¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónBuenos Aires - - Viernes 02 De Junio
Raúl Scalabrini Ortiz vino del Interior a descubrir en Buenos Aires una República sometida: “Somos una argentina colonial: queremos ser una Argentina Libre”, martillaba en el manifiesto de FORJA en 1935. Había completado un ciclo vital de niño mimado de las vanguardias, periodista comprometido en la hermandad con Roberto Arlt, el primer ensayista realmente argentino, y a mediados de los treinta integra la primera camada de artistas que cambiarán la pluma por el fusil. Y cuando el 17 de octubre de 1945 “el espíritu de la tierra estaba presente como nunca creí verlo”, y le llovían ofrecimientos a cargos públicos, se llamó a un silencio sospechoso para los obsecuentes del peronismo y fue hostigado. Pero siempre supo de qué lado estaba su Pueblo y en junio de 1955, con los cuerpos mutilados aún en Plaza de Mayo, le confiesa a Leopoldo Marechal, “Hay que empezar a hacer todo de nuevo. Todo otra vez” Escribió el libro más esperanzador de una época triste, la Década Infame, y por primera vez los argentinos comprendieron por sus libros políticos que no se “trata de cambiar de collar sino dejar de ser perro”
Raúl Scalabrini Ortiz nació en Corrientes el 14 de febrero de 1898 en el seno de una familia materna enraizada en la historia de la conquista española, y un padre italiano estudioso naturalista, Pedro. Dos vertientes que marcarían la infancia de Raúl, ligado a la ciencia, y a los saberes ancestrales. Realizó estudios de agrimensor y se dedicó como decían sus contemporáneos ha “gastar los zapatos en las márgenes del Plata” y que, en palabras ahora de Scalabrini Ortiz, he “dejado ternuras en todas las casas de lenocinio” Practica boxeo en el sótano del Royal Keller, a pasitos de sus mítica Esmeralda y Corrientes, y se codea con la muchachada martinfierrista de Jorge Luis Borges y Eduardo Mellea. Son los años los cuentos de “La manga” Pese a lo que se cree no eran excluyentes los intelectuales en los veinte, en parte influencia del estallido libertario de la Reforma Universitaria, y Scalabrini Ortiz podía departir debates culturales con el supuestamente aristócrata grupo Florida e integrar una influyente agrupación comunista, “contribuí a fundar el grupo Insurrexit... Esos dogmas dejaron luego de desvelarme, aunque la práctica del comunismo dejó en mí una huella tan honda que mi espíritu parece un par de brazos fraternales” Scalabrini Ortiz nunca fue comunista, ningún totalitarismo era credo de un verdadero intelectual nacional y popular, pero el método materialista será la veleta que oriente sus posteriores trabajos sobre las bases -coloniales- de la economía argentina.
Tras un viaje de aprendizaje por Europa, y otro revelador al Interior profundo argentino, Scalabrini Ortiz inicia un intenso trabajo en el periodismo, alternando las críticas literarias de las revistas Martín Fierro, o Pulso, con las aguafuertes en los diarios La Nación o El Mundo, donde reemplaza nada más ni nada menos que Artl, y suma mayor análisis político a sus “Apuntes porteños” A diferencia de los escritores anteriores, que miran bobos a Europa, Scalabrini Ortiz en su “criollismo urbano de vanguardia” (Sarlo dixit) trastocará el lente para siempre de la cultura argentina, e inaugura en esos artículos dispersos el pensamiento nacional, “no existe una ciencia positiva capaz de calcular la distancia que nos separa de Madrid. Nuestro meridiano pasa por la esquina de Esmeralda y Corrientes, si es que pasa por algún lado” Aquí la primera aproximación al argentino contemporáneo, quien vive también a años luz del gaucho Martín Fierro y Don Segundo Sombra. En simultáneo, y en la base del próximo proyecto de Scalabrini Ortiz, que se mueve desde el alma y la siquis porteña a sus condicionantes materiales, unas que son las mismas de Jujuy a Tierra del Fuego, el trabajo de ordenar los papeles de Macedonio Fernández, el auténtico cerebro y espíritu de la primera vanguardia argentina del siglo XX. Su próxima paso es el infaltable ensayo de cualquier biblioteca que se precie de argentina, “El hombre que está solo y espera”.
