisamente por lo que lucharon los hombres que nos dieron la independencia, comenzando por el general Washington en el norte y el general San Martín en Argentina” y eleva el tono este radical intransigente e industrialista, en la estela de los presidentes Frondizi e Illia, “como usted sabe, como usted dijo, señor Presidente, es necesario que estas democracias realmente logren resultados económicos tangibles, tan necesarios para lograr también la socialdemocracia. Por eso, junto a la esperanza, también está el miedo en América Latina, el miedo que surge de las expectativas insatisfechas de nuestros pueblos, cuyas democracias han heredado cargas muy difíciles en el orden económico…Es una deuda que en mi país llega a los $ 40 mil millones y que en América Latina llega a los $ 400 mil millones. Eso, por supuesto, conspira contra los sistemas democráticos. Eso, señor presidente, es sin duda una de las grandes diferencias entre nuestros dos países”, le contesta al presidente de la primera potencia del mundo que se había comparado con un país subdesarrollado, y desmoronado en su sistema económico desde 1966. Y cierra, “Para nosotros, la filosofía que acaba de mencionar, la filosofía del estado de derecho, el respeto de los derechos humanos, es igual para los dos. Pero un hombre, señor presidente, para ser llamado así, no sólo tiene que tener el derecho a ejercer sus libertades fundamentales; también debe tener la posibilidad de vivir una vida digna…Por eso, señor Presidente, en América Latina estamos dispuestos a gobernar con la austeridad que exige nuestro tiempo. Estamos haciendo los ajustes necesarios para suprimir los obstáculos de nuestra economía, pero no podemos hacer ajustes que realmente impongan sacrificios a quienes tienen menos. Es diferente de los países desarrollados en los que todo el PNB se recibe en un 50 por ciento; en nuestros países no llega ni al 40 por ciento. Y pedir a nuestros pueblos de ese sector concreto un esfuerzo mayor es sin duda condenarlos a la marginalidad, a la pobreza extrema, a la miseria”, concluye días antes de presentar al Congreso norteamericano la necesidad de “desahogar” económicamente a las flamantes democracias latinoamericanas, y la importancia de la no injerencia en los asuntos internos de cada una de ellos. Alfonsín sería el ideólogo del Grupo de Apoyo a Contadora, una pieza clave para los tratados de paz en Centroamérica que pusieron fin a las guerras civiles. Mientras Reagan destinaba millones al sistema nuclear en el espacio de defensa denominado “Guerra de las Galaxias” (sic) “En el original sajón, la garantía principal de la libertad, es la paz; en la copia daguerrotípica del Plata, la libertad es hija de la guerra”, reflexionaba Alberdi con la taba invertida.
Fuentes: Alberdi, J. B. Mi vida privada y otros textos. Buenos Aires. FNA. 2000; Sellers, Ch-May, H.-McMillen, N. Historia de los Estados Unidos. Buenos Aires: Editorial Fraterna. 1985; A Tribute to Ronald Reagan. 1911-2004. Gold Collectors Series. USA.2004; https://www.reaganlibrary.gov/research/speeches/31985a
Fecha de Publicación: 02/10/2020
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