“El gran libro representativo de las inquietudes del alma argentina” era la promesa de Scalabrini Ortiz que vino a cumplir en el ensayo seminal de 1931, y que derivó en ese género antes que cuentos por la insistencia de su editor Manuel Gleyzer. Un libro que en una fecha tan lejana como 1964 seguía entre los más vendidos. En un momento en que solamente el tango interpretaba a esta primera generación nacida del aluvión inmigracional, una que vivió el salto al vacío de la aldea a la metrópoli, “cómo olvidarte en esta queja”, Discépolo o “si el alma está en orsai, che bandoneón”, Manzi, Scalabrini Ortiz emprende un testimonio atemporal del porteño, “que está en Corrientes y Esmeralda…cuenca hidrográfica, comercial, sentimental y espiritual de lo que se llama República Argentina” Un hombre que posee una voz propia, distinta a las europeizaciones tilingas, y diferente a la invasión norteamericana. Una “biblia porteña”, “he allí toda la magia de la vida”, eran los efectivos slóganes que repetían diarios y radios, Scalabrini Ortiz un publicista feroz, y que estampaba “un tratado del amor, la amistad, la política, la aventura, el aburrimiento y la tragedia sexual de Buenos Aires”
Un hombre solitario y desnudo, falto del amor de las mujeres, o sea sin felicidad, que exuda la “metafísica de la Pampa” en un momento clave de la historia vernácula, quebrados los mitos, deterioradas las reputaciones y hundida la sociedad agraria, y que sólo puede aspirar una fuga al futuro. Tal vez por eso continúe siendo extrañamente persuasivo a casi cien años de su publicación.
“Dignifiquemos la palabra patria”, aparece en el apéndice luego de capítulos donde Scalabrini Ortiz habla de hombres que se escurren, el “no te metás” como síntoma de un absurdo paternalismo estatista (¡en 1931!) y la rehumanización de la vida, experiencias perfectamente reconocibles para un porteño de los años dorados de Carlos Gardel y del 3000, “dejésmola que en el resposo se empape nuevamente del espíritu de la tierra. El que anuncie para disimulos de sus intereses personales, el que la pronuncie como tapujo de sus conveniencias de gremio, de querellas económicas o en simples discordias entre el capital y el trabajo debe ser condenado a cien tundas en las nalgas”, remataba el intelectual que valoraba este “espíritu de la tierra” como el que impidió que la Argentina sea “una factoría extranjera…sin alma…sin más objeto de alimentar a Europa” A partir de ese año Scalabrini Ortiz entierra el literato y emerge el estudioso de la realidad de “Historia de los ferrocarriles argentinos” y “Política británica en el Río de la Plata”, ambas de 1940 y miles de meticulosos artículos económicos y políticos. Emerge el ensayista con conciencia história y el revolucionario nacional.
“Nosotros llevamos el terreno económico y social lo que la revisión histórica iba descubriendo y percibimos el hilo conductor de los acontecimientos y la política que los dirigía. Esta fue sustancialmente la obra de Raúl Scalabrini Ortiz, cuyo talento de investigador y de escritor y su voluntad sacrificada de servir al país, le costó la pérdida de todos los triunfos materiales que tenía a su disposición, pero lo premió con el título que ya nadie podrá discutirle de descubridor de la realidad argentina” reconocía Arturo Jauretche del ideólogo de las famosos cuadernos de denuncia de FORJA, el ala de izquierda del radicalismo fundada el 29 de junio de 1935 -en Lavalle al 1700 y donde había funcionado una comisaría de picana-, y que Scalabrini Ortiz intercalaba con la militancia política en el proscripto radicalismo. Incluso sufre el destierro con su esposa Mercedes Comaleras por participar del levantamiento de Paso de los Libres en 1933. Colabora con los socialistas de Alfredo Palacios en una ley nacional de transportes. En 1939 mantiene las posiciones neutralistas desde su diario “Reconquista”, que aglutina lo mejor del pensamiento nacional con Martínez Ortiz Pereira a la cabeza, y es acusado de nazi. Un año después el medio “Nuevo Orden”, un pasquín germadófilo y reaccionario, solicita su pluma, “Hay algunos amigos que cayeron seducidos por las sirenas de la propaganda alemana y hoy quieren hacernos creer que el triunfo germánico abrirá para nosotros perspectivas más holgadas. Nosotros estimamos que esa suposición es una ingenuidad que puede acarrearnos graves males. Con “viejo orden” o con “nuevo orden”, del extranjero no podemos esperar nada más que humillación. Nosotros sabemos que la libertad, la riqueza y la dignidad se conquistan. La obra de FORJA es la preparación de esa conquista que algún día hemos de emprender los argentinos”, remataba Scalabrini Ortiz. Cinco años después disolverían FORJA con Jauretche considerando que el peronismo era la realización de los proyectos que se opusieron al neocolonialismo de la Década Infame
Si bien en un principio Scalabrini Ortiz es renuente a apoyar a Perón, después de asistir al octubre de 1945 pondera el ideal peronista de “humanizar al capital”, y señala “El capital no fenece y por eso fundamentalmente es inhumano. Humanizar el capital significa entonces -a mi entender- emplazarlo, transformarlo en mortal y perecedero como las cosas a las cuales está aplicado. La frase del general Perón entreabre un nuevo mundo de posibilidades técnicas y matemáticas en que aparece factible una nueva relación entre los seres humanos” cierra esperanzado, y prefiere una segunda línea crítica que lo transforma en peligroso para los esbirros del peronismo. Con el tiempo cuestiona los peligrosos desvíos totalitarios de Perón, el culto a la personalidad y la persecución de opositores, aunque siempre defiende la línea popular, “acá no es entre Perón y el arcángel Gabriel sino entre Perón y Federico Pinedo -representante de la oligarquía-” Acallado publica solamente un libro de poesías anteriores aunque mantiene contactos con Perón, a quien acerca una nueva edicion actualizada de su historia de los ferrocarriles en octubre de 1950.
Iniciaría luego del golpe de la autodenominada Revolución Libertadora una serie de revistas de vida efímera, “El Líder” y “El Federalista”, y que son consecuentemente clausuradas por la dictadura por su defensa enfática del peronismo. Participa del desarrollismo que lleva al poder al presidente Frondizi pero rápidamente abandona a estos radicales debido a los ominosos contratos petroleros con las multinacionales, Scalabrini Ortiz que propugnaba la nacionalización del estratégico recurso ya en 1938 con “El petróleo argentino (Cuaderno de FORJA)” Fallece en Buenos Aires el 30 de mayo de 1959.
“Pueblo pobre: así es el nuestro. Llanuras insípidas en que la imaginación trabaja constantemente, ríos inhumanos, montañas inaccesibles y estériles conforman la Patria. El fruto de sus pampas es para otros y para otros sus carnes y pensamientos. Estamos de prestado sobre la tierra que aún está sin conquistar y sobre la que tenemos apenas una leve apariencia de dominio público, no real. La Argentina es un ejemplo típico de América. Sus problemas son los problemas de todo este martirizado continente. América entera late en ellos”, cerraba en uno de sus últimos escritos en 1958, una nueva introducción a “Historia de los ferrocarriles argentinos”, que nunca dejó de actualizar científicamente. Sentencias urgentes del intelectual nacional Scalabrini Ortiz para un país, una tierra, que aún miramos sin ver.
“A usted le cabe el honor de ser el precursor, el formador de una promoción que alimentó la Revolución Nacional...Pienso que nadie como usted sería más eficaz, para propiciar y encabezar un movimiento que tienda a aunar las inquietudes de liberación de los intelectuales que no desertan del hombre y de la tierra argentina”, carta de Juan Domingo Perón a Scalabrini Ortiz, 1958
“Desalojemos de nuestra inteligencia la idea de la facilidad. No es tarea fácil la que hemos acometido, Pero no es tarea ingrata. Luchar por un alto fin es el goce mayor que se ofrece a la perspectiva del hombre. Luchar es, en cierta manera, sinónimo de vivir: Se lucha con la gleba para extraer un puñado de trigo. Se lucha con el mar para transportar de un extremo a otro del planeta mercaderías y ansiedades. Se lucha con la pluma. Se lucha con la espada. El que no lucha, se estanca, como el agua. El que se estanca se pudre” en Bases para la Reconstrucción Nacional, 1965.
Fuentes: Scalabrini Ortiz, R. Historia de los ferrocarriles argentinos. Buenos Aires: Editorial Devenir. 1958; Galasso, N. Vida de Scalabrini Ortiz. Buenos Aires: Colihue. 2009; Romano, E. Las huellas de la imaginación. Buenos Aires: Puntosur. 1991; http://www.elforjista.com/scalabriniortiz.htm
Fecha de Publicación: 14/02/2021
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